En algún lugar, muy alta en el cielo, debía brillar la luna y enviar sus rayos a la tierra, pero aquí, la parte más alta de la Siberia Oriental, una tormenta había ocultado el cielo con la nevada desde hace meses. El viento soplaba con violencia por los desiertos salones del castillo azul. Las antorchas sobre la pared, empapadas de brea y pintadas de color butano, hacía ya mucho tiempo que decidieron dejar su inútil trabajo de iluminar los corredores.
Piotr, el gobernante, y algunos habitantes de Bluegrad, habían quedado aislados del resto del mundo por una tormenta que parecía no tener fin, el castillo se situaba a unas nueve millas de la ciudad más cercana. La nieve había bloqueado por completo el camino, los que decidieron quedarse, fueron alojados en el torreón de las doncellas en el interior del castillo, al menos hasta que pasara la tempestad.
Piotr ordeno mantener las puertas de la fortaleza abiertas para que cualquiera que buscara protegerse de la tormenta, el gobernante decidió permanecer en el salón principal, recibiendo a todo aquel nuevo inquilino de la fortaleza con comida sobre la mesa. Mientras esperaba, mataba el tiempo leyendo un libro de tapa dura, donde se relataban las historias de los antiguos gobernantes de la tierra azul.
Afuera el viento pareció lanzar un agudo grito. Piotr, intranquilo, levantó la cabeza, pero casi en seguida volvió a bajar los ojos para concentrarse en la lectura. Al fin y al cabo, sólo podía tratarse del viento. Pero el viento no suele desgarrar los muros, ni forzar las puertas como pidiendo que se le deje entrar.
Piotr se puso en pie. Un hombre alto, con el cabello corto y una abundante barba blanca que le llegaba a la altura del cuello. De rostro bondadoso, ojos claros, lagañosos y adormilados, pero a pesar de su edad, conservaba el físico regordete. Llevaba una túnica de lana blanca, con mangas voluminosas y un cuello de armiño negro e hilos de plata.
Su rostro arrugado, se iluminó con los tonos suavemente anaranjados de la luz de la antorcha que colgaba de una de las paredes del salón. De nuevo sonó aquel ruido, como si alguien se aproximara por el corredor exterior.
—Deben de ser algún desdichado que quiere que lo deje entrar, —pensó Piotr. —Sí, no puede ser otra cosa... —Sin embargo, no pudo evitar cierta vacilación. —Sería inhumano dejarlo fuera con ese frío, — se dijo a sí mismo.
Aunque no puede decirse que haga calor en el salón, pese a la chimenea alimentada por un grueso tocón de madera, podía ver los halos de vapor que se escapaban de su boca cuando respiraba. Y no obstante seguía dudando. Bluegrad estaba pasando una mala temporada y habían corrido terribles rumores por el pueblo.
Decían que un grupo de guerreros poderosos habían resurgido de entre la nieve, con corazas brillantes y azules, con el poder suficiente para detener la tormenta con una sola mano. Liderados por el príncipe Alexer, quien les daría la luz del sol y tomaría su posición como regente de Bluegrad. A Piotr, por cuyas venas corría profusamente la sangre vikinga de su padre, no le gustaban nada las cosas que estaban ocurriendo.
Antes de que hubiera decidido qué hacer con aquel extraño visitante, el suave gemido al otro lado de la puerta se convirtió en un golpe estruendoso. Se produjo un golpe atronador cuando algo increíblemente fuerte y pesado se lanzó contra la puerta. La puerta se conmovió en su marco y un soplo de viento dejó entrar por la parte de arriba del quicio, desencajado ya, unos copos de nieve.
El viejo Piotr dirigió la vista a su alrededor buscando algo con que apuntalar la puerta, pero antes de que pudiera hacer otra cosa que tomar la endeble silla en la que estuvo sentado hasta hacía poco, aquel estruendoso aire congelado golpeó de nuevo la puerta, con fuerza increíble, produciéndole una gran grieta de arriba abajo.
El aire frio que se colaba entre la puerta resonaba terriblemente siniestro, como si fuesen palabras pronunciadas por una garganta humana. Una garganta que él conocía bien. La puerta acabó por astillarse del todo, crujió y cedió. En un momento, aquella «cosa» espantosa estaría dentro.
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The Cygnus History: Natassia del país de hielo
Historia CortaSinigrado (Blue Graad en la versión original), es una antigua ciudad cuyos guerreros formaban un poderoso ejército que controlaba las regiones boreales durante la era mitológica. Cerca a este lugar, Hyōga, Santo de bronce del Cisne, es citado a pres...