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EL AUTO donde la pelinegra se encontraba fue embestido con rudeza, la imponente armadura que Obadiah había construido elevó el deportivo que pertenecía a Tony y lo lanzó por los aires. Zelena gritó asustada, esperando el impacto que el auto daría contra el pavimento, pero la colorida armadura de su millonario amigo la atajó en el aire. Pudo respirar aliviada cuando las llantas tocaron tierra firme y se apresuró a salir.
—¡¿Qué demonios está pasando?!—gritó Zelena hacia Tony. El descendió a su altura y la máscara de hierro que lo protegía se levantó revelando su cara.
—¡¿Qué demonios haces tu aquí?!—chilló Tony. Zelena enarcó una ceja—. Es Obadiah. Esta loco—informó Tony—. Tienes que salir de aquí, Zel.
—¿Hablas en serio? ¡No! De ninguna maldita manera—negó inmediatamente, gruñendo furiosa. A su mente vino toda la información respecto al accidente de sus padres, Obadiah había sido el culpable, el que le arrebató a sus padres, el culpable del atentado y de que su pequeña hermana no tuviera más tiempo con tan maravillosas personas como fueron sus padres. Ni siquiera sabía que hacía, su mente estaba cegada, se deshizo del brazalete humeando en furia y lo lanzó al pavimento—. ¡Ese maldito hijo de perra es el responsable de que mis padres estén muertos!
Quizá no podía controlar sus poderes del todo, aún le era difícil controlar la habilidad que hacía que escuchara los pensamientos de los demás y la gravedad. Pero algo había aprendido de su madre. Si canalizaba toda la ira que estaba sintiendo en esos momentos era capaz de todo.
Por lo que al ver que Obadiah se acercaba, enfundado en ese traje gigante hizo su sangre burbujear molesta ante la ira que comenzaba a expandirse en ella. Sus manos se elevaron por instinto, no sabía que hacía, solo se estaba dejando llevar por los poderes. Iron Monger quedó suspendido en el aire y sonrió –no podía verlo, pero Obadiah sonreía con burla– Zelena finalmente había descubierto la verdad y ahora resultaría más fácil deshacerse de las dos personas más millonarias frente a él. Para quedarse con lo que era suyo y esos chiquillos malcriados y consentidos le arrebataron.
