Capítulo cuarenta y uno.

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–Ah... si... dime –miré atenta a Owen.

–A solas –aclaró Owen mientras miraba a Bloo.

–¿Estás echándome? –cuestionó Bloo y caminó hacia la puerta–. Está bien, de todas formas, ya me iba.

Bloo salió de la habitación, Owen lo siguió para poder cerrar la puerta y poner el seguro.

–¿Por qué... pones el seguro...? –dudé mientras lo veía regresar hacia mí.

–Acerca de lo que sucedió ayer... esa fiesta...

–Bro –sonreí para calmar su notable ansiedad–. Ayer bebí demasiado y además, fumé marihuana así que no recuerdo que sucedió ¿Hice algo mal?

–¿No lo recuerdas?

–No... –mentí descaradamente.

–Ah... pues... –él se forzó a sonreír–. No. La verdad es que no hiciste nada malo.

–Menos mal –sonreí–. Tengo mala cabeza para el licor.

–No te preocupes en darle vueltas a los recuerdos, bro –él dio una palmadita en mi cabeza y se levantó.

–¿Qué era lo que me ibas a decir entonces?

–No es nada importante –él sonrió–. Tengo que ir a hacer un par de cosas con los muchachos, te dejaré para que descanses.

–De acuerdo.

Owen salió de la habitación y yo suspiré, creo que fingir que no recuerdo nada de lo sucedido es lo mejor para que nuestra amistad no se vuelva tensa.

Caminé hacia la puerta para ponerle el seguro, después me puse mi vieja camiseta ancha y el diminuto short que uso como pijama, me metí en la cama ignorando por completo que el sol aún brillara afuera, mis parpados pesaban demasiado y me quedé dormida de inmediato.

Al despertar al siguiente día no podía creer que hubiera dormido tantas horas, pero me sentía renovada.

Me preparé para ir a la universidad y tomé el debido cuidado para mi herida, justo cuando estaba lista para salir de la habitación alguien golpeó la puerta.

–¿Ya estás despierta? –cuestionó Owen sorprendido cuando abrí la puerta.

–Sí, me levanté un poco temprano porque quiero hacer el desayuno para ustedes.

–Eso no es necesario.

–Por supuesto que es necesario, estoy quedándome en esta casa gratis, me dan comida, me cuidan. Debería al menos hacer algo...

–Eres mi hermanita, no te preocupes.

–De todas formas, quiero hacerlo –sonreí.

–Entonces te ayudaré.

–Primero ve a darte una ducha, puedo ver tu baba seca y lagañas –bromeé.

Owen de inmediato verificó la comisura de su boca para comprobar el rastro de su babeo nocturno, no pude evitar reír.

–Tontita –me regañó él alborotando la parte delantera de mi cabello.

–¡Ag! –hice mi cabeza hacia atrás–. ¡Me despeinas!

–Te despeinaré por bromista –repitió la acción esta vez despeinándome más–. ¿Cómo te atreves a jugarle bromas a tu hermano mayor, eh?

–¡Déjame...! –tomé su mano e intenté pinchar sobre sus costillas con mi otra mano y me desequilibré de las muletas.

RUDEWhere stories live. Discover now