Fornicar con un no muerto

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Todo saldría perfecto. Para que ocurriera tal como lo soñé, debía caracterizarme como me había soñado. Mis jeans de mezclilla oscura, una camisa azul oscuro a cuadros amarillos, mis zapatos caqui, y lentes de sol.

Salí de mi casa y caminé hasta la de él, la llave como de costumbre se encontraba escondida entre las hojas de un arbusto ubicado al lado de la puerta principal. Entre a su casa y cerré la puerta tras de mi, me dirijí a la cocina y me serví un vaso con agua, lave un plato sucio que se encontraba en el lavadero y lave mi vaso. Su padre guardaba las herramientas en el sótano que fungía como cochera igual, está estaba ubicada en el piso de abajo, su acceso interior se resumía a unas estrechas escaleras pintadas de blanco, el apagador se ubica a un lado de el final de la escalera, lo prendí y pude ver. El piso de el garaje se veía cómodo, el auto estaba con las llaves puestas listo para mi, las herramientas estaban detrás de donde yo me encontraba, me acerque hasta ellas y elegí la mejor, una llave stilson color rojo desgastado, estaba un tanto grasosa por lo que evite sostenerla por mucho tiempo.
Una vez teniendo la stilson no quedaba más que hacer en el sótano, así que regrese por donde vine, apagué la luz y subí las escaleras, me dirijí a su cuarto, para llegar a este tenía que subir un piso más. Una vez entrado en la habitación, acomode la llave, la escondí bajo la cama y la tapé con una sudadera gris que estaba en su desorden. Su cuarto estaba pintado de azul turquesa, detrás de su cama había una ventana con una persiana blanca casi gris, el edredón era rojo con rallas azules y blancas, frente a la cama su ropero en donde guardaba sus abrigos, sudaderas y camisetas, tenía un pequeño buró donde estaba su reloj dorado y su colonia, la levante la destape y le di un fuerte respiro, olía a él, olía lindo. Su cuarto era un desastre que comenzaba a molestarme, me puse a recoger, tomé toda su ropa sucia de el piso y la metí en su cesto de la lavandería, había encontrado sus bóxer grises, esos bóxer de la primera vez, esos que me volvían loco, los doble y los metí a mi bolsillo.
Estúpido no era y tenía tiempo suficiente antes de que Joseph llegara de la escuela. Asi que salí de la casa y caminé unas cuadras hasta la farmacia donde compré unos guantes de látex, una botellita de alcohol y un condón.
Regrese a casa y pase directamente a su cuarto, coloque los guantes y el alcohol en la funda de la almohada, el condón lo metí a mi bolsillo.
Me recosté en su cama y esperé...
Después de un rato escuché su voz.
- Ya llegue, ¿donde estás?
-Sube, estoy en tu cuarto.
Escuché el rechinado de las escaleras y el golpe seco de su caminar sobre la alfombra.
-Al fin llegas.
- ¿Me esperaste mucho?
-No.
Se acerco a mi, sostuvo mi mentón en su suave mano y me beso tierno.
Mis manos buscaron su cinturón y comenzaron a quitarlo, luego la bragueta seguida del botón, para finalmente bajar su pantalón y dejar expuestos sus Calvin Klein negros.
Me dejo de besar y se barrio a si mismo con la mirada, luego me volteo a ver sonriéndome, se agacho y le hizo a mis prendas lo que yo a las suyas, así continuamos hasta dejarnos en las mismas miserias.
Se subió sobre mi, sus piernas rozaban con las mías, uno de sus brazos lo sostenía y el otro acariciaba mi rostro, ambas manos mías estaban posadas en su cara.
Los besos no paraban y la escena hervía poco a poco cada vez más. Los roses de nuestras pieles se hacían más constantes, mis manos ya no sostenían su rostro, ahora recorrían cada parte de su ser: sus brazos, sus pectorales, sus piernas, su espalda. Sus labios ya no acariciaban los míos, ahora probaban mi cuello y mi pecho.
Mis manos buscaron sus trapos, los baje lentamente hasta sacarlos de su cuerpo, el hizo lo mismo conmigo, así quedamos ambos vulnerables y al descubierto.
Bajo su cabeza hasta poco más abajo de mi abdomen, me volteo a ver y me sonrió pervertido, mostrándome sus colmillos brillantes, y comenzó a elevarme a la gloria.
Me estremecí.
Mis manos arrugaron su edredón, mi cabeza se encorvó hacia atrás, me perdí.
El seguía y seguía. No quería parar y yo no quería que parara, luego regreso al consuelo de mi boca, y yo lo consolé.
Intercambiamos lugares, ahora el era la presa y yo el cazador, mis piernas abiertas estaban colocadas sobre su abdomen. Y comencé a bajar lentamente.
Me estremecí, y paré.
-¿Estás bien? ¿Te lastime?
-No no es eso, falta algo.
Me levante de la cama y lo deje acostado solo, me agache a recoger mi pantalón y busque en el bolsillo el condón, al voltear debajo de la cama, vi el bulto gris que su sudadera hacía, y el instinto me segó.
Tome la llave stilson envuelta en la sudadera y con un rápido movimiento lo golpeé en la cabeza, no lo quería matar solo lastimarlo. Quedó inconsciente.

El deseo de los huesos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora