La suerte no está de mi parte

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Leonardo Silva en multimedia

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Después de la "gran" velada en la que fui la comidilla de los cotilleos gracias a las miradas de Silva y a que había subido junto a él en la presentación, pasé la peor noche que había tenido hace ya tiempo.

Y no solo eso, si no que además mientras yo intentaba dormir, a mis vecinos de la habitaciones cercanas, los americanos, se les había ocurrido la genial idea de montar una fiesta, no obstante yo todavía sufría el jetlag del viaje y todo esto combinado no era una buena situación, mi carácter estaba a punto de salir a la luz y nadie querría verme así pues yo era un dulce angelito hasta que se me molestaba.

Opté por la opción más sabia, me vestí con unos short vaqueros desgastados, una camiseta de tirantes ancha gris, y una coleta alta para sujetar mi largo pelo, las playeras grises.

Salí de la habitación y llamé a la puerta de la que venían la música y los chillidos, el chico que me abrió la puerta se quedó pasmado al verme, si mal no recuerdo era el que venía por Inglaterra, Mike Standler, alto rubio de ojos verdosos y con un buen cuerpo por lo que podía observar, aunque todos los chicos allí presentes lo tenían para desgracia mía.

-¿Te has quedado mudo o es que no puedes parar de admirar mi belleza?- Ya estaba de mal humor así que de mi boca no saldrían palabras más bonitas que esas.

-Lo siento, es que me ha sorprendido verte aquí, pensé que las chicas no vendríais, además de que después de tanto tiempo eso lo único que me dices...- Se me olvidó mencionar que conocí a este sujeto hace tres años en un campamento de entrenamiento internacional de selecciones.

-No sé si habréis invitado a Cris pero a mí desde luego no, pero resulta que no me importa, estoy en la habitación de al lado y no me dejáis descansar así que deberíais de empezar a asumir las consecuencias.

Ya que no me iban a dejar dormir me uní a la causa, siempre dicen si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él, ¿no?Pues es literalmente lo que hice. Standler me dejó pasar y todos los chicos al verme se quedaron boquiabiertos y sin moverse ya que ninguno me esperaba. 

El dueño de la habitación era otro tema, él no estaba dispuesto a dejar que me uniese por la cara que puso cuando entré.

-No he invitado al sexo opuesto a esta fiesta.- Odiaba a ese hombre, el representante de EE.UU. Nicholas Williams, siempre ha sido el perro faldero de todos los entrenadores para conseguir lo que quería, a parte era el ser más machista que había conocido.

-Mira Williams, si vas a montar tus fiesteras asegúrate de saber donde las montas.- Se quedó mirándome con una expresión que denotaba duda y asco a la vez-.Resulta que mi habitación es justo la de al lado, y por tu fiesta no hay quien descanse, conclusión si no puedes con el enemigo únete a él, por eso ahora estoy en tu fiesta aun que no quiero verte ni la cara.- Sonreí y me di la vuelta para irme a hablar con Bryan Reynolds, el irlandés que mejor me caía del mundo, éramos amigos desde hacía mucho tiempo, y nos llevábamos muy bien, ver que le habían convocado a él fue todo un alivio para mí.

Cuando estábamos empezando a hablar entró dando voces Silva, quién si no anunciando que había conseguido la disposición de las habitaciones en el internado donde íbamos a hospedarnos.

-¡Eh silencio!... QUE TENGO LAS LISTAS DE LAS HABITACIONES.-Todos soltaron un uh uh uh como si fuesen gorilas, aunque no le veía la lógica a eso, Silva no reparó en mi presencia pues estaba en una esquina y con el gran cuerpo de Reynolds no se me veía, cosa que agradecía.

-Suéltalo ya Silva si hasta has tenido tiempo de ir y cambiarlo joder.- cómo no el idiota de Williams.

-Bueno, pues lo diré, las habitaciones, todas sin excepción serán de cuatro personas incluida la de las chicas, y los afortunados que la compartirán con ellas son...

Dejó una pausa para aumentar la expectación.

-Bryan Reynolds y nada más y nada menos que el mismo que os está dando esta noticia.- Oh Dios eso era tener muy mala suerte, en ese momento no sabía la que se me venía encima con Silva en la misma habitación que yo.

Reynolds me miró y sonrió.

- Parece que me va a tocar cuidarte este tiempo.-Me encantaba el carácter de este hombre.

- O al revés, quien sabe en los líos en los que te puedes meter si no hay nadie que te controle grandullón.

Los dos empezamos a reír hasta que nos dimos cuenta de que todos se callaron, el motivo del silencio era la cara descompuesta de Silva al verme, no se esperaba encontrarme allí y eso me produjo una gran satisfacción, había aparecido un nuevo enemigo frente a mí, y a este definitivamente no me iba a unir. 

-Parece que no me esperabas aquí Silva, y menos que me enteraría de que eres mi compañero de cuarto, parece que la suerte no está de parte de ninguno de los dos.

Entonces todos se pusieron a chillar cómo si hubiera ganado una batalla, después de eso llegaron con cervezas y me puse a beber con Reynolds para olvidar que tenía que compartir la habitación con Silva.

A las cinco de la mañana decidí irme de vuelta a mi cuarto ya que había bebido demasiado y necesitaba descansar. Cuando fui a salir por la puerta tropecé y estuve a punto de caer al suelo, el que me sujetó para que no me golpeara fue Silva que acto seguido cerró la puerta y me llevó en brazos como si fuera una princesa a mi habitación.

Era una posición ideal para una chica, sostenida por un hombre fuerte que la carga hasta su cama, apoyé mi cabeza en la curva de su cuello y aspiré ese aroma tan familiar, el aroma de aquel del que una vez estuve enamorada, mil recuerdos volvieron a mí, ese suave tacto de su piel con la mía, la calidez con la que me sujetaba... 

Estaba empezando a recordar cosas que no debía, cosas que debían estar enterradas en lo más profundo, eso era el pasado no puedo caer de nuevo en su juego, no otra vez, y menos ahora que es mi rival.

Una lágrima cayó por mi mejilla y Silva se dio cuenta. Cuando llegamos a mi habitación entró conmigo en brazos y cerró la puerta tras de sí, dejándonos a los dos solos en mi habitación.

Me sentó en la cama y sin esperarlo, sin poder reaccionar, juntó sus labios con los míos, un millón de sensaciones me invadieron.

La llama que creía apagada volvió a resurgir cómo el ave fénix.

La suerte definitivamente me había abandonado.

¿El deporte lleva al amor? (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora