Prólogo

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La vida siempre ha sido injusta a lo largo de su trayecto, y ahora, lo es conmigo. Soy Raven Curtz y tengo 25 años. No soy la gran cosa, solo una chica común y corriente que estudia diseño gráfico en una prestigiosa universidad, solo porque he obtenido una beca. Ya que mis padres jamás han podido pagar algo así. Mi problema con la vida, comenzó hace unos años atrás, cuando finalizaba la secundaria, el hermano de mi compañera, vino a buscarla a la salida. Era hermoso, pero lo que más me llamó la atención, fue esa barba bien cuidada y perfilada que me dejó completamente atónita. Aún sigo preguntándome, ¿cómo es que me obsesione con él y su maldita barba? Los meses pasaron y cada vez lo acosaba peor. Hasta que logré mi cometido. Al finalizar el año, en la fiesta de graduación, salí antes que todos. Entonces lo vi, estaba parado frente a su Camaro azul, uno del estilo de los 80'. Admito que fui manipuladora, caminé lento y cuando estaba por llegar al concreto, fingí una caída, la cual si dolió de verdad. Él se acercó rápidamente.



-¿Estás bien? -Puso su mano en mi cintura y me ayudó a pararme-. ¿Te lastimaste? -Me miró fijo a los ojos, donde mi vista hizo un rápido escaneo a todo su rostro.



-Estoy bien, gracias. He sido bastante torpe últimamente, además de que estos zapatos no me ayudan. -Reí apenada y nerviosa. Tenerlo tan cerca, era lo que quería-. Debería quitármelos... -caminé hacia un banco, intenté sentarme, pero él lo impidió.



-¡Espera! -Me jaló hacía él-. Está mojado, ven siéntate en mi coche. -Me llevó hasta el y abrió la puerta del asiento trasero.



-Gracias, soy Raven -me presenté como un viejo lo haría. Lo vi reírse, y se acercó para besar mi mejilla.



-Soy Adrián, un placer Raven. -Vi como mi nombre, salía de su boca y todo, se puso en cámara lenta. Sus labios se movían al compás de su mandíbula, perfectamente adornada con esa barba que tanto acosé.



-Gracias por tu ayuda. -Me incliné para quitarme el zapato, cuando él me detuvo.



-Déjame ayudarte... -Se puso en cuclillas y con un suave movimiento, paso su mano por mi pierna hasta llegar a mí pie. Dios, eso se sintió tan bien que ya comenzaba a excitarme. Desabrochó lentamente el zapato y lo quitó-. Listo, ¿te duele? -Lo escuché hablarme y mirarme. Pero estaba tan atontada, que tuve que parpadear reiteradas veces para conciliar una palabra.



-Un poco, pe... pero está bien. -Sonreí nerviosa-. Creo que debería irme. -Intenté levantarme, pero él sonrió y tocó mi rostro.



-No te haré nada, aunque si fuera por mí, te besaría sin parar -Por poco y mi mandíbula cae al piso. ¿De qué demonios hablaba? Esta claro que me dejaría hacer lo que fuera, pero eso sonó extraño.



-Hazlo, ¿qué te lo impide? -Eso salió de mi boca, sin ser pensado ni razonado. Entonces se acercó a mí y sentí ese beso suave y tierno sobre en mi boca, acompañado de ese cosquilleo que su barba hacía en mi.



Poco a poco, nos fuimos corriendo hacia dentro del coche, me recosté en el asiento, él se acomodó y cerró la puerta. Se acomodó entre mis piernas y quitó mis bragas. Su barba rozaba mi intimidad y producía en mí, un cosquilleo que hacía que gimiera en voz baja. Era algo magnífico, sentir su lengua rozar mi clítoris y luego entrar a mi cavidad. De pronto se levantó y habló.


-Vamos a mi casa, queda aquí cerca, ¿Quieres? -propuso y acepté. Condujo hasta allí, al instante que pasamos la puerta, me agarró rápidamente de la cintura y acorraló contra la pared. Me besaba, mientras que su mano viajó otra vez hacia mi intimidad, donde allí sentí como intentaba meter uno de los dedos en mi cavidad, pero no pudo porque algo se lo impedía-. ¿Eres virgen? -preguntó, haciendo una leve distancia entre nuestras bocas.

Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora