Capítulo 21

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Una vez que Helena hizo el tour por aquellas instalaciones, en las que esperaba pasar gran parte de su vida laboral, se sintió poderosa. Había llegado hasta allí tan rápido que podía presumir de ello más que de sobra. Por otro lado, una vez que se sentó por primera vez en su mesa y supo que debía ponerse a trabajar para no parar hasta ocho horas más tarde, el pecho se le desinfló y notó que la excitación iba decreciendo hasta desaparecer. Adoraba el hecho de vivir en Madrid, el detalle de que compartía piso con el chico del que llevaba ya tiempo prendada y la situación de ser completamente autónoma. Ahora era su dinero, su vida y su independencia. Estaba deseando poder hacer pleno uso de todas ellas, lo peor era el pasar muchas horas delante de un ordenador sin hacer gran cosa, realmente. Tenía trabajo, el problema era que no se sentía útil, no en todos los sentidos en los que sabía que podía serlo. Estaba empezando, se repetía una y otra vez. Solo dando lo mejor de sí misma cada día, obtendría un resultado mejor. Ascendería y llegaría hasta las metas que ella misma se había marcado, a pesar de que sabía que el camino sería complicado y tendría que ser paciente. No es que ella destacara precisamente por ese tipo de cualidades, sin embargo, intentaba tranquilizarse y aceptar el lado positivo. No veía mucho a Rodrigo cuando él tenía noches, lo que hacía que durante una semana y media al mes se resumiera a que él llegaba de trabajar para despertarla y que empezara su jornada. Una vez que ella volvía, él estaba un par de horas para hacer la cena.

El horario estaba ahora en su contra, haciendo que Helena pasara de tener siempre todo lo que deseaba a empezar a odiar al mundo por no poder conseguirlo cuando lo necesitaba sinceramente. Eso se llama karma, le guste a quien le guste.

Una mañana, Rodrigo llegó a las seis y media a la puerta de casa, completamente agotado de una noche muy larga y ajetreada. Abrió la cerradura intentando ser lo más silencioso posible, girando la llave lo más suave que sus manos le permitieron. Una vez que consiguió abrirla, se deslizó hasta el interior y la cerró con casi el mismo mimo con el que la había abierto. Sabía que tenía que despertarla en cuanto llegara a la habitación, pero estaba claro que sería más deseable con cuidado que dando un portazo. Tiró las llaves del coche sobre el sofá, con cierta desgana y se quitó el cinturón de la que caminaba hacia el cuarto. Lo posó con suavidad sobre un mueble, dejando un, apenas imperceptible, ruido sordo.

Se desvistió sin prisa hasta que se quedó en ropa interior, sentándose en uno de los bordes de la cama. Respiró hondo y se dejó caer lentamente hasta que su espalda rozó el colchón. Helena pareció notarlo porque se giró por completo hasta quedar mirando de su lado de la cama. La luz muy ténue, casi inexistente, pero Rodrigo pudo apreciar que tenía los ojos ligeramente abiertos.

- ¿No has podido dormir o te he despertado?

- He tenido un sueño ligero. Aún me cuesta adaptarme al colchón nuevo. -Confesó ella con un tono vago.- ¿Qué tal tu turno?

- Creía que no terminaría nunca. -Resopló.

- Bueno, ya estás aquí.

- Y tú te vas.

Se quedó un silencio largo pero tranquilo, nada estridente ni desentonado. Era verdad que ella debía irse, lo que implicaba una despedida. Otra más. Helena odiaba aquellas semanas, el contacto era lo que era y aunque le encantaba cada vez que llegaba y la apretaba contra sus brazos suplicándole que no se fuera, se moría por dentro no pudiendo hacer caso a sus peticiones.

- Volveré. Además, esta noche es tu última noche. -Le recordó por millonésima vez. Era ella quien estaba constantemente viendo el lado positivo de todo, lo cual, le parecía increíble.- Este fin de semana será el primero que coincidamos para pasar todo el tiempo del mundo juntos.

- Eso suena bien. -Estiró sus brazos para rodearla y tirar de ella, abrazándola.- ¿Tienes planeado algo?

- Aún no. -Se iba acurrucando sobre él mientras hablaba.- Pero se me ocurrirá algo.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora