No le sentó bien pasar la noche entera con los ojos abiertos de par en par. Llevaba los párpados hinchados y una ojeras moradas que Eva intentaba ocultar con mucho polvo, como si con él, echara por la ventana cada uno de los males que le hacían trizas el alma.
—No veo la necesidad de poner tanto—se quejó mirando el intento desesperado de la doncella por dejarla presentable.
Eva llevaba el ceño fruncido y la lengua se le salía un poco de la boca.
—Te han invitado un paseo. Debes verte bien.
La sola idea de que le repitiera la noticia le causó un dolor de cabeza que deseó que la tumbara para no ir.—Los paseos de lord Perth no son motivo de celebración—habló indignada, reusándose a bajar para verle la cara.
Sabía que, en aquellos momentos, donde ella era la protagonista de todos los chismes que corrían en Londres, no podían ponerse especiales respecto a los pretendientes.
La meta seguía siendo conseguir marido, escapar del barón y ser libre. Aún cuando finalmente no se casara con el hombre que amaba, aun cuando el único caballero que se animara a cortejarla, fuera el solterón del que todas las damas corrían.
Eva se separó un poco de su rostro y sonrió con aquel gesto que fácilmente podría guardar una docena de secretos.
—Lord Perth no ha sido quien lo pidió.
El estómago le dio un vuelco y lo sintió atascarse en su garganta.
—¿Ah no?—la voz le tembló.
—No.
¿Sería posible que alguien se hubiera animado a tomar las sobras que había desechado el conde?
—¿Y quien ha sido?—preguntó esperanzada.
La doncella se encogió de hombros mientras aplicaba un poco de colorete en sus mejillas. Llevaba la sonrisa más grande del mundo.—Un extranjero. Aún no conozco mucho de él, pero lo llaman señor Craig.
Violetta sintió que ahora, su estómago caía en picada.
—¿Craig?—saboreó el apellido mientras unos enormes ojos cafés venían a su mente.
Eva asintió.—¿Lo conoces?
—Aún no he tenido el placer.
Le mintió porque aún no sabía con certeza qué decirle. Ni siquiera ella misma sabía cómo explicar la situación.
¿Por qué ese hombre había pedido un paseo?, ¿qué tanto interés llevaba en ella?, y sobre todo, ¿de dónde diablos había salido? Porque tal parecía que nadie poseía suficiente información sobre él.
La sonrisa de Eva no desaparecía, y Violetta pareció encontrar un poco de esperanza adentro del gesto.
—Quizás sea un buen hombre—soltó la oración bajito, como procurando no golpearla fuerte.
A Violetta le ardió el corazón.
—Lo mismo dijiste de Benjamín—no pudo evitar soltarlo.
ESTÁS LEYENDO
La Seducción Del Conde | La Debilidad De Un Caballero II | En físico
Historical FictionUna par de caricias ocultas entre los jardines. Unas tres insinuaciones susurradas en el oído. Cuatro besos ardientes de los que hacen que tiemblen los tobillos. Y cinco razones para caer ante aquella mirada perversa que la quiere solo para él. 🏅#3...