Un avecilla con alas rotas.

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Bolivia, ya basta deja eso.

Toma la botella de licor en sus manos y yo me aferró a ella tanto cómo alguna vez aferré mis manos en su cuerpo, abrazándolo, consolándolo...¿dónde esta él para mí ahora?

¡No! Si vas a estar fregando (molestando) así mejor vete, Rusia. Que nadie te ha pedido que te quedes.

Mis manos quitan la botella de sus manos de una manera brusca, quizá tan brusca como la manera en la que he despreciado su compañía...que en realidad me hace sentir nervioso y a la vez feliz.

— No, no me lo has pedido —él se sienta en uno de los sillones frente a mí y saca un cigarrillo de color rojo...tal vez ya estoy bastante ebrio y me he imaginado el color.— ,pero estoy aquí.

Rusia da una calada profunda y luego sopla justo en mi rostro, lo ha hecho a propósito. Y yo agito mis manos para que ese aroma no me impregne.

— Si vas a fumar, no soples esa cosa asquerosa en mi rostro; muérete solo, ¿sí?

— ¿Por qué eres tan difícil, Bolivia? ¿Por qué es tan difícil obtener tu corazón?

Inhala profundamente aquello que antes ha dejado escapar de sus labios. En serio me gustaría poder corresponder a lo que sientes, Rusia. Pero mi corazón, mi corazón le pertenece solamente a él y créeme, incluso yo ya me he cansado de estar ahí para él; cómo una pequeña avecilla a la que le han cortado sus alas y debido al tiempo en cautiverio a olvidado cómo volar...solo y viviendo feliz en una jaula.

— Te amo, Bolivia. Sé que lo sabes te amo tanto, mi pequeñin, que si me lo pidieses; moriría por ti.

El calor se agalopa en mis mejillas y mi corazón palpita cómo si fuese un caballo del ardiente Gran Chaco de Tarija, indómito y salvaje.

— Lo sé, Rusia. Pero entiende que amo a una persona y por desgracia para ti e incluso para mí; esa persona no eres tú. Su nombre se ha clavado en mi corazón con una gran fuerza él es la poderosa excalibur y mi corazón es aquella simple piedra que se niega a soltarla.

— Entonces déjame ser aquel noble caballero que la saque.

Da una profunda calada más y vuelve a soltar el humo en mi rostro.

— Es decir que; quieres la piedra y no la espada, ¿para qué? Incluso yo tomaría a la espada y dejaría la piedra.

Mi cuerpo se siente extraño, el calor se adueña de todo mi ser y un cosquilleo me atormenta levemente...siento mucho calor. Así que tomo un trago enorme de mi delicioso Singani y al verme insatisfecho y con aquel calor aún mayor que antes tomo con desespero el vodka que la vez pasada él dejó aquí y lo bebo.

— ¿De qué te ríes?

Su risa es gruesa y demasiado ronca. Da una nueva calada y esta vez se acerca demasiado a mi cuerpo, siento su indice y su pulgar tapar mis fosas nasales y me veo abligado a respirar por la boca y solo entonces suelta aquel humo en mi rostro.

— ¿Qué mierda haces, Rusia?

Siento un extraño cosquilleo en mi abdomen y mi cuerpo empieza a tener espasmos extraños e involuntarios.

— Te amo, Bolivia. Eres el único que despierta mi lado más tierno, mi lado más sensible, mi lado más oscuro, eres...el único al que no puedo gritar o golpear a pesar de hacerme tanto daño. Soy indefenso ante ti.

— Rusia, tengo mucho calor.

— Mi pequeñin y eso que tú solo lo has inhalado —sus manos acarician mi rostro y me pego más a su mano sintiendo como miles de corrientes se esparcen en mi cuerpo— imagínate cómo estoy yo...que lo he fumado.

Sus labios se apoderan de los míos, demandando correspondencia y yo lo complazco, en busca de calmar ese calor que ha iniciado en mi cuerpo.

— Eres aquello prohibido que más deseo y amo —su boca viaja de la mía a mi cuello en dónde comienza a besar y dejar marcas suyas— Quiero que seas mío y de nadie más.

Sus dientes se clavan en ese espacio entre mi clavícula y mi garganta, pero no hay dolor en lo absoluto.

— ¡Ah! Rusia.

Su nombre escapa de mis labios en un gemido ahogado y al sentir sus manos debajo de mi ropa, acariciando mi abdomen son más y más los gemidos llenan la habitación.

Quiero que me pertenezcas a mí, tanto y más de lo que le perteneces a él. Con una diferencia; que no importa cuanto llegues a amarme yo siempre te amaré aún más.

Ayer tus manos eran fuego y hoy son un sol ardiente. Ayer tu voz era trinar de ave  y hoy es mi más hermoso canto de ángeles del cielo. Sé que mañana seguirán siéndolo y tengo la esperanza de que sí.

Quiero que me ames hoy, mañana y siempre...hasta que mi cuerpo haya dejado de respirar y quiero que mi último aliento sea dedicado a ti...nuevo dueño de esta avecilla de alas rotas, hoy me liberas de mi jaulita de plata...para llevarme a una de oro.

El perdón. [RusiaxBolivia] [ChilexBolivia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora