Impulsado por su deseo de venganza, Lucio siguió cautelosamente al único sobreviviente de la masacre provocada por el en Villaloza, hasta la iglesia de la ciudad. Una vez allí rodeó el lugar hasta encontrar una puerta trasera, burló la cerradura e ingresó al establecimiento hasta alcanzar la planta alta.
Permaneció en silencio esperando ver a al hombre detrás de todo esto y una vez que lo distinguiera, ejecutarlo inmediatamente. Fue entonces cuando percibió a dos individuos hablando:
—Han muerto todos, decapitó a cada uno de nuestros hombres, a todos.
—Calma soldado, está a salvo ahora
—Usted no entiende padre, las balas no podían detenerlo, sus heridas sanaban en cuestión de minutos. Esa cosa no puede morir, yo lo vi con mis propios ojos.
Y viene por ustedes, por todos nosotros. Estamos acabados.—Oh hijo mío no te preocupes, ven aquí, sanaré tu dolor. No tengas miedo, nuestro señor nos protegerá de todo mal.
Lucio escuchó toda la conversación silenciosamente y luego de ver cómo el padre ejecutó el disparo mortal, sintió inmanejables impulsos de arrebatarle la vida en un solo movimiento, pero unos breves pensamientos lo detuvieron e hicieron que cambie de opinión: el padre debía pagar por lo que hizo y sufrir detenidamente antes de partir. Y lo mas importante, estaba claro que también sabía donde podría estar lo que le fue arrebatado hace tiempo atrás, otro punto en contra primordial por el cual sería inconveniente liquidarlo.
Así que se limitó a observar cómo este se deshacía del cuerpo y luego, se dirigía a su morada.
Ya sabía lo que había hecho, donde vivía y eso era más que suficiente. Así que se retiró.
Pasó por una tienda local, compró algo de ropa y luego se alojó en un hotel de la localidad de un viejo conocido que le debía un favor a su padre, después de que este lo ayudara con las finanzas en tiempos difíciles años anteriores.
—Espero que con esto mi deuda esté saldada Lucio, estoy enterado de qué hay algunos en la ciudad detrás de ti, pero haré la vista gorda siempre y cuando me asegures lo primero —comentó el dueño.
—Dalo por hecho, ahora necesito una habitación para refugiarme donde pueda estar tranquilo Bill, todavía tengo algunas cosas que hacer por aquí —respondió—
—Puedo hacer eso por ti, pero no quiero involucrarme en nada más. Esos arrogantes de la Cruz vendrían por mi en cuestión de horas y ya no estoy para esas cosas —finalizó—
Cabe mencionar que la élite de la ciudad estaba dividida en tres grupos: Las cruces rojas y otros devotos de la iglesia católica muy adinerados, en mayoría, por herencia. Grandes empresarios locales y extranjeros que invertían en el lugar y residían allí y por otro lado, un pequeño sector de la población que había llegado al éxito y la fama producto de tratos y favores de dudosa procedencia. Y estos últimos jamás se mezclaban con los demás. Tal era el caso de Bill, un hombre que a fines del año antepasado presentó a su empresa en quiebra y semanas después resurgió de las cenizas, como por arte de magia, quedándose con más del 50% de turistas que ingresaban a la ciudad.
Allí Lucio, en la última habitación del piso 23 del hostel Sun dedicó dos días sin salir ni descansar en idear un plan para acorralar a Carlos III y atacar a la cruz roja sin llamar mucho la atención, pero el odio que sentía y la frustración de haber perdido a su amigo interrumpían constantemente sus pensamientos.
Se tomó un breve descanso y trató de despejar lo recuerdos de lo ocurrido en los últimos días, al menos por un momento.
Pidió comida china mediante una aplicación y en cuanto esperaba, se puso a ver televisión. Pero era en vano, el viejo Alfred no salía de su cabeza. Hizo zapping incontables veces cuando de repente logró oír el relato de varios periodistas, y fue entonces cuando un canal local captó su atención:"Tres homicidios continuos provocados por envenenamiento mantienen atemorizados a los lugareños de la ciudad"
—Lo que me faltaba —exclamó—
Claramente sabía quien estaba detrás de todo esto, y peor aún, que no se detendría hasta aburrirse por completo o finalizar con su cometido.
Las cosas no estaban bien para Lucio, y este asesino suelto solo confirmaba lo dicho, dado que en ocasiones anteriores, un sinnúmero de esos asesinatos se le atribuían a él.
Supuso que sabría dónde encontrarlo: en algún bar de la ciudad.
Así que para pasar de ser percibido se vistió con ropa informal, un gorro del equipo de basquet local, anteojos y salió.Recorrió cada uno de los bares de la ciudad sobornando a cual seguridad se cruzase con la excusa de que era menor y así no tener que demostrar su identificación, precaución que decidió tomar por sí acaso. Hasta llegar a un club nocturno muy famoso de la localidad, donde, después de un interminable reparto de billetes, logró ingresar al VIP.
Buscaba a alguien arrogante y egocéntrico, motivo por el cual si no se encontraba en este sector, directamente no era el lugar indicado.
Entonces lo vió, el joven que buscaba se situaba justo en la barra al lado de una botella de jack daniels fire por la mitad, de espaldas al salón.
—Que diablos haces aquí? —preguntó—
Baaldom detuvo la dirección de un vaso que iba camino a su boca, observó a Lucio por un momento y una vez que lo reconoció, no pudo evitar sorprenderse
—No te creo. Pero si eres tú, disculpa es que con esa vestimenta casi te confundo con algún fanático de los esports. —dijo en modo de burla mientras sonreía como si realmente estuviese feliz de verlo, y luego agregó:
—En fin a mi también me alegra mucho verte, y si también te he echado tanto de menos..
—Te has estado divirtiendo? Porque me parece genial la forma en que tiendes a llamar la atención, maldito idiota —contestó Lucio sarcásticamente mientras se servía una medida para él.
—Lo dices por los muertos? Descuida todos ellos eran personas malas y repugnantes. Excepto el policía de tránsito aunque no iba a pagar una multa por exceso de velocidad, o si?
—bromeó—Esa noche, después de casi 65 años, los hermanos se volvieron a ver las caras.