Seguí plantada en medio de la calle mientras veía cómo Martín se dirigía hacia mí. Este era mi profesor de guitarra y el odio que le tenía iba en aumento desde que pasó lo que pasó.
Era lunes y esa tarde tenía el último examen de guitarra, pero la tarde anterior no pude estudiar nada debido a un asunto personal. A pesar de ello, decidí presentarme, ya que por lo menos así tendría una oportunidad.
Cuando llegué, saqué el instrumento de la funda, monté el atril, situé la partitura encima y esperé sus instrucciones.
- ¿Has estudiado mucho o no? – Preguntó antes de someterme al control que menos me había preparado de todo el curso.
Dudé un momento en qué responderle, pero al final me decanté por una afirmación, ya que si le hubiera dicho que no, me habría mandado a mi casa de cabeza.
- Sí, claro. – Respondí un poco nerviosa. – Ya sabes que yo siempre voy preparada a todo. – No podía permitir que se diera cuenta de mi nerviosismo, necesitaba aparentar seguridad.
- Muy bien, en ese caso, comencemos. Tócame la canción de Dónde están las llaves.
“Joder…está más que demostrado que hoy la suerte no está de mi parte" - Dije para mí.
Dejé que mi mano derecha rozase las cinco cuerdas del instrumento mientras que con la izquierda intentaba dar sentido a una canción que bien poco había practicado.
A mitad de la melodía, me di cuenta de cómo Martín fruncía el ceño y supe que se había percatado de mi falta de estudio.
- ¿Estás segura de que te has repasado la canción?
- No, no me la he estudiado. – Ya de nada servía seguir mintiendo.
- En ese caso, lo siento mucho pero no me va a quedar más remedio que suspenderte, Marina.
- Pero…he aprobado todas las demás pruebas con sobresaliente. Dame otra oportunidad, por favor. – Intenté convencerle al saber la reacción que tendrían mis padres cuando les diera la noticia.
- Ya está todo hablado y no puede ser. Lo siento mucho. – Volvió a repetir.
Estaba claro que no conseguiría nada, por lo que recogí mis cosas y salí de allí dando un portazo.
Al llegar a casa, mis padres me echaron la bronca del siglo y por si eso fuera poco, no me dejaron salir en todo el fin de semana.
A partir de ese día, no quería volver a verle ni en pintura, pero ahora estaba allí, y no, no iba a darle el gusto de cambiarme de acera solo porque no quisiera ver su careto.
Seguí avanzando intentando no dirigir la vista hacia él, pero tampoco hizo falta porque él lo hizo por mí.
- ¡Marinita! – Saludó sonriente.
- ¡Anda, Martín! Hola. – Encima se atrevía a hablarme usando ese diminutivo que tan poco me gustaba si venía de él.
- ¿Qué tal estás?
- Pues muy bien, lo que pasa que ahora tengo prisa, así que mejor hablamos en otro momento, ¿vale?
No le di tiempo ni a que me contestara porque continué mi camino sabiendo que ese momento no llegaría nunca.
Al llegar al centro comercial, me fui directa a Blanes, una tienda especializada en deportes. Estuve viendo chándales, balones, sudaderas y equipaciones, pero al final me decidí por unas botas de fútbol, las nuevas Nike Mercurial de Cristiano Ronaldo.
Hugo era muy deportista y le encantaba el fútbol, así que sabía que ese regalo le dejaría con la boca abierta, aunque eso fuese complicado, ya que él prefería hacerse el duro a expresar lo que sentía.
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No te olvido.
Novela JuvenilÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...