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— ¿Puedes enseñarme de nuevo el salto?

Pronto comenzaría a caer el sol, Shiro y Keith disfrutaban de una pausa en el punto acostumbrado. Ambas Hoverbikes estaban detenidas y ellos se resguardaban en sus sombras. Sin pensarlo mucho, Keith soltó la pregunta con la vista todavía fija en el borde del acantilado. Tenía mucho tiempo pensándolo, no solo esa misma tarde, en muchas otras ocasiones se encontraba a sí mismo recordando cómo había sido la primera vez que vio a Shiro hacer eso.

Ya había pasado un año desde entonces.

A lo largo de ese tiempo había conseguido aprender muchas cosas sobre Shiro, se había ganado su admiración y cada vez se colaba más profundo en su cabeza. Todo gracias a lo que había visto una tarde muy similar un año atrás.

Después de hacer algunas bromas sobre las intenciones de Keith de provocar un accidente, Shiro aceptó. Se puso de pie y volvió a acomodarse las gafas protectoras, los guantes y subió a la motocicleta. Se detuvo y miró a Keith parado junto al vehículo. Sonrió y estiró el brazo hacia él, extendiendo su mano.

—Ven aquí—Shiro le pidió insistiendo. Keith lo miró extrañado—. Podrás verlo mejor. Quieres intentarlo un día, ¿no es cierto? Ven, confía en mí.

Por supuesto que quería hacerlo, por eso lo había pedido. Y por supuesto que confiaba en él.

Keith tomó su mano y con su ayuda subió al asiento. Shiro estaba detrás de él, le mostró los monitores en el frente (que estaban dispuestos de forma distinta a la Hoverbike de Keith) y le explicó a qué debía poner atención antes de ponerse en marcha y retroceder para conseguir la velocidad que necesitaban.

No era la primera vez que Keith montaba con alguien más, pero sí con Shiro. Estaba un poco nervioso, aunque casi podía asegurar que se trataba del salto que vendría. Era arriesgado después de todo.

Shiro dio la vuelta y Keith pudo ver de nuevo la misma vista de antes, el borde, el sol y el desierto extendiéndose al frente sin ningún límite. Su corazón golpeó con fuerza y por un momento cuestionó lo que estaba sucediendo. ¿Y si realmente terminaba siendo una catástrofe como Shiro había dicho?

— ¿Listo? —Preguntó Shiro detrás de él, acelerando el motor.

Keith asintió y también dio su respuesta en voz alta. Shiro comenzó a gritar detrás de él, emocionado y jugando, y su entusiasmo invitaba a Keith a hacerlo también. La distancia entre ellos y el borde desapareció en segundos y, cuando comenzaron a caer, Keith estaba gritando con la misma fuerza. Sonreía.

Era una sensación increíble, la vista desde ese lugar, bajando, el golpe del aire y cómo todo en su interior parecía reorganizarse presa de la gravedad. Tenía el pulso acelerado, llenándolo y disparando adrenalina sin medida. Su voz se perdía en la extensión de todo, en la voz de Shiro, en la fuerza de su caída cerrando sus oídos, era más sencillo afirmar que sentía las vibraciones en el interior de su cuerpo que el hecho de que lo escuchara. Sentía que se perdería, que se alejaría del asiento y los comandos y caería por su cuenta en la tierra, su cuerpo se levantó pero no fue muy lejos. Shiro lo detuvo.

Shiro estaba rodeándolo, su espalda pegada su pecho y los brazos de Shiro rodeándolo y alcanzando el manubrio. No podía ir a ningún lado, Shiro lo mantenía en ese mismo punto.

Llegaron a la tierra y la Hoverbike se sacudió un poco con el golpe, pero siguieron en marcha.

Agitado, sintiendo el aire quemar en su garganta y todo su cuerpo haciéndose pesado después del corto vuelo. La única cosa constante en su mente era la sensación de haberse convertido en nada más que pulso, lo sentía retumbar en sus oídos, en sus dedos, casi estaba seguro de poder adivinar la velocidad de su sangre corriendo bajo su piel a capricho de su corazón acelerado. Y el pulso se extendía, venía desde fuera, como si el vehículo que montaba compartiera el mismo latido, y el aire y el sonido y todo fuera el mismo pulso... Después pudo notar que no era nada de eso. Era Shiro.

Un deseo de despedidaWhere stories live. Discover now