Prólogo.

96 7 1
                                    

-Así que aquí estamos -dijo apartando la vista del horizonte, donde las nubes daban paso a un sol resplandeciente y el cielo se tornaba cada vez más azul.

-Aquí estamos. De nuevo. -Sonreí, contento de poder verla una vez más. Nunca sabía si iba ser la última o cuánto tiempo pasaría hasta que pudiéramos encontrarnos nuevamente...

-¿Por cuánto tiempo será así? No quiero esto, lo odio. Yo te necesito tanto en mi vida, Kyle. No tienes idea de lo duro que es ahora que mi madre... -Sus ojos se cristalizaron. Podía ver el llanto tras sus pupilas, el dolor; su frágil corazón quebrándose un poco más, como si su vida no fuera lo suficientemente complicada. Y me dolía. Esto me mataba.

-Si es un sueño, no me despiertes... -comencé.

-Si es una ilusión, no me lo digas -susurró ella rompiendo a llorar. Me apresuré a cubrirla con mis brazos y acercarla a mi pecho para darle consuelo.

-No sé por cuánto tiempo será así, pero si esto es todo lo que tenemos, vamos a aprovecharlo y disfrutarlo. Porque no me importaría tener que pasarme la vida así, siempre que pueda estar contigo.

Y esta ocasión fue silenciosa: ninguno habló. Simplemente estábamos sentados en el césped -ella entre mis brazos-, conscientes de que el rocío que humedecía el césped ensuciaba nuestras ropas, pero aun así disfrutando del canto de las aves, la fría brisa de la mañana y la compañía del otro. Sabía que estaba triste, sabía que sufría; sabía que esto era lo que necesitaba: tiempo para pensar y un hombro donde llorar.

El tiempo pasó como usualmente lo hacía: corriendo, inflexible e irrefrenable. Sin ninguna preocupación, sin darle importancia a lo que significaba eso para nosotros.

-Ya es hora -murmuró volteando su mirada hacia mí. Asentí, observándola.

Los bordes del plano en que nos encontrábamos comenzaban a tornarse borrosos y yo era consciente de que se debía a que iba a despertar. Pero no quería. Realmente no quería tener que dejarla de nuevo, sabiendo que volverá a su miserable vida de gente falsa, una madre enferma, un padre ausente y un hermano pequeño al que criar. No quería tener que olvidarla hasta la próxima vez que pudiera verla. No quería que ella me olvidara.

Y aunque cada segundo, cada caricia, cada beso, cada abrazo y cada palabra valiera la pena, seguía sin ser suficiente. No podía conformarme sólo con verla algunas horas de ciertas noches, si es que tenía suerte.

Pero por algún motivo así eran las cosas. El destino, la suerte, magia, o lo que fuera, impedía que esto fuera real en alguna otra parte más que en mis sueños o los suyos.

-Espero que lo recuerdes -dije fijando mi mirada en sus brillantes y grises pupilas.

-Espero que lo recuerdes -susurró como cada vez que éramos obligados a decir adiós.

Posé una mano en su pálida mejilla y me acerqué, lento y sin prisa alguna, hacia ella. Me detuve a escasos centímetros de su boca, dándome un momento para apreciar lo bonita que era. Podía oler su dulce perfume, sentir su cálido aliento y contar sus largas pestañas.

La besé sintiendo mi pecho rebosante de amor, mi boca ardiendo por su roce, mi corazón intercambiándose con el de ella...

-Tienes mi corazón -confesé en un susurro sólo audible para sus oídos.

-Ya despierta, Kyle. Vamos tarde a clases -decía mi compañero de cuarto abriendo las cortinas y lanzándome una almohada en la cara.

-Estoy despierto, estoy despierto -contesté algo atontado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 07, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Espero que lo recuerdes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora