Cuando quise aprender a esquiar no me imaginé que iba a querer dejar de hacerlo al momento de empezar. Ya había hecho parapente, bungee jumping, tirolesa y me había tatuado. Hablaba tres idiomas y me había tirado de culipatín. Pero eso era historia antigua. Estaba cerca de cumplir los 30 y necesitaba seguir tachando ítems de la lista que había escrito a los 20. Claro, el error fue pensar que yo sería la misma persona toda la vida.
El instructor reunió al grupo y dijo que la base del cerro era más bien para los más chiquitos y que no tendríamos problemas en la pista principal. Dijo también que los esquiadores se lanzaban por turnos y los más experimentados notaban quiénes eran nuevos en esto y los respetaban y hasta ayudaban. Y dijo: "Caminamos sobre un monstruo. Si no nos cuidamos entre nosotros, ¡qué vamos a hacer cuando el monstruo se enoje!". Se suponía que ese comentario debía causarnos gracia. Bueno, lo hizo en casi todos. Yo no me reí. Pensé que a los 20, el mismo comentario me hubiese provocado alguna sonrisa. Pero claro, sería un error pensar que a los 30 alguien es igual que a los 20.
Subimos en un teleférico hasta una segunda base, un poco más chica que la anterior. No voy a mentir, me quise volver al pie del cerro. Si el aire no hubiese sido tan fresco, probablemente no habría podido respirar. Apenas si me podía mover entre tantas camperas rompeviento, gafas espejadas y los colores fluor. "Me quiero bajar", pensé. No me iba a bajar. Ya había hecho parapente, bungee jumping y tirolesa. El secreto está en dejar de escuchar. Yo tenía una técnica: se basaba en cerrar los ojos con fuerza y contener la respiración al punto del desmayo. Un amigo me había dicho que cuando el cerebro deja de recibir oxígeno, deshabilita lo que no es necesario para su supervivencia. Y funcionaba.
Cerré los ojos con fuerza. Cuando cierro los ojos con fuerza, también aprieto los puños. Contuve la respiración y, sí, silencio. Era perfecto. Ya no me molestaba nada.-De a dos a la fila! Cuando viene la silla, flexionen las rodillas y déjense caer hacia atrás! Vos y vos, adelante. Nos reunimos todos arriba. No se manden sol...Ya estaba en el aire con las piernas flotando y los esquíes, como dos patas de liebre, sobresaliendo hacia adelante y hacia atrás. En la aerosilla no se puede mirar hacia adelante. Todo es arriba o abajo y uno tiene que decidir. ¿Arriba o abajo? Abajo. Abajo se veían hombrecitos y mujercitas del tamaño de soldaditos. Desde una aerosilla solo es posible hablar en diminutivo. Hacia la derecha, un saltito, hacia la izquierda. Así, en ese patrón, montaña abajo. Un hombrecito atrás de otro hombrecito. Lo hacían parecer fácil. Debía serlo. Ya había hecho parapente, bungee jumping y tirolesa. Debía ser fácil. Más fácil que tatuarse. De abajo a arriba. Llegué. Llegamos. Y todo el grupo esperó el primer ejercicio de la tarde. Uff! Movimientos básicos. Sí, podés verme golpeándome la frente con la palma. Movimientos básicos significan bajadas básicas, descensos simples. Aburrimientos asegurados. Más movimientos básicos. Que las piernas así, que el culo hacia atrás, que debemos ser aerodinámicos para levantar velocidad. Que salgo con el tercer grupo.
Primero los primeros. Segundos los segundos. Parecen profesionales. Las piernas las tienen así, el culo hacia atrás, son aerodinámicos y levantan velocidad. Debía ser fácil. Ya había hecho parapente, bungee jumping y tirolesa. Debía ser fácil.
Eramos tres. Era mi turno. Era nuestro turno. Los grupos eran de a tres, pero faltaba uno. El otro se acobardó. Eramos tres, pero tuve que ir sola. Estaba aterrada. Pensé que a los 20, la misma situación me hubiese dado fuerzas. Pero claro, sería un error pensar que a los 30 alguien es igual que a los 20. No tenía 20 y estaba aterrada. Aterrada y con el grupo cuatro, cinco y seis, detrás mío. Mirándolo todo. El cobarde decidió ser cobarde. Pero esa no podía ser mi reputación. Ya había hecho parapente, bungee jumping y tirolesa. Debía ser fácil. Y salté.
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De cómo sobreviví a la nieve y algo más.
Short StoryLa siguiente historia está basada en un hecho real que me contó una compañera de trabajo. Si hay personas sensibles en la sala, léanla igual! El relato se titula "De cómo sobreviví a la nieve y algo más".