La colina del cabo domingo era un lugar muy tenebroso, pocas personas lo visitaban por la gran cantidad de historias que rondaba en el pueblo.A diario se solían escuchar los dichos de las madres de alrededores:
"si sigues portandote mal, el te llevara a la colina"
"ya es hora de entrar a casa no querrás que te lleve el viejo de la colina".Se rumoreaba que habia una persona que vivía allí, claro esta, y que incluso en algunas tardes nublabas muchos contaban haberlo visto merodeando el lugar, "el loco de la colina" como lo llamaban los pueblerinos.
Lo cierto es, que era una tierra cargada de sangre y mucha historia, siglos anteriores durante la colonización del lugar los conquistadores la usaban para decapitar a los indios que se oponían a la cruz, a la "salvación" que proponian los misioneros. Muchos de los nativos cayeron en ella, otros, lograron emigrar, aunque fueron muy pocos.Allí iba lucio, subiendo con cautela mientras intentaba hacer una llamada, la única que lo sacaba de estos tipos de apuros cuando por alguna razón tenia que abandonar de inmediato el lugar de residencia actual.
—Hola, Alfred? escucha necesito que vengas por mi, ya te mande mi ubicación actual aunque lo mejor seria que esperes hasta encontrar un punto de encuentro mas seguro, antes quiero que hagas una cosa —dijo Lucio apenas escucho el sonido de contestación.
—Luci, no esperaba tu llamada hasta el semestre entrante, esta bien, entiendo. que quieres que haga? —respondió Alfred, un viejo amigo de la familia, quizas el único con vida.
—Verás, no puedo volver al departamento, ya saben de mi, lo unico que me interesa es un viejo libro escondido en una caja fuerte debajo de mi cama, tapado con una alfombra de esas que compramos en Egipto, recuerdas? puedes hacerlo?.
—Yo me encargo, mi señor, no se preocupe. Esperaré su llamada mas tarde —Afirmó—
—Gracias amigo, nos vemos luego.
—Colgó— Se detuvo por un momento a observar el paisaje y murmuró, "aqui vamos de nuevo".Durante el camino y mientras mas se acercaba al final de la colina, donde empezaba una suerte de bosque triste y marchitado, observó varias cosas que le llamaron la atención, tales como velas rojas, dibujos espectrales hechos con pintura negra y decenas de piedras apiladas. Supuse que estos tipos de rituales se habian ido junto con el siglo anterior, pensó, mientras se le dibujaba una leve sonrisa.
Se tomó un tiempo para buscar un lugar donde sentarse pero fue en vano, el lugar denotaba incomodidad por donde se lo mire, asi que no tuvo mejor idea que empezar a apilar piedras en un viejo tronco como para sentarse a descansar y sobretodo, pensar lo mas cómodo posible. Cuando de repente, logro oír algunos pasos
—Quien anda ahi? —preguntó una voz proveniente del bosque, para ser mas específico, desde los primeros arbustos que se lograban ver.
—Nadie en especial, solo me detuve a descansar, me iré tan pronto como pueda —respondió Lucio, que supuso que estaba a salvo de la secta en este lugar, asi que debía ser o algun vagabundo que paraba aqui o adolescentes en busca de rituales e invocar espiritus.
—No eres bienvenido. Corre muchacho, corre mientras puedas!
Aquí tu dios no puede salvarte. Se logró oír entre carcajadas y movimientos bruscos en los arbustos.—Mi dios? yo no tengo dioses ni santos, como dije antes, mi intención no es mas que descansar un breve momento y luego irme por donde vine. Lucio se levantó y mientras se dirigía a donde provenía la voz, exclamó:
—Muéstrate! no te tengo miedo.
—Con que no tienes a quien servir eh? Desde los arbustos pudo observar a un anciano de edad muy avanzada saliendo de ella, con ropa bastante vieja y gastada, una sola bota en el pie derecho y dos latas atadas a un palo de escoba recostada sobre sus hombros.
—Por lo que veo tu tampoco tienes a un dios a quien servir —manifestó Lucio mientras volvía a sentarse en el lugar que habia preparado para pensar.
—Un dios? dejame darte un poco de informacion sobre dios —contestó el anciano mientras se sentaba también, a descansar. y continuó:
—Es el mas grande y extraordinario humorista que ha existido en este mundo. Le da al hombre instintos, les da ese extraordinario don y despues que hace?
lo juro!
para su propia diversión, para su propio teatro cosmico privado, él coloca las reglas en oposición. La mayor estupides que ha existido:
Mira, pero no toques.
Toca, pero no pruebes.
Prueba, pero no tragues
y mientras brincas desesperado que es lo que él hace?
esta alla arriba el señor muriendose de la risa. Es un sadico!
un indiferente a la vida.
Alabar eso? Nunca. —gritó el vagabundo tan enojado que cualquiera que lo escuchase diría que estaba mas loco que una cabra, aunque a Lucio le pareció todo lo contrario.—Me caes bien anciano, me llamo Lucio. Y tú?
—He pasado tanto tiempo vagando por estas tierras que ya no recuerdo ni mi nombre, ni quiero hacerlo, no después de...
—De que? —preguntó—
El viejo se levanto, junto sus latas nuevamente y dijo:
—Debes irte antes del anochecer, es cuando vienen algunas personas de las afueras de la ciudad a hacer sus rituales, son tenebrosos y despiadados, pero al menos me dejan vivir en paz y espantan a la gente local.
Y sin mas vueltas se dirigió hacia el bosque, hasta desaparecer entre los árboles.