Eran las seis y la chica acababa de abrir los ojos. Se estiró y se quitó la manta de encima. Al abrir la ventana se encontró las vistas de siempre. Unas negras nubes surcando el cielo, no era nada nuevo.
Se asomó y allí encontró a Christopher, preparando las cosas para el viaje.
—¡Buenos días, Chris!
—Buenos días.
—Más te vale darte prisa, parece que va a llover.—dijo él.
—Me visto y bajo, dame cinco minutos.—respondió Kenvia.
Se adentró en la habitación y cerró la ventana. Avanzó hacia el armario, pensando que no habría ropa, pero parecía ser todo lo contrario. El armario rebosaba de ropa nueva.
«Supongo que ya sabía que tendría visita, pero el cómo lo sabía, eso ya es otra cuestión»—pensó.
No le dio mucha importancia.
Dudó, pero al final decidió ponerse una camiseta de tirantes y encima un vestido con un pequeño escote. Por la parte delantera, el vestido le llegaba un poco más arriba de la rodilla, y por la parte de atrás, era todo lo contrario, mucho más largo. Cuando terminó de asearse, bajó por las escaleras de Hudomim y salió por la puerta principal.«Parece que se marcha, demasiado pronto para lo que yo había calculado. Se nota que es una chica espabilada.»—pensó la voz. «Espero con todo mi ser, que la profecía se cumpla»—se dijo a sí mismo con un tono trémulo.
Al salir, encontró ahí a su compañero, esperándola sentado encima de una roca. Kenvia se acercó y se sentó junto a él.
—Preciosas vistas, ¿verdad?—le preguntó a la chica.
Sin apenas dejar contestar a la muchacha, se levantó y la miró, pero no fue nada más que una mirada indiferente. Kenvia lo siguió.
—Oye.. ¿alguna vez has visto una criatura?—pregunto sin siquiera mirarle.
Mientras avanzaban, contestó.
—Una vez, me encontré con un pegaso, en realidad no, solo lo soñé, pero me pareció tan real...que ya no se que ni que pensar...
—¿En serio? Cuando estabas en mi ventana... yo soñé con algo parecido a un fénix, me dijo algo de que venciese al dios Rendrak, no se muy bien lo que significaba... Cambiando de tema, ¿Qué hacías en mi ventana?
Una gota cayó sobre el negro cabello de Chris. Una detrás de otra.
—Más nos vale irnos de aquí cuanto antes.— dijo Chris.
Corrieron a resguardarse, sin embargo, un rayo cayó sobre el tronco de un gigantesco árbol. Comenzó a caer, Christopher pareció reaccionar pero Kenvia no.
—¡Corre, sígueme!—gritó el muchacho con la voz quebrada.
Era demasiado tarde, el árbol se encontraba encima de la muchacha. Perdió la consciencia.—Creo que no está preparada, hermano. Si no ha podido con un árbol en llamas, como pretendes que se enfrente a todas las criaturas que quedan—se comunicó el compañero con la voz de la torre.
—No la subestimes, créeme, se lo que hago—le respondió la voz telepáticamente.
«Estúpida profecía»—pensó. «Como le pase algo, seré yo quien me encargue de matarte con mis propias manos»—terminó de pensar.
—Tráela a la torre, yo la curaré, y luego te la llevarás justo a donde os situabais antes de todo esto. Cuando se despierte le contarás lo del accidente del árbol y proseguiréis con vuestro camino. ¿Estás de acuerdo?
—Estoy de acuerdo— respondió con un tono gélido.Chris silbó y un caballo blanco se dirigió a él trotando. El caballo le lanzó una mirada llena de ternura. Agarró a Kenvia de la cintura y la subió a lomos de aquel fuerte animal.
Pronunció unas palabras en un idioma muy poco conocido en ese lugar y salió galopando hacia la torre, mientras el pronunciaba unas palabras que le transportarían a Hudomim.El hermano de Chris poseía una larga túnica de color negro que rozaba el suelo y un anillo del mismo color. Estaba observando a través de la ventana cuando sintió una presencia. Se dio la vuelta y se encontró con unos ojos azules clavados en los suyos.
—Con que nos vemos de nuevo, ¿eh?— insinuó con un tono burlón.
—Más te vale sanarla y dejar que continuemos nuestro camino—respondió con una voz ronca.
Un silencio inundó la sala.
—Ya está aquí, haz el favor de traérmela.
Christopher bajó las escaleras en forma de espiral.
—Buen trabajo, Sthenntia— le acarició y le dio algunos azucarillos. Esta, relinchó de alegría.Bajó a Kenvia del caballo y se la cargó a las espaldas. Al principio le costó subir los doscientos escalones que había, pero luego fue acostumbrándose poco a poco. Antes de atravesar la puerta que le separaba de su hermano, la acostó en la cama y la besó en la frente. Un beso lleno de ternura y de amor. Él sentía algo, ya que estaba todo el rato pendiente de ella, y todo esto para ver si era la elegida. La estudió todos los días de su vida, durante día y noche. Parte de la chica fluía por su interior, parecía conocerla tan bien que se sentía su otra mitad. Cuando acabó ese momento que él quería compartir con Kenvia, la volvió a coger en brazos y la susurró:
—Yo, voy a ser quien te proteja de cualquier mal, y me quedaré a tu lado cuando lo necesites.
Tocó el pomo de la puerta con sus largos y delicados dedos, los enroscó y tiró. La puerta se abrió. Su hermano estuvo horas y horas, pero al final lo consiguió. En unos minutos estaría consciente de nuevo. Christopher dibujó un círculo en el suelo con
algunas hierbas, y se situaron los dos dentro. Él cargando con ella. Pronunció las mismas palabras de antes y aparecieron en el lugar exacto.El fénix volvió a aparecerse delante de ella, las mismas escenas rondaban por su cabeza siempre.
—¡Otra vez no!— se despertó con el corazón sobrecogido y se incorporó lentamente. Una lágrima recorrió su rostro.
—¿Otra pesadilla? Ven aquí— le dijo.
Ella hizo caso y se acercó. Este la abrazó con fuerza.
—Escúchame, siempre que me necesites aquí estaré. Cualquier cosa, no dudes en llamarme—le enredó los dedos en el cabello y se la acercó al pecho.—Se hace tarde y no creo que el tiempo vaya a mejorar.—dijo Chris.
Pronto, más allá, encontraron una luz, proveniente de Orahwil. Estaban muy cerca. Era un lugar maravilloso. De ahí provenían las hadas.
Al estar cerca de ese lugar todas las vibraciones cambiaron. Cambió el ambiente y el clima. Todo lo contrario al lugar de la torre de Hudomim. La torre era un lugar muy apagado, de color negro y siempre rodeado por nubes, pero ese lugar era tan... tan mágico...
A medida que se adentraban en el bosque, se paraban a observar con cautela cada detalle. El cielo ya no tenía el color de antes, ahora perecía cubrirlo un manto color azul, por la que algunos suaves rayos penetraban, dejando ver todo con mayor facilidad.
Había colinas marcadas por un sendero de color morado que las atravesaba. La hierba cogía una tonalidad violácea, al ser reflejada por el camino. Los árboles tenían un tronco entrelazado con las raíces, y en vez de acabar con una copa en pico, acababa con una forma muy parecida a la de las setas. En la parte en la que se unía el tronco con la parte superior del árbol, se encontraban las casas de algunos de los habitantes, y desprendían una luz cerúlea.
Supusieron que si querían hospedarse en algún lugar tendrían que subir aquel robusto tronco. Pasó un rato cuando terminaron de subir, pero mereció la pena. Las vistas desde ahí eran increíbles. Cuando se dieron la vuelta para proseguir con su camino, encontraron a un hada. Una hermosa y bella mujer con alas, y protectora de la naturaleza. El hada le lanzó una mirada seductora a Chris, Kenvia se dio cuenta pero hizo como que no, no quería mostrarse celosa ni mucho menos.
—Encantada, me llamo Akar. Os he estado observando desde que entrasteis aquí, si buscáis un lugar en donde os podáis hospedar, podéis quedaros en mi casa, sólo seguirme— les dijo a los invitados.
Chris, seguido por la atracción física, la siguió, y detrás de él iba Kenvia.
Cuando entraron en la casa de Akar, les invitó a tomar un té mientras charlaban.
—Subiré un momento a cambiarme y os dejaré la ropa y las camas preparadas.
—Muchísimas gracias— le respondieron los dos.
—Este lugar es precioso— dijo la chica en voz alta.
Por tercera vez consecutiva, no le había respondido. Tercera, cuarta, o la que fuese, ya había perdido la cuenta.
—Me voy a duchar, nos vemos luego.
Kenvia se fue para que las cosas no se pusieran más incómodas. Subió las escaleras de madera y entró en la habitación de la izquierda. El baño estaba justo en frente. Akar la había dejado la ropa usual, la que llevaban las hadas.Akar, bajó las escaleras y se sentó junto a Christopher.
—¿Ella lo sabe?—preguntó.
—Me temo que yo no puedo contárselo, tendrá que averiguarlo por si sola, y asimilarlo. Todo eso lleva un tiempo.— respondió el chico.
—Y si todo lo tiene que hacer sola...¿Por qué la acompañas?
—Soy su guía, y porque supongo...que me he enamorado de ella.—respondió con un tono de voz gélido.
—Te has enamorado de ella, pero ahora te atraigo yo, ¿o no es cierto?, por eso no hablas de ella conmigo.
Akar cogió su mandíbula con sus dedos y le giró la cara hacia donde se situaba ella.
—Te juro que nadie te va a hacer sentir igual que yo.— le susurró la chica.
Los ojos de Christopher ardían de furia, pero se derretían por ella. Sabía que no podía hacerle eso a Kenvia, pero la mirada del hada... Se rindió a sus pies.La chica disfrutaba bañándose pero no sabía lo que estaba ocurriendo. Cuando cerró el grifo, cogió la toalla y bajo.
ESTÁS LEYENDO
La profecía
FantasyUna novela basada en fantasía, donde por fin los sueños de cualquier persona se harán realidad. Empiezas a leer y tu imaginación vuela por lo más alto y cuando cierras el libro vuelves a la realidad añorando viajar a ese lugar. Deja que este libro s...