La pequeña—de no más de quince, o eso aparentaba— se encontraba en una silla de ruedas, sus manos se veían notablemente rígidas y no parecía que pudiera aguantar el peso de su cabeza. Estaba enferma, se podía notar al instante.
Había permanecido de “incógnita” unos minutos observando a aquella joven con curiosidad y quizás un poco de sorpresa, sin que ninguno de los otros tres adultos le viera hasta que escuchó cómo se referían a él.
— ¡Hey!, tú eres el tipo de anoche ¿No? —Kouyou le descubrió mientras le señalaba desde el otro lado de Aoi, logrando que sus dos amigos se voltearan a verle también.
No dijo nada, pues no tenía nada listo para decir. Desde en el momento en que se aventuró a caminar hasta allá no tenía pensado decirles nada a ninguno de ellos. Pasó su mirada rápidamente a los ojos del moreno y este al notarlo la devolvió al frente ignorando su presencia.
—Oye, Aoi ¿No vas a reclamarle? —abrió su boca en confusión al escuchar aquello soltando un simple “¿Qué?” —. ¿Cómo que “qué”? Tú eres un ladrón. —le acusó de tal forma que le hizo fruncir el ceño por su imprudencia y poco tiempo para meditar lo que salía de su boca.
—Ya vasta, Uruha. —habló al fin el mayor mientras jalaba a su amigo apartándolo del más bajo, pues mientras le reclamaba indirectamente, se había acercado hasta este de forma intimidante.
—Agradece que Aoi no me dejaría golpearte porque te rompería la nariz. —se cruzó de brazos notoriamente molesto, cosa que no le interesaba en lo absoluto al más bajo.
—Casi lo hace él anoche, no te molestes. —para Ruki, aquel estaba completamente loco ¿No tenía moral para callarse cuando estaban en público? Menos mal no dijo que por qué no le había pagado después de acostarse con él enfrente de toda esa gente. Sin embargo, ¿Acaso él la tenía?
—Eso no me lo dijiste, Yuu. —“No digas mi nombre”, hizo más fuerte el agarre en su brazo sacándole un quejido al rubio más alto—. ¡Ya! Perdón. —sujetó su brazo con su otra mano intentando calmar el dolor.
Hubo un silencio en el cual ninguno se atrevía a decir nada ni hacer nada. Aoi mantenía su vista en la joven en silla de ruedas como si tratara de cuidarla de todo lo que existiera, mientras que Uruha se había vuelto a su lugar y platicaba muy animado con su otro amigo que les había acompañado.
Ruki no se fue, ni tampoco se movió. Tenía mucha curiosidad sobre esa chiquilla que traía el moreno ¿Era su hermana? ¿Su amiga? ¿Su hija?
No podía negar que tenía lastima hacia ella, pues el padecimiento, del cual no tenía mucho conocimiento, no debía ser nada agradable. Para nadie.
— ¿Es tu hermana? —se animó a preguntar después de mucho tiempo de estar como pendejo a un lado de él sin decir nada.
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The end.
Fanfiction... Si las palabras fueran importantes entonces todo el mundo podría vivir de poemas... Final.