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Zabdiel: Madre—Dijo mientras entraba a la habitación pintada de amarillo.

Naomi: ¿Qué?

Zabdiel: Me voy

Naomi: ¿A dónde?

Zabdiel: A la viña—Dijo a punto de salir.

Naomi: ¡Espera!

Zabdiel: ¿Querés algo?

Naomi: Hijo, el almuerzo

Zabdiel: Déjelo. Comeré uvas. Dame la navaja.

Naomi: ¿Para qué?

Zabdiel: Para cortarlas.—Dijo mientras reía

Naomi: La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el idiota que las inventó—Dijo bajo entre dientes

Zabdiel: Vamos a otro asunto

Naomi: Las escopetas, las pistolas, el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era

Zabdiel: Bueno...

Naomi: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...

Zabdiel: ¡Basta, callate!—Dijo cabizbajo

Naomi: Y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.—Dijo continuando

Zabdiel: ¿Ya terminaste mamá?

Naomi: Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa. Primero tu padre; que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego tu
hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.

Zabdiel: ¿Vamos a acabar?—Grito

Naomi: ¡No! ¡No vamos a acabar! ¡¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano?! Y luego el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar,
hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...

Zabdiel: ¿Y que querés que haga? ¿Que los mate?

Naomi: No... Si hablo es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves navaja. Es que... que
no quisiera que salieras al campo.

Zabdiel: ¡Vamos! —Dijo riendo

Naomi: ¡Me gustaría que fueras
una mujer! No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos bufandas y otras cosas de lana.

Zabdiel agarra de un brazo a la mamá y ríe.

Zabdiel: Ma' ¿Y si yo te llevo conmigo a las viñas?

Naomi: ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?

Zabdiel: Vieja, re-vieja, y mega vieja.—Dijo mientras reía y la levantaba en sus brazos

Naomi: Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres; el trigo, trigo.

Zabdiel: ¿Y yo?

Naomi: ¿Tú, qué?

Zabdiel: ¿Tengo que decirlo otra vez?

Naomi: ¡Ah! —Dijo sería

Zabdiel:¿Es que le hace mal?

Naomi: No.

Zabdiel: ¿Entonces?

Naomi: No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento sin embargo, cuando la nombro, como si
me dieran una pedrada en la frente.

Zabdiel: No digas estupideces porfavor mamá

Naomi: Más que estupideces. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú y siento que te vayas

Zabdiel: Pero tú vienes con nosotros

Naomi: No, yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Zab! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y
yo sola los machaco contra la tapia.

Zabdiel: ¡¿Enserio?! ¡¿Otra vez con eso?!—Pregunto gritando

Naomi: Perdón—Pauso un momento—¿Cuánto tiempo llevas en esa relación?

Zabdiel: Tres años. Ya pude comprar la viña.

Naomi: Tres años... Ella tuvo un novio ¿no?

Zabdiel: No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quién se casan

Naomi: Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está

Zabdiel: Ma', vos sabes que mi novia es buena. Muy buena

Naomi:—Suspiro—Y no lo dudo. Igualmente de todos modos siento
no saber cómo fue su madre.

Zabdiel: ¿Qué mas da?

Naomi: Hijo. ..—Lo llamo mientras lo miraba fijamente

Zabdiel: ¿Qué pasa mamá?

Naomi: ¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?

Zabdiel: ¿Le parece bien el domingo? —Dijo feliz

Naomi: Le llevaré los pendientes de
azófar, los que son antiguos, y tú le compras...—Dijo seria

Zabdiel:—Suspiro—No entendes más..

Naomi: Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes... ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti! —Dijo continuando

Zabdiel: Me voy. Mañana iré a verla.

Naomi: Sí, sí, y a ver si me alegras con seis nietos, o los que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí.

Zabdiel: El primero es para ti

Naomi: Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila

Zabdiel: Estoy seguro de que vas a querer mucho a mí novia.

Naomi: Y así va a ser—Se dirije a besarlo y reacciono—Ya estás muy grande para besos. Mejor se los das a tu mujer—Pausa—Cuando lo sea.

Zabdiel: Está bien, me voy

Naomi: Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada

Zabdiel: ¡Esta bien, está bien!

Naomi: Bien, adiós

Zabdiel se fue y Naomi se quedo sentada de espaldas a la puerta.

Luego de un rato aparece en la puerta una vecina vestida de color oscuro, con un pañuelo a la cabeza

Naomi: Pasa.

Agustina: ¿Cómo estás?

Naomi:—Suspiro—Ya ves

Agustina: Yo bajé a la tienda y vine a verte ¡Vivimos tan lejos!

Naomi: Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.

Agustina: Tú estás bien

Naomi: ¿Lo crees?

Bodas De Sangre [CNCO Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora