• Única parte •

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Era el cumpleaños catorce de Regulus Black y como cada año Walburga Black ofrecía una reunión de alta gama. Algo digno de los de su clase y especialmente para su hijo predilecto.

Walburga obliga cada año a que Sirius se presentará sin chistar a la cena, este por su parte le ponía la única condición de traer a su grupo de revoltosos amigos. Claro, para evitar aburridas peleas con sus detestables progenitores.

A la madre de Sirius nunca le habían caído del todo bien aquellos muchachos, tampoco trataba de ocultarlo, menos cuando se trataba de Remus Lupin.

Aquel semejante engendro hijo de muggles del que su hijo se había hecho amigo. Un repugante sangre sucia qué solía pisar su casa más veces de las que ella podía soportar.

No era raro que los Merodeadores se encontrarán presentes en el cumpleaños de Regulus, con el pasar de los años de habia vuelto tan común que Walburga había aprendido a ignorar completamente la presencia de aquel grupito.

O almenos lo más que podía.

Se suponía que debia ser otro año más en el cumpleaños de Regulus, el odioso hermano de Sirius. Pero Remus sabía que no era como cualquier otro.

Se encontraba demasiado tenso, no podía respirar con facilidad y le era inevitable el sentirse atrapado tal como un conejo durante la cacería.

El era el conejo y esa bruja era el cazador que le apuntaba con el gatillo sin titubear. Dispuesto a soltar un disparo que acabará con el.

A Remus siempre le había dado un mal rollo la mansión Black pero ahora, en la situación que se encontraba, solo aumentaba su temor de estar sólo en algún pasillo ya sea con luz o sin ella.

Sentía que los minutos eran largos y atormentantes, sólo quería que el tiempo corriera más rápido y que ya fuera lunes para regresar a Hogwarts donde estaban sanos y a salvos.

Fuera y lejos de la mirada despectiva de Walburga, del mal genio y arrogancia de Regulus y de la casa Black.

Era irónico que la persona que le causaba más paz llevará el apellido de las personas que más miedo le infundian.

Se encontraba caminando por un pasillo directo a la bibloteca de los Black cuando le llamaron, pego tremendo salto y un grito para nada disimulado.

Temblando se dio la vuelta para encontrarse con Sirius, quien le regalaba una sonrisa divertida.

La verdad es que al azabache le causaba cierta ternura ver a Remus todo nervioso. Era tal y como ver un pequeño conejito asustado.

- Ah, Sirius. -soltó Remus con una mano sobre le pecho.

- ¿Porque tan nervioso Lunático? ¿No estarás planeando alguna cosa no debida verdad?- acusó Sirius sin dejar su sonrisa burlona- Por que si lo estuvieras haciendo, no te detendría.... Así que dime ¿Necesitas mi ayuda?

El ofrecimiento le causó cierta gracia a Remus, pero no dejó de sentirse nervioso, atento a cualquier señal de la familia de Sirius, en especial de Belatrix.

Belatrix Black, la prima totalmente chiflada de Sirius, aquella bruja era más cruel y malvada que toda su familia junta.

No parecía tener corazón ni clemencia por nadie. Parecía divertirse al ver a las personas sufrir. Su deporte favorito.

Belatrix era la causa por la que Remus no podía caminar con tranquilidad, almenos mientras se mantuvieran dentro de la mansión Black.

No podía comprender como Sirius podía encontrarse tan tranquilo cuando su prima podía soltar una bomba de tamaño colocan en cualquier momento. Si a ella se le daba la gana, mañana mismo, durante la cena, podía gritar a los cuatros vientos que Remus Lupin y Sirius Black eran pareja.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2020 ⏰

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Un pequeño gran incoveniente | HP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora