Capítulo 16 🏹 Desaparición

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Una lluvia torrencial caía sobre el patio de armas, llevándose consigo la sangre derramada durante el Asedio al Castillo Oscuro.

Kaly observaba la pira funeraria arder con una expresión desolada y vacía, mientras el agua le resbalaba por el rostro y la trenza deshecha.

Ya había amanecido y se podía decir, con toda certeza que nadie en la fortaleza durmió esa noche.

Los caballeros que quedaban en pie se esforzaban por mantener vivo el fuego que consumía los cadáveres, mientras los otros arrojaban hierbas sagradas para despedirlos; pero el verdadero propósito era evitar que el olor de la carne quemada lo impregnara todo, comprendió ella lúgubremente.

No era una tarea fácil porque la tempestad caía con fuerza, como no lo había hecho en más de un año y amenazaba con extinguir las llamas. Escudos, lanzas, arcos, yelmos y hombres eran consumidos por el fuego, formando un amasijo espantoso de metal y carne. Aún se podían distinguir las alevillas cruzadas por una lanza y las olas negras en los estandartes chamuscados de Naresya y del Reino de Edron, respectivamente. Los hombres del reino caídos durante la invasión, serían enterrados en las Criptas Sagradas de Bosqueoscuro, bajo las raíces gruesas y profundas de los arkones, como dictaban las costumbres en el Norte.

—No ha sido tu culpa, princesa Kalyana — murmuró una voz melodiosa a sus espaldas.

Kaly ni siquiera se volvió hacia la figura pálida y esbelta que la miraba con gran pesar.

—El príncipe Edron venía para tomar el Castillo Oscuro por asedio — añadió, acercándose a ella y el agua empapó velozmente su melena plateada —. Nos habría atacado de igual modo, aunque te hubieras marchado con él voluntariamente.

Las palabras de Tarsia que buscaban reconfortarla caían en la oquedad de su alma sin lograr su propósito. Kaly estaba convencida de que Edron había venido por ella y que no se hubiera derramado tanta sangre, de haberse marchado con el príncipe cuando él se lo pidió. Todavía recordaba la expresión perversa en los ojos rojos del ave negra antes de emprender el vuelo, y sabía que Edron Saravenkot regresaría por ella pronto.

—¿Cómo está el príncipe Alakron? — inquirió Kaly, sin apartar la vista de la hoguera.

—Recibió dos heridas de espada — comentó —, pero el maestre Menkel lo está curando con las Hojas del Beso y sé que no tardará en levantarse y empezar a hacer chistes inapropiados.

Kaly se volvió hacia Tarsia y vio la tenue sonrisa que apareció en su expresión, opacada por dos cortes que tenía en la comisura de sus labios y en la mejilla derecha. La sangre resaltaba demasiado contra su piel diáfana y delicada.

—¿Aún no despierta la hermana del Rey? — preguntó.

La princesa Tarsia sacudió la cabeza suavemente.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora