Capítulo 23: Peligro

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Natsu pateó la puerta de la enfermería con fuerza descomunal, entró al lugar seguido de Lucy y los demás.


—¡¿Dónde?!¡¿Dónde está Elizabeth? —preguntó histérico.


—¡Silencio idiota! Ella necesita descansar —recriminó Porlyusica.


Elizabeth estaba en una de las camas del fondo, la pobrecilla tenía vendas en todo el rostro y el brazo, inconsciente por supuesto. Lucy se acercó a la joven y empezó a derramar lágrimas.


—¡Ese bastardo! Lo voy a volver cenizas —dijo Natsu disgustado.


Dispuesto a cobrar venganza, Natsu planeaba encontrar a Víctor y regresarle el favor con creces.


—¡Detente Natsu! —dijo Erza antes de que el pelirosa dejará la habitación. ¿A dónde crees que vas?


—¿Qué no es obvio? Voy a aplastar a ese sujeto.


—Alto ahí cabeza de flama —intervino Gray. Si haces eso podrían expulsar al gremio. Entonces Elizabeth habría sufrido para nada.


—Pero... —Natsu accedió de mala gana y se tranquilizó.


—Oigan, sé que no es el momento, pero... —habló Mirajane.


—¿Qué ocurre Mira? —preguntó Erza.


—¿Dónde está Shen? —respondió la albina.


Lucy levantó la cabeza de inmediato, el gremio entero estaba desconcertado, habían estado tan preocupados por Elizabeth que no notaron la ausencia del mago.


—¿El chico? —dijo Porlyusica. Salió de aquí en cuanto dejó a Elizabeth.


—¿Creen que este bien? —preguntó Chelsea.


—Yo me preocuparía más por el otro sujeto —contestó Let.


—Esta bien, él no es tan imprudente como para hacer eso. —respondió Erza.


—Por ahora debemos descansar, tal vez esté en la posada. —dijo Laxus.


—Yo me quedaré con Elizabeth —dijo Lucy.


—Yo también —confirmó Natsu.


Las hadas salieron del lugar dejando sólo a la familia Dragneel. Ya en la posada, esperaban ver a Shen sentado en la barra o durmiendo en su habitación. Sin embargo, no había rastro de él por ningún lado, era obvio que nunca pasó por ahí, por alguna razón, su rastro era muy difícil de seguir aún para los Dragon Slayer, con lo cual no les quedó de otra más que esperar a que regresara solo.

...

A la mañana siguiente, Elizabeth abrió sus ojos confundida, volteó alrededor y puso una leve sonrisa. A lado de su cama estaban sus padres dormidos, abrazados el uno junto al otro, la cabeza de Lucy recostada en el hombro de Natsu y la cabeza de este descansando sobre la rubia cabellera de Lucy, agarrados de las manos. Hace tanto tiempo que no los veía de esa forma, con su padre siempre viajando, normalmente eran sólo su mamá y ella. Puso una mueca de dolor al levantar su brazo, se dio cuenta de su estado y recordó el día anterior, apretó los dientes al darse cuenta que perdió el encuentro e hizo un esfuerzo por levantarse. Al sentir el movimiento, los padres despertaron al instante.


—No te muevas, descansa —dijo Natsu.


—¡Que alegría! Estás bien —dijo Lucy apresurándose a abrazar a su hija.

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