Capítulo 12 🏹 Fakurya

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Kaly recibió a más miembros de la corte a la mañana siguiente como había prometido, pero esta vez, el Rey la acompañaba. La estampa de Bastenon unida a su semblante firme y distante, conseguían intimidar a todos los que entraban, incluso al Sacerdote Meriel, que permanecía callado desde su poltrona, al lado de Qasha, pero no emitió ni un solo comentario punzante ese día.

Los campesinos, esclavos y mozos se dirigían y apelaban directamente a ella, y Kaly llegó a pensar que tal vez eso no fuera del agrado del Rey, porque, después de todo, eran sus súbditos. En algunas ocasiones, se volvía hacia él de golpe y lo encontraba mirándola con una sonrisa satisfecha y plena. Ella trataba de regresarle la suya haciendo alarde de más prudencia que él, aunque, en su fuero interno, estaba muy inquieta.

El mensaje de Lukan dejaba en evidencia que acudió a cumplir la promesa que le había hecho la última vez que lo vio.

"Estaré aquí dentro de tres lunas, Kalyana, sea que vengas conmigo o no".

Pero ella había sepultado esa conversación y la había olvidado por completo. Además, aunque hubiese querido reunirse con él, Kaly calculaba que en ese entonces, todavía estaba aislada en las celdas del castillo.

—Hemos terminado, mi señora — informó la guerrera del Pantano, cerrando las puertas cuando el último joven, un esclavo llamado Darkos proveniente de la Casa Qasteen, abandonó el Recinto Real luego de que Kaly lo escuchase.

El mozo había perdido la mitad de la pierna derecha, como consecuencia de un castigo que le había propinado el maestro de armas del castillo en donde Kresyo Qasteen era señor y banderizo de Egneton Paltrek, señor en Anarkalia.

Según su testimonio, Kresyo Qasteen pretendía vender a su hermana Urana a los comerciantes de esclavos de Arenkos, pese a que Darkos había prometido servir a la Casa Qasteen de por vida a cambio de la libertad de Urana. Él robó dos caballos y huyó con su hermana a través de Bosqueoscuro, pero pronto fueron alcanzados por los caballeros de Qasteen cuando estaban cruzando Puente Akuro. Fue acusado de traición y el maestro de armas le cortó la pierna para que jamás pensara en huir otra vez.

—¿Qué pasó con tu hermana? — inquirió Kaly, aunque ya intuía la respuesta.

—Fue ajusticiada en las afueras del castillo ante los demás esclavos, mi señora — contestó el muchacho, sosteniéndose con un bastón de madera raído —, para demostrarles que una vida de servidumbre es mejor que la muerte.

—¿Y esperas la justicia del Rey para el señor que mandó ejecutar a tu hermana?

—No, mi señora, ya he hecho mi propia justicia; el maestro de armas le cortó el cuello a Urana, así que yo hice lo mismo con él — replicó el mozo con tranquilidad —. He venido porque en todo el reino hablan de usted como Kalyana, La Compasiva y La Protectora, y quiero ponerme a su servicio hasta el día de mi muerte. Puedo serle muy útil aunque no lo parezca — dijo dando un golpecito a la pierna del muñón —. En Qasteen, era el mejor herrero y mi puntería con la lanza es excelente.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora