La venganza se sirve en un plato frío

157 17 3
                                    

  La anciana comía despacio su bolsa de palomitas. Parecía estar disfrutando de la película, pero en realidad observaba a la pareja de la fila de delante. La sala del cine estaba oscura, pero aún así perfiló el rostro del chico asegurándose de que era él.

Había estado vigilándolo varios días y había trazado un patrón de su horario. Iba al instituto por las mañanas, luego iba a una academia de inglés y volvía a casa. Algunos días quedaba con sus amigos y otros con su pareja. Pareja con la que engañó a su nieta.

Holly era una anciana amable y cariñosa, tenía dos gatos adorables en casa y siempre que cocinaba sus ricos platillos dejaba que sus vecinos probaran algún bocado. Además, por si no fuera poco, se encargaba de mantener las plantas del jardín del edificio. Todo el mundo la adoraba. Y cuán equivocados estaban, pues el asesino en serie del que hablaban constantemente en las noticias, era ella.

Hacía media hora que Holly se había acabado las palomitas. Y cuando acabó la película se levantó al mismo tiempo que la pareja de la fila de delante. Los siguió hasta la salida del cine y observó como se despedían con un beso.

Entrecerró los ojos y apretó con fuerza su bolso, y cuando el chico se dispuso a caminar para irse a su casa, ella se subió en su coche. Encendió el coche con su lentitud habitual, se abrochó el cinturón de seguridad y puso una de sus canciones favoritas. Cuando se encontró con el chico, aceleró y dejó que su automóvil lo aplastara.

La caja de los relatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora