- Lo tiene. Tiene un poder que, de ser correctamente alimentado, puede crecer hasta ser una fuerza poderosa.
La esperanza creció en sus ojos otra vez.
- ¿Cómo alimento mi poder?
- He desarrollado una poción que atará en su interior su magia, haciendo que su carne se debilite y su espíritu interior prospere. Después de que usted beba este poderoso elixir, cantaré un cántico de fuerza y coraje sobre usted.
_____ ya tenía bastante. No había ninguna maldita forma de que Justin bebiera algo que esta mujer hubiera preparado.
- Lo que buscas no está aquí, Justin — dijo ella.
Su única respuesta fue un leve, casi imperceptible asentimiento con la cabeza.
- Espere un segund... — la mujer comenzó.
- Por Dios —______ gritó, cortándola —. Esto es un montón de mierda y usted lo sabe. La mayor parte de lo que dijo es tan ambiguo que no estoy segura de sí habló sobre un viaje a Disneyland o si usted recitaba el alfabeto — golpeó con la mano sobre la dura superficie de madera de la mesa —. Usted no puede ayudarle más que el Elfo Keebler podría. Admítalo.
Los labios de la mujer se apretaron.
- Todo lo que dije es verdad — rechinó ella —. Sólo el corazón puede dirigir a un hombre a casa. Eso, y una de mis pociones.
- Pero usted simplemente dijo que alguien cuyo nombre comienza por M podría ayudarle — indicó _____l.
Sus mejillas enrojecieron por la vergüenza o la cólera, _____ no lo sabía
- Pensé...
- Sé lo que usted pensó —______no esperaba sonar tan borde, pero caray, odió que alterara a Justin—. Él me llamó ______, por lo tanto usted consiguió esa visión de la letra A. Y la cosa que usted ha... — se paró, dudando de si debía confesar los verdaderos orígenes de Justin. Su mirada se clavó en él. Parecía tan perdido, quería volver a casa tan desesperadamente, que ella decidió que la confesión de que era un extraterrestre valía la pena, aun corriendo el riesgo de parecer que estaba loca —. La cosa que usted falló en adivinar consiste en que no hablamos de una casa emocional aquí, hablamos de otro planeta.
- Entonces, son extraterrestres, ¿verdad? — preguntó la mujer sin inmutarse, como si ella hubiera oído esa afirmación un millón de veces antes —. Lo sabía desde el momento en que entraron — sacó una botella pequeña y oscura de su bolsillo —. Beba esto y usted verá....
¡Argh! _____ saltó, sus puños apretados con fuerza.
- Puede coger sus pociones y metérselas por donde...
- Suficiente.
La voz de Justin retumbó en las paredes.
Todo se calmó al instante.
- Es hora de marcharse, ______ — no esperó su respuesta.
Simplemente se puso en pie y salió silenciosamente del edificio.Todo hombre poseía un miedo, un miedo que lo consumía, que podía conducirlo al borde de la locura. Justin acababa de descubrir el suyo. Quedarse atrapado en este mundo, abandonado para toda la eternidad, le asustaba hasta el tuétano de los huesos. Sabía que la posibilidad existió desde el principio de su maldición. Pero ahora, la realidad le superaba con más fuerza que antes de su final liberación.
Libre, pero no totalmente.
No podía irse a casa hasta que se ganara el amor de ______, hasta que lo aceptara. Tenía sólo trece días más para conseguirlo, y a este paso, él también se enamoraría. Pero él no podía enamorarse, no quería enamorase. Era un hecho que ningún auténtico hechicero vivía aquí, que no conseguiría los medios para volver a casa por el momento.
Estaba de pie en el exterior de la casa del falso místico, sus piernas separadas, sus brazos cruzados tras la espalda y los músculos tensos. Esa era la postura de un guerrero, una que normalmente se usaba justo antes de la batalla, cuando los planes y las estrategias eran realizados.
Y ésta parecía la mayor batalla de su vida.
Su primer instinto había sido correcto. Ninguna magia residía en la Casa del Misticismo. Lo supo incluso antes de dar un paso dentro y lo supo después. Aunque tontamente se había aferrado a la esperanza. Ahora se veía forzado a afrontar la verdad.
¿Desde cuándo los místicos estudiaban la mano de un hombre para abrir un vórtice? Uno sin ninguna magia auténtica o capacidad, se contestó sombríamente. Lo irónico era que el farsante que vivía en ese edificio, lamentablemente, había dicho algunas verdades. Debería poseer el suficiente poder para volver a casa. La magia habitaba dentro de él, mucha magia... pero era una fuerza que no podía controlar, por lo tanto, era una fuerza que no podía utilizar. ¡Maldita sea! Un simple hechizo era todo lo que necesitaba. Un simple hechizo, aunque no tenía esperanzas de alcanzarlo.
De todos modos, él lo intentó otra vez. Cerró los ojos, levantó los brazos en el aire y pronunció las palabras necesarias. Mientras hablaba, el aire de su alrededor se arremolinó, dando vueltas y vueltas, más y más rápido, y entonces... paró. Lo intentó otra vez. Nada. Otra vez. Nada.
Dejó caer los brazos a los lados, con cada uno de sus fracasos (con ______l, el psíquico y sus inútiles poderes)
pesándole sobre los hombros. ¿Por qué la magia y los encantamientos les resultaban tan fáciles a la gente de su
madre y tan difíciles y frecuentemente desastrosos para él? ¿Por qué? ¿Quizás poseía demasiada fuerza
física? ¿Acaso su capacidad sobrenatural de cazar y destruir a sus enemigos, de algún modo, debilitaba su
capacidad mágica? Si era así, con mucho gusto abandonaría tal regalo, ¿de qué le servía si no podía luchar
contra su mayor enemigo?
Justin apretó los dientes y el aire quemó en su garganta. El orgullo le exigía que vengara todos esos palmos
perdidos, a sus compañeros y amantes. El orgullo le exigía... y aún así, no podía hacer nada.
Soltó una risa oscura, sin sentido del humor. La maldición dio la bienvenida a su frustración como una enfadada
nube tormentosa daba la bienvenida al delirante viento, ambos listos para soltar un torrente de dolor y
sufrimiento. Con los puños apretados, luchó por encontrar algo de paz interior. Un minuto dio paso a otro y su
lucha se volvió infructuosa. Necesitaba una salida, algo, algo para calmar los bordes afilados de sus emociones.
Una mano suave, dulce, tocó su hombro.
- ¿Estás bien? — Preguntó una voz aún más dulce —. Sé que no fue como esperabas y siento mucho haberte
traído aquí, pero encontraremos a alguien más. Había montones de nombres en la guía telefónica y te prometo
que visitaremos a otro psíquico mañana
Yo iría ahora, pero tengo miedo de que otro fracaso... — las palabras de Mishel intentaran calmarlo —.
Simplemente creo que sería mejor esperar hasta mañana.
Él miró fijamente sus dedos maravillosamente delgados, su pálida piel contra la suya. Durante un crudo momento,
aquel toque le hizo sentir como si hubiera abrigado su odio y resentimiento durante demasiado tiempo, como si él
no tuviera nada que temer. Todavía ansiaba una salida y ella acababa de proporcionarle una. Se empapó con su
belleza, dejándole calmar sus heridas internas como una caricia.
- Te advertí de las consecuencias si me tocabas, _____ — dijo, su tono aparentemente suave.
Ella retiró la mano a un lado.
- ¿Qu-qué quieres decir?
- Si me tocas primero, a cambio, yo tengo derecho a tocarte. Algo con lo que tú estuviste de acuerdo.
- ¡Parecías trastornado... yo no creí... no era una invitación!
- ¿No lo era? — se giró para afrontarla, cogió sus antebrazos entre sus manos y la acercó. Pecho contra
pecho. Dureza contra suavidad.
- Aléjate de mí — le dijo acaloradamente, aunque no hizo ningún movimiento para apartarse. No, ella se hundió
más cómodamente contra él —. Déjame ir — dijo ella otra vez, esta vez con un suspiro de rendición.
Él no quería soltarla; quería abrazarla fuertemente contra él hasta que ella sólo separara sus labios para
gritar su nombre. Ella debió sentir su necesidad, ya que sus ojos se clavaron en los suyos, ámbar contra azul.
Ninguno apartó la mirada.
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Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA] By: Javiera
FanficCréditos a la creadora Javiera Nicole Mardones Muchas gracias por tu maravillosa historia ------- UN AVISO MUY IMPORTANTE las novelas que yo tengo en Wattpad NO SON MÍAS, las e publicado aquí porque las e encontrado muy buenas y quería que disfruta...