El sol brillaba en lo más alto del cielo, era un día caluroso como cualquier otro en aquel pequeño pueblo, Miguel caminaba despacio al lado de su novia cogidos de la mano, mientras pasaba por la plaza, acariciaba su mano con su pulgar, ella recostó su cabeza sobre su hombro.
— Miguel.– Le llamo mirándole y él le volvió con una sonrisa.
—si, bebé.– atendió sin saber porque se ponía nervioso.
—necesito decirte algo, ¿podemos sentarnos?.–
Pregunto nerviosa.
—claro.–Se sentaron en una banca cerca de una pequeña fuente
—¿qué sucede, preciosa?.– Le pregunto Miguel al ver que no decía nada y parecía cada vez más nerviosa.
Se aclaró la garganta y volvió a frotar sus manos, pese al calor que tenía, de pronto se sentía helada.
–Yo te quiero mucho, y lo sabes. – comenzó
– Lo se amor. – interrumpió
– Quiero que terminemos. – Siguió ignorando su comentario. – Es lo mejor, tú pronto te iras a la universidad y yo igual, no veo el caso de seguir así. – Miguel sabia que estudiarían en universidades distintas en distintos estados, pero también sabia que se amaban lo suficiente como para poder con aquello, o al menos eso creía.
– Tienes razón. – dijo y se levanto para marcharse y no decir nada de lo que seguramente se arrepentiría después. – Adiós Laura. – y se marcho.Su casa estaba vacía, mamá llegaría a eso de las 8 y su padre no llegaría hasta el próximo jueves, sin embargo no se permitió llorar hasta llegar a su habitación, ya ahí lloró, lloró tanto hasta quedarse dormido.
– Tráeme otra cerveza. – ordenó el grotesco hombre sentado en el sillón frente al televisor cual rey a la mujer que masajeaba sus "adoloridos" pies. Sin renegar se levanto y fue por la cerveza, se la dio sin darse cuenta que estaba tibia, la reacción fue inmediata. – ¿Qué acaso eres estúpida? – soltó levantando la mano a punto de abofetearla por ser tan "inservible"
– Ni se le ocurra. – impuso Alfredo, quien no había hecho más que observar hasta el momento.
– Ja, ¿y que harás si se me "ocurre" – se mofo el "hombre de la casa" colmándole aún más la paciencia. Empuño sus manos queriendo partirle la cara. – ¿qué podría hacerme un maricón como tú? – siguió mofándose. – Un hijo de puta. – antes de darse cuenta, su mano paro directo en la mejilla de aquel sujeto.
–¿Pero que haz hecho? – le reprocho su madre mientras consolaba a su marido. – Es mejor que te marches por un momento.
Miguel despertó con el llamado de su madre.
— buenos días cariño ¿Que tal has dormido?
— Buenos días mami, bien ¿Y tú?.— respondió mintiendo, sabiendo que no había dormido más de dos horas en toda la noche.
— pues no parece cariño, ¿Paso algo?. — insistió echándole una una mirada viendo su notable desgano.
— No paso nada ma, ¿Papá no ha llamado?. — pregunto tratando de desviar la atención.
— ¡Oh! Es verdad. — dijo levantándose casi tirando la silla. — casi lo olvido, me habló ayer, dijo que vendría hasta el sábado. Bueno me tengo que ir, desayuna y lavas los trastes ¿Vale?. — parecía que iba a atragantarse.
— mamá está bien, te vas a ahogar. —
— Perdón, bueno me voy te amo.
— Y yo a ti.
Alfredo estaba arto, tan arto de su situación que después de negarse rotundamente a dejar a su madre, se decidió al fin en mudarse a su facultad. Se iría ese viernes y esperaba no arrepentirse de dejarle.
ESTÁS LEYENDO
las venas abiertas se cosen con aguja de reloj
Non-Fictionte encontré justo a tiempo para no perderme