Prólogo

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     Antes que el mundo humano existiese como tal, había tres planos intangibles que le rodeaban. El más antiguo era el "Etéreo" donde yacía un guardián grande, como una sombra con largos y esqueléticos brazos, el cual se encargaba de los ciclos vitales de todo ser vivo en la tierra, por lo que eventualmente, recibió el nombre de "Muerte".

     El segundo plano era denominado por sus habitantes como "El reino de luz" donde reinaba una criatura antropomorfa, ambigua, gigante también y que expelía un áureo fulgor. La criatura, más tarde conocida como "Dios", se encargaba de juzgar las almas de los seres que "Muerte" le enviaba, decretando quiénes merecían un lugar en sus filas, reencarnar o ser olvidados.

     El tercer plano era denominado "Inférnum", un lugar tortuoso y vicioso, que era habitado por todo tipo de abominaciones, particularmente demonios, quienes siempre habían tenido el propósito de gobernar la tierra, con fin de expandir su territorio y ser libres.

     Entre estos tres planos intangibles y la tierra tangible, existe el "Limbo" una especie de barrera protectora entre los planos. Tiene como finalidad evitar el tráfico de almas o seres, convirtiéndose en la sala de espera de las almas que serán juzgadas, de quiénes murieron abruptamente o antes de tiempo, éstas dos últimas suelen quedarse vagando más tiempo debido a la demanda previa y registrada de juicios. Los otros planos pueden interferir libremente en éste lugar, lo que supone un riesgo para las almas en transición, ya que podrían encontrarse con un habitante del Inférnum y ser devoradas o convertidas en alguna abominación. Estos procesos fueron llamados "Postrimerías", por la iglesia católica, posteriormente.

     Antes de la existencia del humano en la tierra, los tres planos estaban en constante contacto con el mundo tangible, pero "Dios" y "Muerte" al notar las intenciones del plano restante decidieron sellarlo en su propio mundo, desencadenando el rencor de parte de sus habitantes. Sin embargo, los otros planos, no cesaron sus visitas aun así cuando el humano apareció. Los seres de luz quisieron intervenir, prestando ayuda en su progreso, pero lo único que consiguieron fue crear híbridos entre ambas especies y ser los principales responsables del peor error de la humanidad: la religión.

     El impacto de éstos seres en los primeros cerebros humanos, dejó importantes estragos en las primeras civilizaciones que, en conjunto con las evidencias que ellos dejaban, comenzó a propagarse como un cáncer y a evolucionar junto a ellos. Ya no sólo se trataba de que la idea estuviese en el inconsciente colectivo de los humanos, sino que éstos los habían incorporado en su vida cotidiana, dando paso a que humanos posteriores los analizaran y sacaran nuevas conclusiones, que siempre apuntaban a la existencia de otros seres. Sin embargo, todo parecía mantenerse relativamente en orden hasta poco después de la caída del Imperio romano de Occidente, específicamente por el cambio de concepción religiosa, del politeísmo al teocentrismo.

     El responsable fue un ángel que sentía tal fascinación por los humanos que decidió vivir en su plano, haciéndose pasar por uno. Eventualmente conoció a un humano aspirante a teólogo, a quién, tras la confianza mutua, decidió revelarle la existencia de los mundos intangibles y sus habitantes, que más tarde pasaron a ser conocidos como "Cielo" e "Infierno". Información que, en conjunto de la imaginación, el miedo colectivo y el limitante intelectual del dogma, desencadenó un verdadero caos, que más tarde terminaría en la Santa Inquisición. Por otro lado, aquellos estudios despertaron el interés de quiénes no se dejaron apabullar por una versión unilateral, queriendo dimensionar lo que era conocido por herejía. Así nacieron los primeros ocultistas, doctrina que, al igual que la iglesia, rápidamente se degeneró. Los más codiciosos lograron debilitar el sello que confinaba a los demonios en el Inférnum, lo suficiente para que criaturas de bajo poder se inmiscuyeran en la tierra.

     El ángel fue condenado al olvido por su gravísima falta. Sin embargo, el daño era irreparable, no sólo por el aspecto social de los individuos afectados, sino porque los híbridos entre humanos y entes sobrenaturales eran cada vez más y de características difíciles de esconder. Pero, si de alguna forma lograban erradicar todo tipo de evidencia de su mundo, con algo de suerte y tiempo, los humanos llegarían a la conclusión de que todo era parte de una creencia primitiva y podrían recuperar la armonía. 

     Muerte decidió hacerse cargo de la negligencia del subordinado de Dios, llevando a todos los híbridos al etéreo, puesto que, por condiciones naturales, no todos podían entrar o permanecer en el reino de luz. Junto con Dios, decidieron establecer reglas que mantuviera sus sociedades en hermetismo, creando así la "Asociación sobrenatural", la cual buscaba mantener el orden entre los planos. Entonces, llevaron a juicio a todo híbrido adulto, para saber si podían confiar en ellos. Aquellos, que demostraron tener sus almas corrompidas, fueron destinadas al olvido, para evitar que cayeran en manos del Inférnum y que éstos ganaran fuerza. Mientras que a los que demostraron estar exentos de mal, fueron capacitados para las labores que llevaría a cabo la Asociación. Por otro lado, para todo aquel híbrido infante, se creó el instituto "Vallée de la Mort", una escuela dónde aprenderían todo lo necesario de sobre los planos, sus razas, la importancia de la causa y los escuadrones a los que podrían pertenecer siendo adultos, por lo cual el instituto ponía especial énfasis en que las clases tuvieran relación con las disciplinas que más tarde ejercerían. Y la regla más importante de todas: Tendrían que dejar de reproducirse con los mortales, limitando sus prácticas reproductivas entre especies homónimas o híbridos que ya no vivieran en el mundo terrenal.

Nikutai no shinigami [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora