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Gary suspiraba frustrado por enésima vez, de nueva cuenta su padre buscaba sabotearlo; desde aquella llamada su vida se había vuelto un caos, no obstante, él era un buen jugador y no se daba por vencido, se esforzaba más que el resto y trataba de sobresalir a cualquier costo, su abuelo no estaba en su contra pero tampoco estaba totalmente de su lado y eso hacía las cosas más complejas para él.

Era el mejor alumno y eso era indiscutible, había ganado aliados pero también su padre se había empeñado en que él no saliera del camino que había marcado para éste, saboteando algunas grandes oportunidades y obstaculizando otras, no obstante, Gary era muy astuto y había elegido bien sus batallas, haciendo de está una batalla silenciosa pero severa, en donde la inteligencia y la diligencia eran las protagonistas, un solo error y podía costarle caro tanto a Gary como a su padre.

Aunque Gary deseará renunciar a todo, le era imposible hacerlo, eso supondría muchas dificultades, al menos, podía estar más tranquilo con Ash, ya que investigando de forma clandestina había hallado que el hombre que se había vuelto en su padrastro era un hombre con mucho poder y eso le beneficiaba a él, pues, podía contar con que su padre no hiciera nada estúpido para dañarle debido al renombre de Giovanni Boss y lo que él significaba en el mundo de los negocios, aún así, no podía confiarse, pues no se le pude dar nunca la espalda a una serpiente, sin embargo, él también albergaba en sí mismo mucho veneno.

No obstante, todo tomaba factura y él se notaba más delgado de lo normal, su perfecto semblante había decaído y las ojeras eran cosa de todos los días, demostrando su esfuerzo, dedicación y sacrificio, su piel ya no brillaba mucho y, aunque siempre estaba pulcro, solía ser solo un fantasma de su viejo yo, aún así, seguía siendo muy guapo y codiciado, manteniéndose aún en buena condición física, entrenando siempre que tuviese alguna oportunidad con sus amados Pokémon.

Estaba dispuesto a pagar cualquier precio y no caería sin luchar, pero, a su vez sabía sus límites y cuando retirarse, ya que no quería fallecer o perder la cordura tampoco, no,  sin antes cumplir su promesa y conseguir de vuelta aquel trébol que lo unía a su madre y era el símbolo final de la realización de sus deseos.

En esa etapa de su vida se sentía como una pupa, una larva que había consumido su vida y sacrificado todo para cambiar y posteriormente volvería a resurgir como algo diferente, la pregunta era, ¿sería una mariposa o una polilla? ó ¿quizá otra cosa?, no sabía que esperar, solo sabía que debía avanzar, no podía mirar tampoco atrás, no se estaba permitido el dudar, simplemente él era como las estaciones y, actualmente otoño marcaba su situación, pero a las puertas del invierno se hallaba sin compasión.

Números, letras, investigaciones, prácticas, anotaciones, falsedad, eventos sociales a los que odiaba, hipocresía y demás; sus fragmentos estaban más y más agrietados, nadie se daba cuenta de su situación o todos fingían ignorarlo, creyendo u obligándose a creer que simplemente el muchacho era estudioso y su apariencia era por ello, cosa que en parte era cierto, sin embargo, su mente era un enjambre de pensamientos y preocupaciones, si alguien le preguntase ¿cuándo fue la última vez que se divirtió? seguro no sabría que contestar, pero, en automático diría que fue investigando y no sería del todo incierto, pues, disfrutaba más de los Pokémon que la gente en sí, ya que por desgracia la mayoría le había enseñado a odiar y desconfiar, no así aquel a quién él amaba, aquel quien siempre había sido su luz en la oscuridad, en esa habobinable oscuridad que marcaba su vida sin piedad.

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Admiraba la Luna en el firmamento mientras que editaba parte de su tesis final, cuando, de pronto sintió que el viento se colaba por la ventana de la habitación que ocupaba en el campus, sintiendo como si éste acariciara su rostro, suspirando inconscientemente y llevando sin querer la mano a su cara, a su vez, escalofríos llegaron a su cuerpo tenuemente y, la imagen del pelinegro paso fugaz por su mente, sintiendo una conexión con él, pero, de inmediato sacudió su cabeza por tan absurda premisa, llevando la mano a su boca y sonriendo, creyendo así que era hora de descansar; sin saber que en algún lugar de Ciudad Verde aquel pelinegro de sus pensamientos suspiraba y clamaba por él bajo el mismo cielo estrellado...

TrébolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora