Capítulo 39.

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¿Qué era esto? ¿Un ataque de celos? Lo estudió, midiéndolo, observándolo. Oh, sí. Éste magnífico bárbaro estaba realmente celoso... Hirviendo de celos. Sintió un destello de diversión y tuvo que ocultar la sonrisa. Se lo merecía después de que la hubiera puesto celosa con la pelirroja.
- ¿Y qué me harás si vuelvo a verlo?
La esquina del ojo se sacudió con un tic nervioso.
- ¿Realmente deseas conocer la respuesta ?
- Absolutamente. — Se le escapó una risita.
Despacio, el deseo eclipsó a la cólera. Le dirigió esa mirada arrogante que daba a entender que sabía, exactamente, como hacer agradable el castigo de una mujer. Voy a... — Hizo una pausa, como si buscara el mejor método de corrección.
- ¿Azotarme? — Le ofreció amablemente.
Negó, enérgicamente, con la cabeza.
Lo intentó otra vez.
- ¿Empapar mi cuerpo desnudo con miel?
Los ojos se encendieron con un fuego azul.
- No. Te demostraré tú deseo hacia mí en cualquier parte, ante cualquiera que esté a nuestro alrededor.
- Si eres tan duro, ¿Por qué simplemente no lo intentas? — Antes de pensarlas, las palabras escaparon de su boca, emitiendo un desafío sexual a un competidor feroz, a un hombre que no le gustaba perder.
- ¿Me provocas? — Dijo suavemente. — Lo haré, ya lo verás.

Tres días y doce psíquicos más tarde, _____ y Justin habían desarrollado una rutina.
Mañana: footing y visitar psíquicos.
Tarde: trabajar en el Victorian.
Atardecer: Hablar y ver un rato la televisión.
Noche: dormir separados y fantasear.
Aunque el cuerpo y mente le gritaban que hiciera realidad esas fantasías, que el tiempo se agotaba rápidamente, Justin no había besado a ______, ni la había tocado, ni le había susurrado palabras eróticas. No, la cortejaba a través de bromas y sutilezas, intentando ganarse su amor e intentando convencerla de que se casara con él. Hasta ahora, había fallado. De hecho, el comportamiento solícito estaba surtiendo el efecto contrario en ______, ya que parecía que se retraía un poco más cada día. El continuo fracaso, tanto con ______ como con los psíquicos, no hacía más que aumentar su desesperación.
Sólo le quedaban diez días. Diez cortos días para que la maldición lo reclamara una vez más.
¿Podría permitirse perder otro día ante su obstinación? A cada segundo que pasaba sentía la frialdad de la piedra correr por la sangre, intentando congelarlo donde estaba. Tenía que conseguir que ______ lo amara. Tenía que forzarla a caer utilizando cualquier método necesario. No podía permitirse otro fracaso más. Pronto, tenía que ganársela pronto.
¿Pero qué podía intentar que no hubiera intentado ya?
La había perseguido sexualmente, la había puesto celosa, había compartido el pasado con ella, le había dado tiempo, y cuando falló todo, había cultivado su amistad, tratando de demostrarle que realmente se preocupaba por ella y deseaba su felicidad. Aún así, sus esfuerzos no habían sido nada más que tiempo perdido.
Maldita sea. ¿No entendía el gran honor que le ofrecía al proponerle hacerla su compañera de vida temporal? ¡No, no lo hacía! Con su –No, no voy a casarme contigo –, y su –debes obedecer mis reglas–, la mujer agotaba rápidamente su legendario control. Ya debería conocerlo lo suficientemente bien como para saber que la convencería de irse con él, que le daría su corazón, y que le pertenecería durante todo el tiempo que quisiera retenerla.
Y no aceptaría nada menos que su absoluta sumisión.
Si sólo ese día no pareciera destinado al fracaso también.
Después de un accidente menor, en el que se vio implicado el transporte de ______ y un poste inmóvil, seis visitas a establecimientos no mágicos y una lucha contra un dolor de estómago causado, estaba seguro de eso, por una losa de grasiento alimento que ______ llamó pizza, no estaba de muy buen humor. Además, la nueva ropa que llevaba -el artículo que ______llamaba ropa interior– estaba destrozándole los atributos masculinos.
- Bueno, éste era el último de todos — dijo______ , frotándose las manos una vez, dos veces.
Estaban de pie en el exterior de la Palma del Saber, un pequeño edificio que supuestamente albergaba a uno de los mayores psíquicos masculinos que existieron alguna vez. Que quizás existió en un mundo imaginario de su propia creación.
Los pájaros volaban encima, dando vueltas y buscando alimento. El ardiente sol golpeaba con fuerza y una ligera
brisa sopló, impregnada de un suave olor, como a flores y lluvia que le recordó a _____.
- Hemos malgastado la mañana de una consulta a otra. — dijo _____ protegiéndose los ojos con una mano. — Y
tenemos mucho trabajo que hacer, el Victorian está patas arriba. Reuniré otra lista esta noche. Estoy segura que
en Internet conseguiré más nombres, y podemos visitar uno o dos durante el fin de semana. Si no están demasiado
lejanos — añadió.
Escuchó las palabras sin prestarle atención.
- Hemos ido a seis sitios, ______l, pero había siete nombres en tu lista.
Desvió la mirada, con aire de culpabilidad.
No vamos a ir al séptimo.
- ¿Por qué no?
- Nos llevaría cuatro horas llegar y otras cuatro horas regresar.
- ¿Tanto?
- Tanto, y ya me duele el condenado trasero, no conduciré hasta allí.
- Te daré un masaje para aliviar cualquier incomodad que sientas.
Cruzó las manos sobre el pecho.
- Tengo que trabajar para vivir, Justin, porque cuando trabajo, gano dinero y puedo pagar mis gastos, como los de
comida y refugio. Gastos que han aumentado desde que entraste en mi vida. No conduciré hasta allí.
Simplemente la miró fijamente.
Apretó los dientes, enfadada.
- Contrariamente a lo que puedas pensar, no hablo para oír mi propia voz. Dije que visitaríamos más sitios el
fin de semana, y eso haremos.
- No deseo esperar. Cogeré tu transporte y conduciré yo.
- ¡No, No y No! — Colocó las manos sobre las caderas y mantuvo la postura. No cedería en esto y punto. Ningún
camino al infierno conseguiría que hiciera ese viaje de ocho horas. Ya habían estado en el coche toda la mañana,
y además, realmente tenía que trabajar.
Pero no es por eso que no quieres ir. La verdad bailaba dentro de la mente, y se tensó. No quería visitar a
ningún psíquico más por hoy. Para ser sinceros, no quería visitar al siguiente, no porque estuviera cansada o
tuviera que trabajar, sino porque tenía miedo de que tuvieran éxito. Si encontraban a alguien que pudiera llevar
a Justin a su casa, la abandonaría más pronto que tarde.
¿Es que no comprendía que quería que se quedara aquí todo el tiempo posible?
No, no lo comprendía, porque se movió hacia ella con la intención brillando en los ojos. Retrocedió y él
siguió avanzando. Entonces estuvo sobre ella. Sorprendentemente, no la arrastró a la camioneta y le exigió que
condujera hasta Lubbock. Simplemente metió la mano dentro del bolsillo de los pantalones cortos, un toque inocente
que hizo que fuegos artificiales explotaran entre sus piernas, ya que éste era el primer toque que le había dado
en tres días, el muy idiota, y sacó las llaves de la camioneta.
El cuerpo gritó ¡Busca más llaves! Pero pudo deducir por la mirada irritada y expresión enfadada de Justin, que
asaltar su persona, de manera agradable o de cualquier otra forma, no estaba dentro de las intenciones. Se alejó
diciendo.
- Visitaré ese lugar y después volveré.
En un flash se lo imaginó varado en algún camino aislado, o peor aún, en una poblada ciudad exigiéndoles a
todos que obedecieran sus órdenes. Alguien se ofendería, habría una pelea, Justin ganaría, tenía una
espátula, después de todo y la otra persona moriría. Entonces sería arrestado y encarcelado a la espera de
juicio. El gobierno averiguaría que era de otro planeta y se desataría un infierno.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora