Capítulo cuarenta y cuatro.

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Él me besó tan apasionadamente como suele hacer, mi respiración se profundizó y aceleró tan solo con sus besos, no puede evitar que gemidos escapen de mi boca con sus atinadas caricias, él me lleva al éxtasis tan rápidamente que no me deja pensar coherentemente.

–Quítame esta maldita cosa –pidió entre el beso poniendo mi mano sobre el broche del cabestrillo en su hombro–. Quiero tocarte con mis dos manos.

–No. Espera –me separé de su boca–. Vamos a esperar un poco para tener otro de esos encuentros... –sonreí ladina.

–No quiero esperar, ahora estamos solos en esta casa, podemos hacerlo donde queramos. En la mesa de la cocina, en la sala, en las gradas...

–Suena bien –reí–. Pero tu brazo está mal. Tú mismo has dicho que ya no quieres sentirte inútil, entonces deja que sane bien y después podremos hacer lo que quieras donde quieras.

–¿Lo prometes?

–Lo prometo –sonreí–. Y ahora a dormir.

–De acuerdo...

Los dos subimos al segundo piso y yo me dirigí a mi habitación, entré y pretendía cerrar la puerta, pero Bloo estaba detrás de mi.

–¿Qué haces? Ve a tu habitación.

–¿No vamos a dormir juntos?

–No.

–¿Por qué?

–Porque tú tienes tu habitación y yo esta.

–¿Acaso tienes miedo de que te haga algo?

–Claro que no.

–¿Entonces que hay de malo? Solo quiero dormir contigo.

–La cama es pequeña.

–Las noches aún son frías... podemos abrazarnos.

–Está llegando el verano, ¿qué dices? –reí.

–Pues yo siento frío.

–Usa otra manta.

–Ahora que no hay nadie más en esta casa, ¿No te apetece que durmamos juntos?

–A lo mejor era la adrenalina de que nos descubrieran lo que me gustaba.

–¿Lo dices en serio? –frunció el ceño.

–No. Tonto. Es solo que si estas cerca de mi... en la misma cama... –di un paso atrás ya que él seguía acercándoseme–. No voy a poder dormir.

–¿Me deseas?

–Si.

–Entonces hagámoslo –remordió su labio inferior.

–Tu brazo... –no pude apartar mi mirada de sus labios.

Él suspiró e hizo un mohín y arrugó su mentón momentáneamente.

–¿Entonces cuando?

–¿Una semana? No lo sé, hasta que tu brazo sane un poco por lo menos.

–De acuerdo, pero... –ladeó su cabeza–. No me vas a negar un beso ¿verdad?

Dejé las muletas contra la pared y tomé sus mejillas para besarlo con desesperación, cuando mis labios entraron en contacto con los suyos sentí como todos los poros de mi cuerpo se erizaban y cuando su lengua mojó la mía fue como si me sintiera más ligera, sentí como si flotara.

RUDEWhere stories live. Discover now