Escurridiza lombríz

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El día era demasiado caliente y las noches demasiado frías en un pueblo alejado del centro de Nebraska.

Stiles, estaba en el patio y vio aquel hermoso auto, que solo podría manejarlo en sus sueños. Theo, como él conocía que se llamaba el muchacho tenía un piel hermosa y además era muy apuesto. Exudaba altura y le sobraba la ropa de marca, porque al parecer todo lo que vestía había sido sacado de una revista masculina de cosas caras que él jamás tendría. El señor Raeken bajo del auto y Theo dejo el volante y salió junto a él cerrando la puerta con delicadeza. Sus manos eran largas al igual que sus piernas que se veían ajustadas en esos Jeans.

Stiles siempre sintió atracción por Theo, pero nunca se lo diría, jamás. Eran de mundos diferentes y sus familias tenían problemas, bueno, más bien su familia tenía problemas ya que acabarían en la calle en cualquier momento en cualquier momento.

Stiles estaba de cuclillas y vio como el señor Raeken paso directo a su casa en donde fue recibido por su padre. A través de las cortinas de la casa podía ver como su madre le ofreció una taza de té y este se negó a aceptarla.

Stiles, prefirió ignorar lo que ocurría allá adentro y se concentró en labrar un poco la tierra lista para plantar un nuevo Pino Enano de los Alpes.

Su jardín había sido la forma en la que todo el dolor y la frustración de sus días quedaban fuera por un momento. Aquí había crecido, entre plantas y espinas y estaba orgulloso de su jardín, el cual era uno de los mejores de todo el pueblo. El césped tenía un verde único que variaba entre el verde y amarillo. Al fondo había flores amarillas y rojas. Al inicio rosas rojas y azules. Los pinos había sido ubicados uno en cada lado del caminillo que unía la vereda con su casa y ahora se encargaba de plantar uno nuevo. No había duda que Stiles Stilinski tenía buenas manos para las plantas.

─Hey Stiles─ le saludo acercándose por el caminillo sin tratar de aplastar el jardín de Stiles para no ensuciar sus botas de Bochelli.

─ ¿Qué onda Raeken?

─Llámame Theo por favor. Parecería mayor si solo dices mi apellido.

─De acuerdo Theo─ le dijo Stiles y volvió a concentrarse en su trabajo.

Hacia demasiado sol y le costaba abrir los ojos a Theo. No estaba acostumbrado a estar en un lugar tan caliente, prefería estar dentro de su coche con aire. Vio que a Stiles, le corría el sudor por la frente y el cuello y se perdía dentro de su camiseta.

Theo rápidamente busco en su bolsillo trasero un pañuelo y no lo usó él. Se lo tendió a Stiles. ─No necesitas regresármelo.

Stiles se reía y tomo el pañuelo y se puso de pie. ─Gracias─ le dijo amablemente mirando hacia el interior de su casa ─Parece que nuestros padres tienen problemas ¿No?

─Bueno...Tu familia tiene un problema. Yo necesito ese dinero.

─Había olvidado que tú querías tu estúpido yate.

─Es una necesidad. Estoy trabajando duro para conseguirlo

─¿Trabajando? Creo que único que haces bien es limpiarte el maldito culo después de cagar o tus padres ya están buscando quien te lo limpie.

─Que te follen Stiles─ le respondió mostrándose ofendido─ Si estoy trabajando.

─Ah, ¿Si? ¿En qué?

─Bueno, pues yo vine hasta aquí. Traje a mi padre en mi auto. Me pagará cien de los grandes.

─Eso no es un trabajo. Maldición. Sigues siendo un niño mimado tal como lo eras en la primaria.

─Al menos yo si la culmine e ingrese al cuadro de honor.

─Todos sabemos por qué estabas ahí. ¿Crees que no sé qué tu padre se tiró a dos profesoras?

─Eso fue solo un rumor.

─Oye Theo, estas sudando. Vete a tu auto y déjame trabajar ¿Bien?

─ ¡Oye! solo trato de ser amable.

─Qué manera la tuya de ser amable. Como se nota que comer enlatados te ha afectado el cerebro.

─Sigues ofendiéndome Stiles.

─Y tú nos tiraras a la calle por un yate. No seas cínico Raeken

─Llámame Theo, ya te lo dije.

─ ¿Sabes lo que son las lombrices?─Le pregunto levantando una en su mano llena de tierra.

─Eso es asqueroso─ Le respondió Theo acercándose para verla de cerca. La cosa estaba viva y se movía como queriendo cubrirse con la poca tierra que Stiles mantenía en sus manos.

─Las lombrices son el mejor amigo de un jardinero. Comen las raíces infectadas y sus heces fertilizan el terreno.

─Okey. Creo que vomitare─ Dijo Theo alejándose un poco de la grotesca escena ─Stiles, eres un asqueroso.

─Quizás lo sea.

El olor de Theo hacia que Stiles quisiera abrazarlo y respirar contra su cuello. A pesar de que debería odiarlo quería hacer algo con el primero. Verlo ahí parado, contra el sol, con la frente sudada y hablando pavadas con sus ajustados jeans. Joder, Stiles ya se había imaginado como seria de estrecha su entrada.

─Una vez nació una rosa azul en mi jardín. Era hermosa.

─¿Qué hiciste? ¿La cortaste?

─Le tome algunas fotos. Mira te muestro─ le dijo buscando su celular última generación. Le mostro la foto y Stiles Giro el cuello para ver mejor.

Theo sí que era un tarado.

─Eso. Es una flor. No una rosa. Es una Carmelidas agnioplastus. Muy poco común aquí ya que no crece en este clima caluroso. Pertenece al clima frio─ dejo de ver para concentrarse en ubicar el pino en su lugar y comenzar a llenar el agujero nuevamente de tierra─ Deberías ser afortunado de haber visto una.

─Ah, en mi mansión hay muchas. Demasiadas diría yo.

─Estarás de coña. Aquí no nacen las Carmelidas Agnioplastus.

─Pues en mi jardín sí─ le afirmo

No había duda de que Theo era un dolor en el culo, pero parecía estar diciendo la verdad. El miro para para ver como su padre salía de la casa junto con el señor Raeken conversando un poco en el portal.

─Creo que mi padre ya termino de hablar con tu pobre familia.

─Espera ¿Que acabas de decir pedazo de culo?

─Me da pereza repetirlo. Si lo escuchaste bien y si no también─ dijo encogiéndose de hombros. Lo odiaba. Stiles odiaba a ese muchacho y a su padre Raeken y a su madre Raeken y a su lujoso auto Raeken. A todo lo que llevara su apellido.

Stiles se agacho y busco en la tierra.

─¡Hey Theo!─ Stiles llamó la atención desde el suelo─ Mira lo que he encontrado Cuando Theo se giró lo único que recibió fue una húmeda y escurridiza lombriz pegarse en su rostro.

EL JARDINDERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora