Capítulo dieciocho: También me gustas.

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Joaquín había decidido dejar su celular cargando mientras salía a desayunar con su hermana. Jamás se imaginó que al llegar este estaría explotando en notificaciones. Tenía varios mensajes y llamadas perdidas, al leer el nombre de a quién pertenecían rodó los ojos con molestia. Estaba por dejarlo ahí nuevamente e ir con Renata. Pero el nombre de Diego apareció en la pantalla, decidió contestarle.

—¿Hola?

—¿Dónde estás?—la pregunta fue hecha con un tono entre asustado y preocupado.

Joaquín frunció el ceño.

—En mi casa—contestó—, ¿por?

—Emilio está extraño, me pidió que te hablara, necesitas contestarle.

—No quiero saber nada de él.

—Nunca lo había escuchado tan desesperado, necesitas hablarle—dijo serio.

—Bien, pero hoy no, saldré con mi hermana al cine.

Bloqueo el móvil cortando la llamada, y lo dejó en el mismo lugar donde se encontraba anteriormente. Regresó con su hermana la cual comía felizmente unos pequeños dulces de colores.

—¿Nos vamos?

—Claro.

Salieron del departamento y caminaron las pocas calles que los separaban del cine que había visto anteriormente.

Por otro lado Diego manejaba a la casa del chico de cabello ruloso, este no le contestaba y por alguna razón un mal presentimiento se instaló en su mente. Al llegar tocó el timbre varias veces, con una ansiedad creciente en su pecho. La puerta fue abierta por un Emilio recién bañado, el cual solo tenía una toalla blanca rodeándole de la cintura para abajo. Gotas caían de su cabello a su cuerpo trazando inexistentes caminos hasta desaparecer.

—Entra, iré a cambiarme o moriré de hipotermia.

Diego asintió con el alivio extendiéndose en su ser, había sido bastante paranoico. Se sentó en el sofá y esperó paciente, su amigo no tardó mucho en bajar vestido. Tenía un simple pantalón gris y una sudadera rosa junto a sus inseparables vans.

—¿Averiguaste algo?—fue lo primero que preguntó.

—Está aquí, va a ir con su hermana al cine—le contó.

—¿Pues qué esperamos?, vayamos a buscarlo—caminó hacia la puerta, pero un brazo lo detuvo.

—El dijo que si hablará contigo, pero ahorita no.

—¡Necesita ser hoy!—exclamó impaciente.

—¿Por qué?

—Si no se lo digo hoy, no sé si pueda hacerlo después.

—¿Decirle qué?

—Que me gusta como nunca nadie antes—explicó avergonzado.

—¿Y Ana?—inquirió.

—Se que al final va a entenderlo—respondió recordando lo que la mujer le había dicho poco tiempo atrás.

—Ese es el Emilio que conozco, vamos, sólo hay dos cines aquí cerca.

•accιdenтalмenтe enaмorado• EMILIACO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora