1.

20.6K 2K 4.2K
                                    

Me sentía miserable. Muy miserable.
Yo, Draco Malfoy, conocido como el nuevo príncipe de Slytherin, el primogénito, el heredero de una de las mejores familias del mundo mágico, con una línea de sangre tan pura, estaba apunto de humillarme por una cosa tan banal como la atención de un idiota.

Un idiota que te gusta.

Esta bien, tal vez ese idiota me gustaba, pero solo un poco, no era gran cosa.

Si es la gran cosa. Si no lo fuera, no estarías esperando con tanta impaciencia a Blaise.

Estaba tan nervioso que sentía como si hubiera dividido mis pensamientos. Una parte estaba como "no debería hacer esto por qué no me interesa", y la otra como "claro que te interesa, te vuelve loco ese mestizo". Y odiaba eso. Por qué me hacía sentir que perdía la cordura y Draco Malfoy nunca perdía.
Por desgracia, o por suerte, mi compañero llegó antes de que pudiera convencerme al 100% de que era una mala idea.

-Aquí está.-me lanzó un pequeño y delgado frasco de vidrio.-El cabello de la chica Weasley en perfecto estado; tal y como lo pediste. Ahora, me debes un favor.-dijo rotundamente antes de perderlo de vista por las escaleras de caracol.

Oficialmente tenía todo listo. Guarde muy bien el frasco en el bolsillo de mi pantalón, acto seguido salí de la sala común a paso apresurado en dirección a la torre de astronomía, ahí estaba el pasadizo. Amaba ese lugar, era mi escondite secreto, mi cueva de la soledad, y como nadie nunca la frecuentaba más que para una clase era técnicamente imposible que supieran de los secretos que guardaba.

Aunque, antes de llegar ahí, me desvié un poco en dirección al gran comedor, necesitaba comida que me pudiera reducir el mal sabor de la poción. Y claro, deshacerme de la chica Weasley.
Entré caminando en dirección a la mesa de mi casa, pero con la vista clavada en la mesa de los leones y como era de esperarse Potter estaba sentado hablando con ella. Reían animadamente y de vez en cuando sus manos rozaban. Idiotas. Tome un par de manzanas verdes, probé una al instante mientras que la otra la dejé reposando en mi mano libre.

Últimamente había practicado mucho la conjuración de hechizos sin varita, por lo que confiado y lejos de cualquier curioso musité un sencillo pero muy útil hechizo para que la comadreja menor se fuera a una habitación a encerrarse. Al instante funcionó, ella se despidió rápidamente de Harr... Potter y salió del gran comedor seguida por mi. Preferí mandarla a un cuarto de limpieza alejado de todos, entró con calma y se sentó en el suelo, antes de cerrar los ojos para quedar inconsciente me miró fijamente, como si me leyera la mente. Fue aterrador pero intenté ignorar. Luego, cerré la puerta y lancé un hechizo para que así se quedara hasta que yo volviera a ser yo.

Volví a centrar mis pasos a la torre de astronomía repasando mi plan: ahora sólo faltaba terminar la poción para poder beberla.

Con cada paso que daba los nervios aumentaban, sentía que comenzaría a sudar y no exactamente por subir las escaleras de la torre. Una vez ahí, después de ver qué no hubiera nadie más, baje la palanca que daba la ilusión de ser parte del barandal, una columna comenzó a moverse dejando ver la entrada a mi guarida. Entré rápido y a los pocos segundos se selló la entrada, como si nada hubiera pasado. Camine por el estrecho túnel hasta llegar a la habitación.
Cuando llegue, me acerque al caldero para revisar mi poción, tenía un tono verdoso, como agua de pantano. Le di un par de vueltas para luego echar el cabello de la chica Weasley, sin dejar de menear. El contenido del caldero fue adquiriendo una consistencia más espesa, su color también fue cambiando hasta terminar de un color rojo muy parecido a la sangre, aunque con algunas partes amarillentas, era asqueroso. Le dejé reposar en lo que iba por un frasco para beberlo. Lo serví y observé el contenido espeso.

Ginny.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora