Con el pasar de los días, en los que ella ya no está tan presente en los mismos, me decido a por fin tratar de levantarme mi cama y dirigir mi camino hacia donde ella se halla, mientras puedo notar que una serie de sentimientos encontrados entre los que la melancolía y el nerviosismo dominan, se apoderan de mis pensamientos. Llego _como siempre_ quince minutos antes de que ella termine su jornada laboral, para que de esa manera, no tenga que esperarme, ojalá fuere siempre tan puntual para todo, pienso, pero no, sólo soy puntual porque se trata de ella. A pesar de que llego sólo quince minutos antes de su salida, siempre termino esperando cerca de treinta minutos pa' lo que me gusta esperar, sin embargo, ya le agarré gustito a la espera.
El primer momento difícil de la tarde se dio, cuando ella por fin llegó, ninguno de los dos sabía como saludar, razón por la cuál tomé el toro por los cuernos, me acerqué y sin más, el besé suavemente la mejilla, ella me jaló, acto seguido, sus brazos rodeaban mi torso; ambos, nerviosos, hicimos las siguientes preguntas al mismo tiempo _¿Cómo estás?_ _¿Qué estás haciendo?_, sonreímos por la coincidencia.
Sin duda alguna no le deseo a nadie la sensación de morir por besar a alguien y al final, no poder más que besar su mejilla, pero, ¡Vamos! algo es algo.
La tarde siguió su debido curso, y la costumbre se apoderó de la misma, con la excepción de que ya no somos más.
Mientras caminamos por la calle, la muevo a la parte interna de la acera en un gesto de protección, puedo ver sus intenciones de tomarme la mano, sin embargo, por azares del destino, no lo hace, ¡Carajo!
Por último, cuando la dejo en casa, lo único que puedo decir es que me dio gusto verle, mientras me acerco y beso con mucha ternura su mejilla derecha, "Nos vemos, preciosa, cuídate mucho", digo mientras esbozo una pequeña sonrisa, es lo último que puedo decir antes de perder la compostura que me caracteriza "Cuídate, niño listo, ya no tomes" , escucho, mientras veo su silueta perderse entre la obscuridad de la noche.
