Reinaba el silencio en aquel otoñal atardecer en el cementerio del bosque de la pequeña villa alemana de Neuhardenberg.
Familiares y amigos habían acudido al sepelio en el hayedo desde casi todos los rincones del mundo para acompañar al muerto en su último viaje. Lo habían querido, respetado y amado desde hacía tanto tiempo... Casi parecía otra vida.
Se movieron en orden hasta formar a su alrededor un cálido y protector círculo.
No había angustia ni lágrimas, y tampoco se oían sollozos desgarradores. ¿Melancolía, tal vez? Sí, sin duda, el muerto era una persona muy, muy querida, pero el dolor —ese dolor que rompe y parte en dos el corazón, que incapacita para pensar en ninguna otra cosa aparte de la pérdida sufrida—, no se había apoderado del ánimo de ninguno de los presentes. Nadie habría sabido explicar muy bien por qué.
Lo que sí se adivinaba en sus cariñosas miradas era la evocación de tantas emociones vividas, de tantos proyectos compartidos, de los innumerables y hermosos recuerdos...
La ceremonia llegó al final. Una brisa suave y agradable acompañó hasta el coche a la única persona que se había acercado a despedir al difunto. Mientras se alejaba, los espíritus guiaron al recién llegado hacia su nuevo y definitivo hogar.
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Desafíos de El Círculo
FantasyObra creada para reunir todas las historias escritas para participar en los desafíos literarios organizados por la cuenta de El Círculo. De momento cuenta con una historia.