Memorias de una detective enamorada

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Había algo en mi compañero Smith que me enloquecía solo con su mirada, era un hombre misterioso, uno de los pocos que lograba sonrojarme y ponerme nerviosa. Su caballerosidad eran detalles que me hacían caer en cuenta que deseaba que me trataran en algunas ocasiones con cierta delicadeza.

Hace Dos años atrás.

Me asignaron un caso muy especial, el cual los demás detectives no querían tomarlo debido a que involucraba a peligrosos jefes de la mafia, yo toda novata no comprendía por qué todos se rehusaban a ser mi compañero para este caso, hasta que Smith se ofreció para que me sintiera siempre segura, o eso fue lo que me dijo tiempo después. Cuando le agradecí en ese momento por aceptar ser mi compañero en este caso, este me respondió que no permitiría que lastimen a la mujer más hermosa de todo el departamento de policía. Yo me sonrojé tanto que me daba un poco de vergüenza que me siguiera mirando.

Estando en el vehículo de mi nuevo compañero, le quise dejar algunas cosas en claro, no quería que pensara que por ser la "nueva" me tratara como si no supiera cuidarme por mi cuenta.

–No es necesario que me "proteja" de los malos detective Smith, yo puedo cuidarme sola y se cómo persuadir a los testigos al momento de interrogarlos al igual que lo hace usted–.

A lo que Smith me respondió –Hay una regla general que debemos cumplir cuando estemos en privado señorita Anderson y es que no son necesarias las formalidades entre nosotros, llámeme James y como todo un caballero que soy, debo preguntarte antes si ¿me permitiría llamarla por su nombre? –.

Vacilé un poco ante su petición, sabía que no debía mezclar las relaciones personales con el trabajo, pero aun así le respondí algo nerviosa

–Claro, detecti... digo, James–. Un poco sonrojada le confesé –me cuesta llamarlo así–.

–se acostumbrará– me respondió mirándome con sus ojos verdes penetrantes.

–¡maldición, sí que es guapo! – Pensé para mis adentros.

–bueno, Jam... James, como le decía anteriormente, deje que yo me ocupe de interrogar al testigo–. Le sugerí.

–No–. Me respondió tajantemente y sin pensárselo. –No puedo dejarte hacer esto sola. –Continuó– Si algo malo te llegara a suceder, mataría sin dudarlo a todos ellos–. me respondió algo angustiado. Hubo un pequeño silencio algo incómodo entre nosotros mientras james seguía manejando.

Una semana después de estar trabajando juntos, mientras estábamos en nuestro descanso en el interior del vehículo, me hizo una petición que me tomó por sorpresa

–Zarah, tú... ¿aceptarías salir conmigo? –. Me preguntó un poco nervioso. –Claro que como amigos–.

Dudé unos segundos, hace tiempo que nadie me pedía salir y hasta empezaba a perder las esperanzas de encontrar a alguien que lo hiciera, pero terminé aceptando su invitación, aclarando que "solo como amigos".

Más tarde por la noche, luego de nuestra "salida como amigos", nos habíamos pasado un poco de tragos, pero aún no queríamos que acabara esto, por lo que me propuso irme a dejar a mi departamento y tomar una taza de café, solo con el fin de rebajar el alcohol que teníamos en la sangre. Era el pretexto más burlesco que había escuchado, no era ninguna niña ingenua, sabía bien lo que me proponía y me gustaba eso, me encantaban esos juegos sucios.

Al llegar a mi departamento, tomamos el ascensor, al menos yo me encontraba tan mareada que no hubiera podido subir por las escaleras, el aprovechó el instante en que las puertas del ascensor se cerraron para empezarme a besar. Al salir del ascensor, el poco a poco me dirigía hacia mi habitación, era uno de los pocos hombres a los que invitaba a pasar a mi departamento.

Me dejó delicadamente sobre mi cama, tomando mis manos y elevándolas por encima de mi cabeza mientras me besaba y mordisqueaba la parte inferior de mis labios, quería soltarme, quería tocarlo y no me lo permitía, sí que tenía mucha fuerza en una sola mano para poder agarrar mis manos entre las suyas. Llegué a sentir como masajeaba el centro de mi intimidad por encima de mis bragas, me sonrojé por la excitación que despertaba en mí con sus dedos que se movían hábilmente, los espasmos que producía mi cuerpo me estremecían y eso que recién habíamos empezado, pero quería más.

Logré por fin soltarme de él y posicionarme encima suyo, era mi turno de hacerlo llegar al límite, me mecía suavemente en su erección, no era necesario que lo desnudara, sabía que esto lo excitaba. Estuve desprevenida cuando un cosquilleo se produjo en mi vientre y al cerrar los ojos para disfrutarlo, en escasos segundos me encontraba debajo de sus brazos.

Sin perder tiempo me despojo de mis bragas e introdujo sutilmente 2 de sus dedos en mí, me sentí extrañamente incomoda, nunca en mi vida había tenido este tipo de encuentros.

–espera, espera no hagas...–. Le supliqué.

Me había quedado sin aliento, cuando de repente empezó a mover sus dedos dentro de mí. Fue tan exquisito el placer que me inundaba que creía que no era capaz de aguantar más.

Mientras lo veía desabrocharse el cinturón y sacar su protuberante y venoso miembro, cerré mis ojos mientras sentía un intenso orgasmo al imaginarme como se sentiría tener todo eso dentro de mí. De repente dejó de mover sus dedos, por lo que enfurecida y excitada al mismo tiempo exclamé –¡NO PARES! –.

–Entonces, Pídemelo–. Me dijo mirándome a los ojos, mientras se colocaba el condón.

–¡¿Que?! –. Exclamé ya casi sin aliento.

–Como escuchaste, pídeme que te haga mía–. Que cruel era pensé en ese instante, pero a la vez era justo, me estaba haciendo sentir una mujer de verdad.

–Hazme tuya, te quiero sentir adentro de mí–. Supliqué.

Sentí como nos conectábamos, sentí como me penetraba intensificando aún mucho más mi placer, me encogí de gozo mientras incrementaba sus embestidas, definitivamente mis sospechas eran ciertas; "era la clase de amante que siempre deseé tener". Mi cuerpo me traicionó, creía que podía controlar todo tipo de excitación, pero con él no pude, simplemente no pude, mi cuerpo temblaba en sus brazos mientras él me sostenía poniendo su mano en mi intimidad para calmarme.

No podía negar que me sentí deseada esa noche, él aún seguía dándome pequeños besos en mi espalda y cuello

–Por lo visto tienes mucha experiencia con las mujeres–. Le pregunté curiosa y hasta con algo de celos de pensar de que ha hecho gozar a tantas otras mujeres como a mí. El no respondió mi pregunta, pero me confesó.

–No sabes cuantas veces fantasee con este momento, juré que si se daba la oportunidad no la desaprovecharía–. No sabía que responderle...

–ahora duérmete, mañana será un largo día–. me ordenó. Y no lo desobedecería, estaba tan cansada que no me di cuenta cuando me quedé dormida. 


Continuará...

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2019 ⏰

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