Jeonghan, Mingyu, y yo conducimos en torno a Seúl. La música está apagada en mi carro, y ahora hay tres cabezas que cuelgan de las ventanas en lugar de dos.
—Podrías pensar —dice Mingyu— que entre el cielo y el infierno, seríamos más útiles que una manada de pastores alemanes.
—Mi jefe no quiere dejarnos tener demasiado poder después de lo que pasó con su jefe. —El dice su jefe como si fuera un insulto, pero Mingyu sólo asiente con la cabeza.
—¿Alguien nota algo? —les pregunto.
—Oh, sí —dice Jeonghan—. Hace unos kilómetros atrás, pero decidí no mencionarlo.
Agarro fuertemente el volante. Al parecer, sólo porque estamos trabajando juntos no quiere decir que me vaya a tratar mejor. Por mucho que me gustaría no puedo manejar una remontada porque estoy luchando con la sensación de que nos están siguiendo. No la sensación que me da el brazalete. Es diferente, como si alguien me estuviera mirando desde el otro lado de la habitación y tan sólo lo sé.
Apago el coche y sobre mi hombro, les pregunto:
—¿Seguro que nadie siente algo?
—¿Por qué? —pregunta Jeonghan, su tono burlón se ha ido—. ¿Tú sí?
—Siento que nos están siguiendo. —Me doy la vuelta para mirar detrás de nosotros, pero no veo nada.
—¿Cómo diablos se siente eso? —pregunta, también dando la vuelta.
Niego con la cabeza.
—No lo sé.
Él vuelve a caer en su asiento.
—Simplemente sigue conduciendo. Estamos perdiendo el tiempo.
Aprieto los labios y vuelvo a la carretera. Ya hemos explorado el corazón de la ciudad, y Jeonghan nos aseguró que él revisó los principales puntos al detalle. Lo único que queda por hacer es rodear el perímetro, donde las luces son limitadas, y los árboles son gruesos. En otras palabras, el total territorio del asesino del hacha.
Mientras conduzco por un largo y estrecho camino de tierra, rodeado por todos lados por un bosque denso, Mingyu pregunta:
—¿Alguien…?
—Sí —dice Jeonghan, cortándolo.
Al oír sus sospechas, y sintiendo las mías, me estremezco con una ola de ansiedad. Conduzco más en la carretera, mientras que Mingyu y Jeonghan se inquietan.
Estamos cada vez más cerca. Recordando que quiero un elemento de sorpresa, saco a Elizabeth Taylor del camino y paro en el parque.
—¿Qué estás haciendo? —silba Jeonghan—. Sigue conduciendo.
—No. Voy a sorprenderlos —le digo. Entonces, sabiendo que van preguntarse qué quiero decir, agrego—: Yo puedo ser más silencioso que ustedes dos. —Miro hacia atrás y adelante entre Mingyu y Jeonghan—. Acuérdense del plan. Cuando encuentre a Seungkwan, voy a decirle que corra, y necesito que estén aquí cuando lo haga. Puedo manejar al Coleccionista. No esperen por mí, sólo empiecen a conducir.
—Sí, he cambiado de opinión al respecto —dice Mingyu.
Pero Jeonghan asiente. Me mira como a un ser humano que surgió donde un cerdo una vez se sentó.
―Hey ―Mingyu ondea una mano entre nuestros rostros―. ¿Por qué está todo el mundo ignorándome? Realmente no estamos dejando a Vernon.
Me vuelvo a mi asiento y lo enfrento.
―Mingyu, te necesito aquí. Tienes que confiar en mí. Cuida de Seungkwan cuando llegue. Y cuida de tu prometido. Voy a encontrarlos. Te lo prometo. —Sé que estoy mintiendo otra vez, pero al menos ahora mis mentiras ayudan a proteger a los que más me importan, en lugar de servir deseos egoístas.
Agarrando el hombro de Mingyu, aprieto.
—Eres mi mejor amigo.
Él se aleja.
—Vete a la mierda, hombre. No seas un maldito mártir.
Me deslizo fuera del carro y miro una vez más a Jeonghan. Sonríe, pero está mezclado con el dolor. Piensa que el Coleccionista puede alcanzarme, que voy a ser arrastrado de vuelta al infierno para la sentencia. Pero sé que nunca va a llegar tan lejos.
Estoy a punto de cerrar la puerta cuando Mingyu dice:
—Hey.
Inclino mi cabeza, así que lo puedo ver en el asiento trasero.
Me mira por un largo tiempo, y luego sonríe.
—Hagamos tronar.
Cierro mi puño y lo levanto. El golpea con el suyo y los dos decimos a la vez:
―¡Pow!
La puerta se cierra por debajo de mi mano, y yo a su vez me giro y me enfrento al bosque… y las últimas horas de la vida… solo.
Después de sólo unos segundos caminando, me doy la vuelta. Ya no puedo ver la carretera o mi dulce Escalade roja. La piel de gallina se eleva en mis brazos. Es ahora o
nunca. El Coleccionista al que estoy buscando probablemente ya sabe que hay otro de su especie en las cercanías. Porque si podemos sentirlo, él nos puede sentir. Echo un vistazo alrededor, y luego me dejo caer al suelo. Tirando hacia arriba mis jeans, inspecciono el brazalete. El Coleccionista no se dará cuenta de que me lo he quitado. Él asumirá que me he movido de donde estoy ahora hasta donde Jeonghan y Mingyu están. Es por eso que necesitaba a Jeonghan conmigo. Eso, y porque tenía que estar aquí para mantener a Seungkwan seguro.Aprieto mi puño, sé que esto no va a ser muy difícil. Nuestros brazaletes son fuertes pero se pueden romper fácilmente si la voluntad está ahí. Busco en el terreno una roca y encuentro una. Mi pulso se acelera, y mi mente gira. Esta es mi vida. Esto es todo. Miro mi puño, la fría roca en mis manos. Si hago esto, no hay vuelta atrás. No voy a ser capaz de protegerlo una vez que me haya ido. Trago saliva, pensar en esa palabra. Irme.
Tal vez nunca estuve destinado a proteger a Seungkwan. Tal vez Jeonghan fue siempre la mejor persona para el trabajo, que tiene al Gran Hombre para apoyarlo, ayudarlo a ocultar su preciosa carga. Tal vez mantener a Seungkwan seguro nunca fue mi destino.
Tal vez morir por él lo era.
Un sonido de astillas rompiéndose cruza la noche. Levanto mi brazo y golpeó el brazalete de nuevo. Y otra vez. Y otra vez. El ruido es ensordecedor cuando la piedra
golpea el metal. Trato de no herir el tobillo en el proceso, pero en este momento realmente no me preocupa.Una fractura se forma en el brazalete y me río a carcajadas. Golpeó el metal tres veces más, y se rompe y cae a la tierra. Me levanto de un salto y tiró la roca por encima de mi hombro. Luego levanto mis dedos señalo hacia el suelo, con la esperanza de que El Jefe me vea muy bien ahora mismo, y grito en mi cabeza.
¡Renuncio idiota! ¡Pow!
Sonrío grande y amplio como Seungkwan haría. Mi respiración es fuerte, y siento como si pudiera conquistar el mundo entero.
Mis horas pueden estar contadas, pero maldita sea, voy a vivir en libertad.
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El Coleccionista - Verkwan (Adaptación)
Fiksi PenggemarÉl hace que los chicos buenos... se vuelvan malos. Chwe Hansol es increíblemente genial, y él lo sabe. Su buena apariencia, encanto asesino, y sobresaliente confianza han hecho de él uno de los mejores del infierno; un coleccionista de almas. Su tra...