Gaelo despertó desorientado a lomos de un corpulento caballo negro. El jinete era un hombre entrado en años, con poblada barba y cabello cubierto de canas, cuyo hedor indicaba un profundo estado de embriaguez. Tras ellos, una mula con provisiones, atada al caballo, les seguía de cerca.
─Veo que te has despertado, niño. ¿Cómo estás? ─dijo el jinete con voz estruendosa y vocalizando de manera irregular.
Gaelo no respondió, mantuvo la mirada perdida puesta al frente, como si de un ser sin alma se tratase.
─Parece que este niño no habla, ¡eh, Kibur! ─El anciano habló esta vez dirigiéndose a su caballo, que respondió con un resoplido a su amo─. Está bien, está bien, seré más amable con el chico, Kibur. Cuando él quiera, hablaremos.
El hombre parecía conforme con los sonidos emitidos por Kibur, daba la sensación de que se entendían mutuamente. El camino prosiguió durante más de una hora, en la que el único sonido que se escuchaba eran los cascos de Kibur y la mula en la nieve, más algún tarareo intermitente del jinete.
─¿Tienes hambre, niño? ─El hombre intentó hablarle ligeramente más suave, aunque seguía manteniendo esa forma tosca de expresarse.
Gaelo se mantuvo en la misma posición, sin responder, aunque se dio cuenta que realmente estaba hambriento. Durante unos instantes dudó si responder o no pero, al final, no le quedó más remedio que asentir con la cabeza.
─Bueno, eso ya es un progreso, ayer fue un día terrible, ¡eh! ─El jinete aprovechó la interacción de Gaelo para instarle a seguir hablando─. Ya veo, no eres muy hablador. ¿Recuerdas lo que sucedió anoche? ─le preguntó mientras detenía el caballo y desmontaba.
Gaelo negó levemente con la cabeza, y esperó a que el jinete le ayudara a desmontar de Kibur.
─Ya veo. Al menos recordarás tu nombre, ¿no?
─G....Ga....el...Gaelo ─dijo finalmente con un hilo de voz sutil y triste.
─Bien, bien, Gaelo ─respondió el jinete complacido por la respuesta─, al menos ya no tendré que llamarte niño ─añadió mientras estallaba de risa con su burdo intento de chiste.
Gaelo no hizo ningún gesto, seguía serio con el semblante algo perdido y con una profunda tristeza que provocaba que su mirada estuviera siempre ausente. El jinete de Kibur le tendió unos puerros y un poco de pan. Gaelo comenzó a comer, estaba hambriento, pero aun así daba bocados cortos y lentos, dando a entender que lo invadía una tristeza enorme.
─Y bien, ¿recuerdas quiénes son tus padres o qué les ha pasado?
Gaelo volvió a intentar recordar, pero no había manera de que los recuerdos volvieran a su mente. Negó con la cabeza.
─Mejor, niño. A veces es mejor olvidar ─Al decir estas palabras, destapó su bota de vino y dio un largo trago. Para finalizar, soltó una bocanada de aire complacido, acompañado de un desagradable eructo.
El jinete comenzó a hablarle. Gaelo se sentó en una roca para seguir comiendo, ignorando la mayoría de las palabras del hombre.
─...yo estuve a punto de ser caballero...
El jinete se sentó en la nieve frente a Gaelo y, mientras bebía vino, continuó contando su historia, sin importarle si a Gaelo realmente le interesaba todo lo que estaba diciendo. Le habló de que su destino en un principio fue convertirse en caballero, pero la vida le trajo desdicha. Al verse solo, decidió que quería encontrar a los dioses. Así que entró en un monasterio para convertirse en sacerdote, pero que el vino y las mujeres le gustaban demasiado. Y si bien la religión de Murah no impedía yacer con una mujer siendo sacerdote, no era de buen ver visitar burdeles, y menos con la frecuencia que él lo hacía.
ESTÁS LEYENDO
El Triunvirato
FantasyLos dioses siempre han regido el destino de la humanidad. Vander, Valtur y Gaelo, víctimas de tragedias que marcaron su infancia, son conscientes de que la humanidad no será libre si no puede decidir por sí misma. Juntos declararán la guerra al ciel...