Apartó los sedosos rizos del rostro ajeno, apreciando la cortina verdosa de pestañas, tan largas que acariciaban delicadamente las mejillas pálidas. Cuidando de no despertarlo, delineó con suma suavidad el contorno de su rostro, embelesado con las tenues constelaciones de manchas café que adornaban la tez del menor, concentradoras principalmente en su nariz respingada y en sus perfectos pómulos.
Sus labios se encontraban entreabiertos, soltando mudos suspiros con cada respiración, naturalmente rosas y suaves como los pétalos de las flores, le llamaban. Acercó su rostro con timidez, dejándose llevar por sus impulsos, rozó levemente la boca de Izuku por un par de segundos antes de retroceder para seguir admirándolo. Era hermoso. Increíblemente hermoso. Y al menos, en esos breves momentos podía sentirse feliz y afortunado con la cruel mentira de que él era completamente suyo, ahora y siempre.
La llama de la vela que alumbraba tenuemente sus cuerpos terminó de consumirse y los dejó en la completa oscuridad. Sin poder seguir apreciando la belleza del omega y con un repentino insomnio, su cabeza comenzó recordar la noche anterior y todas las declaraciones del menor que descansaba sobre su brazo y pecho.
Siendo sincero, a pesar de la seguridad expresada por el omega y por más que con todo su corazón quisiera creer que todo estaría bien, la presión de su pecho no cedía. No sólo los separaba un compromiso, Izuku y él era de mundos diferentes también, no estaban en el mismo nivel. Él era un príncipe y el un simple salvaje, un bastardo sin un rol, obligado a abandonar a su pueblo en cuanto cumpliera la mayoría de edad. Izuku debía estar con alguien mejor, alguien que pudiera darle la vida que estaba acostumbrado y que merecía.
Pensar en ello le hizo recordar la verdad de su origen, y la razón por la que sus deseos de estar con el peliverde eran un disparate, uno con consecuencias devastadoras si llegasen a descubrir su relación. No podría perdonárselo nunca si algo le pudiera suceder a Izuku, no soportaría vivir.
Él no tenía a nadie a quien podría aferrarse para vivir como su madre hizo con él. Él, el hijo del hombre que más amó a pesar de estar prohibido... del hombre que probablemente aún amaba. Jamás en su vida había visto llorar a Mitsuki Bakugou, ni siquiera cuando la madre de Denki murió, apesar de que sabía le tenía un profundo cariño. El recuerdo de verla con las mejillas empapadas arrodillada frente la tumba de su padre revolvió su corazón.
Masaru, ese era el nombre de su padre. Un nombre extraño para él, desconocido hasta hace uno días, sonaba agridulce en su boca. Un alfa noble, con esposa y un hijo, que había cometido el error de enamorarse de la persona equivocada.
Suspiró agobiado de sus propios pensamientos, mirando al techo cubrió sus ojos con su brazo libre, dispuesto a dormir otra vez, al fin y al cabo todavía faltaban un par de horas para el amanecer.
Cuando estaba a punto de volver a conciliar el sueño, los suaves toques en su pecho desnudo se lo impidieron. Sintió el movimiento a su lado y como la presión en su brazo izquierdo desaparecía al igual que la calidez en su costado. No quiso descubrir sus ojos, incapaz de poder soportar ver la espalda del pecoso abandonarlo al caer en si y arrepentirse de todo. Sintió como el omega abandonaba por completo el lecho, también sintió el susurro de las ropas y los pasos hacia la puerta, al igual que a esta cerrándose.
Las ganas de llorar lo invadieron en cuanto el cuarto se sumió en el completo silencio. Pensó estar preparado para esto, pero no era así, no lo estaba, para nada lo estaba. Le pareció muy cruel ser abandonado de esa manera, sin siquiera verlo a la cara. Se sentía extremadamente triste y frustrado, con unas inmensas ganas de ir tras él, pero no podía hacerlo, debía controlarse.
Por más que lo intentó, no pudo, no podía dejarlo ir, no quería hacerlo. No soportó por mucho más el silencio desolador, y el aroma a menta y vainilla en su cama lo enloquecía.
De un salto se incorporó, dispuesto a correr tras el omega y de ser necesario suplicarle de rodillas que no le dejase solo. El sorpresivo grito de susto proveniente de la puerta lo descolocó. Aunque con dificultad por la completa falta de iluminación, pudo distinguir que el bulto oscuro y tembloroso parado frente a la puerta era una persona. Con rapidez prendió una vela cercana y cuando por fin la habitación se vio iluminada por la luz amarillenta no pudo evitar enrojecer por lo que observaba. Igual o más rojo que el mismo, Izuku se encontraba completamente desnudo frente a él.
Al verse tan expuesto por el evidente escrutinio del mayor, el peliverde se sintió extremadamente avergonzado, aun más de lo que estaba minutos atrás, cuando tardaba en juntar valor para acercarse al alfa en la seguridad de la oscuridad. Perturbado y tímido se agacho cubriendo su cuerpo como pudo.
― No me veas así, es vergonzoso.
― ¿Por qué...?
― Tu aroma... no a dejado de ser triste... yo sólo quería confortarte.
― ¿Cómo puedes saber eso? No he dejado mostrar mi aroma.
― Mi nariz es muy sensible, mi mamá dice que es como un don ― sonrió con melancolía ― puedo oler todos tus sentimientos, Katsuki, y se que no confías en mi y estas inseguro de todo esto.
― Confío en ti, pero...
― Quieres hacerlo, lo se. No puedo hacer nada hasta no regresar a casa, pero esto tiene solución, sólo déjamelo a mi...puede que no puedas creer en mis palabras aun,― el peliverde se acerco a paso lento a la cama intentando que los nervios y el pudor no lo controlasen ― pero confía en mis gestos, no estoy jugando...―tomando las manos del alfa las guió hasta apoyarlas en sus caderas y completamente sumiso inclinó su cuello para él ― Todo mi es completamente tuyo.
...
― Perdóneme, príncipe. Intente seguir su rastro pero se adentro en tierra de salvajes ― el alfa de ojos de rojos lo miraba con un gesto aburrido durante su explicación ―meterse ahí y toparse con uno sería un suicidio. Probablemente, el príncipe Izuku, ya está... ― Jin calló cuando el príncipe levantó una mano hacia un guarda para que abriera la puerta del gran salón.
Por la puerta ingreso Kurogiri, la mano derecha del príncipe regente, y tras él un beta de cabello negro y ojos celestes. Ambos se inclinaron ante el peliceleste en señal de respeto. Levantándose de su trono, Shigaraki se acercó al alfa rubio que se encontraba arrodillado frente a él.
― ¿Dónde fue que perdiste el rastro?
― Aguas abajo del río, en la frontera de Endeavor y Nomu, Alteza..
― Muy bien... ― y con total tranquilidad atravesó el estomago del rubio con su daga. Con rapidez Kurogiri se acercó para limpiar las manos de su príncipe ― Ya escuchaste, Dabi. Ahora, vete.
― Si, Alteza ― con ceremonia hizo una reverencia antes de salir a cumplir con su trabajo.
Gracias por leer!
No me maten, por favor! jajaja sólo esperen la próxima actualización. Se les va a dar, es una afirmación, no tengan dudas. Así que paciencia que lemon esta a la vuelta de la esquina.
Si les gusto y esperan con ansias que Deku y Kacchan se den todo su amor en el próximo capitulo, por favor comenten y regalenme su voto.
Besotes <3!
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Por la flor de mi alfa [HIATUS]
Fiksi PenggemarOmega y Alfa, finalmente juntos. Dos principes comprometidos desde pequeños, esperan ansiosos el día de su boda y vinculación. Los dos reinos brindan y celebran por su felicidad y prosperidad. Mas no todos reciben la noticia con alegría, sino como...