Capítulo diecisiete: Sinceridad y un poco de ayuda.

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Emilio sentía el frío viento de aquel domingo golpearle en la cara y alborotar sus rizos. Su nariz estaba ligeramente roja al igual que sus labios.

Sus manos sudaban dentro de los bolsillos de su chamarra: por los nervios.

Caminaba a la casa de su mejor amiga, cada paso le costaba más que el anterior. Al llegar a la última calle paró su andar, pensando en si era mejor idea regresar. Pero decidió que no, firmemente llegó y tocó el timbre. La puerta fue abierta por una señora de piel pálida, cabello negro y unos enormes ojos verdes.

—Hola señora Fiorella, ¿se encuentra Ana?

—Claro que si, pasa Emilio—se hizo a un lado y el chico entró—, está en su habitación, como siempre.

—Iré a hablar con ella, con permiso, buen día.

—Igualmente.

Fue al lugar indicado y alzó su puño dispuesto a tocar, pero fue abierto antes. Se encontró frente a su amiga, ella le sonrió.

—Emilio, ¿qué ocurre?—preguntó viéndolo detenidamente—, te ves pálido.

—Será mejor que nos sentemos.

—¿Bien?

Ambos caminaron hacia la cama, sentándose a la orilla de esta.

—Tengo que contarte algo, que ni yo mismo entiendo—dijo, mientras miraba hacia el suelo, rascando su brazo izquierdo.

—Sabes que puedes confiar en mí, dime qué pasa.

Emilio se sintió peor. No quería destruir la confianza que se tenían, no quería romperle el corazón, pero tampoco pensaba en mentirle. Inhaló, exhaló y se preparó.

—Es sobre Joaquín.

—¿Qué pasa con él, se puso grave?—se preocupó.

—No, de hecho está mucho mejor.

—¿Entonces?, ya suéltalo, me estás poniendo nerviosa—lo miraba tratando de buscar su mirada, sin éxito.

—No tanto como yo, de eso estoy seguro—susurró para sí mismo—. Esto no es tan fácil de contar, pero lo haré, solo prométeme que no me vas a odiar. 

—Jamás te odiaría.

Emilio negó y el silencio se instaló por unos segundos, estaba pensando en cómo decirle.

—Creo que tengo sentimientos por Joaquín—murmuró.

—¿Sentimientos?

—No sé explicarlo, solo los siento—comenzó a entrar en pánico.

—No estoy entendiendo.

—Me gusta Joaquín—confesó cerrando los párpados, no quería verla.

—¿Qué?—su voz se escuchó incrédula.

—Ana...

—¡No puede gustarte!—se levantó, alejándose—, estoy enamorada de él, lo sabias y aún así tú—lo señaló a la cara, sintiéndose enfadada.

—¿Yo qué?, ¡tú fuiste quien me hizo meterme en este asunto!—exclamó reclamándole—Jamás creí que me pasaría esto, pero nunca conocí a alguien como a él. Me di cuenta por algo que pasó entre nosotros.

—¿Qué cosa?—cuestionó sin realmente querer saber la respuesta.

—El jueves estaba algo borracho, al llegar a casa Joaquín fue por mi, me ayudó, se quedó un rato conmigo, se me salieron unas palabras y...—sus labios de sellaron, no quería decirlo.

•accιdenтalмenтe enaмorado• EMILIACO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora