CAPÍTULO 2

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 Marqué el número de mi madre y esperé con nerviosismo a que diera tono, una vez que oí los pitidos me tranquilicé, eso era una buena señal.

-¿Cher?

-Hola mamá.

-Cariño ¿eres tú?

-Claro.

Pasaron unos segundos incómodos en los que las dos nos manteníamos pegadas al teléfono oyendo la respiración la una de la otra sin decir una palabra, hasta que decidí romper el hielo.

-¿Te apetece que me pase por tu casa a tomar un café?

-Claro, bueno... no tengo café en casa.

-No te preocupes, yo me encargo.

-Esta bien.

-Entonces... nos vemos en una hora?.

-Aquí te espero.

Tras terminar suspiré sin darme cuenta soltando todo el aire que tenía acumulado dentro de mi producido por la llamada que había resultado ser algo tensa. Me quité la camiseta ancha que utilizaba como pijama y cogí del armario unos pantalones vaqueros pegados y un jersey azul eléctrico, me calcé con unas cómodas botas negras. Pensé en avisar a Lau pero recordé que dormía, ya la llamaría luego. Cogí el bolso del perchero de la entrada y bajé las escaleras rumbo al coche. Una vez dentro del coche puse el GPS hasta la dirección de la casa de mi madre, no sin antes pasar por una cafetería y encargar dos cafés para llevar y unos buñuelos.

El día se presenció un tanto oscuro y tenía pinta de que iba a llover. Subí un poco más la calefacción nada más montarme en el coche. Tras recoger el pedido el frío aún era notable en mis huesos, puse la radio y conduje por las calles de Madrid hasta mi destino.

No sabía como actuar cuando la viera, llevaba varios meses sin verla desde que tuvo uno de sus síndromes de abstinencia. Mi madre era adicta a la heroína dejando ver que también le había dado a la cocaína y al cannabis. Siempre tuve una infancia de lo más feliz, mi madre era la persona más cariñosa del mundo, nunca me faltó de nada ni a mi ni a mi hermano mayor, Alex. Junto con mi padre formábamos una familia maravillosa, a medida que fuimos creciendo nos dimos cuenta de algunos acontecimientos raros en el ambiente, hasta que hace unos años, cinco para ser exactos, mis padres se divorciaron. Pensamos que la causa de la separación fue el motivo de la depresión y por lo tanto de las drogas, pero nos equivocamos. Fueron las drogas por lo que mi padre decidió separarse, llevaba toda una vida llena de engaños y consumiciones a escondidas, hasta que tuvo una sobredosis en el baño de nuestra antigua casa y eso hizo ver la realidad a mi padre, le hizo abrir los ojos y se dio cuenta que ni el amor podía llegar a penetrar aquella profunda oscuridad. 

Alex y yo a pesar de ser lo suficientemente maduros para afrontar la situación, mi padre decidió ocultarlo hasta hace 4 años aproximadamente, tan solo tenía 16 años cuando nos contó toda la verdad sobre nuestra madre, hasta entonces teníamos entendido que estaba enferma y se encontraba en una clínica para poder recuperarse. Ese año tuvo su segunda sobredosis en la que estuvimos a punto de perderla. Es increíble como de un año para otro tu vida cambia como un chasquido. Nunca imagine ver a mi madre en esa situación, crees que nunca ocurrirá pero sin embargo un día te encuentras en la sala de un hospital esperando por la vida de un ser querido, el ser que te ha dado la vida, te ha mimado y ha estado para ti siempre, hasta ahora.

Aparqué enfrente de la ahora casa de mi madre, una casita baja antigua, tan antigua que te tenías que agachar para entrar en ella. Se situaba en uno de los barrios de Madrid más pobres y de alta delincuencia.

𝓓𝓾𝓼𝓴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora