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Me desperté, estaba oscuro pero visible, parecía un salón y era de noche. Visiblemente estaba en el liceo. "¿Cómo llegué aquí?", esa y varias preguntas me llegaron a la cabeza, al mirar al rededor vi a unas personas. En la penumbra yacían Áxel, mi mejor amigo, Marcus, un ser humano detestable a mÍ parecer, alegre hasta los pies pero solo por fuera, también estaba Lola, una amiga a la que le hablo solo cuándo llueve, no obstante, vi a Julia, una niña optimista, respetable y solidaria, mí amor no correspondido.

Al verlos a todos echados en el suelo, se me calló el alma, rápidamente los desperté a todos, estaban muy confundidos, y aunque yo no lo aparentara, también lo estaba.

-¿Daniel?, ¿qué hacemos aquí? -me preguntó Áxel muy confundido.

-No lo sé -le respondí con poca seguridad.

Marcus se levantó como un borracho a media mañana, aparentaba aterrado, miraba a todos lados menos a nosotros, con los ojos bien abiertos.

-¿Estás bien? -le dijo Lola, con las manos en los bolsillos.

-S..Sí -soltó Marcus, supuse que no lo estaba.

Al ver a Julia tirada, suspiré.

-Julia, ¿estás bien? -le pregunté con cierta seguridad.

-Estoy bien, muchas gracias, Daniel.

Sus ojos color esmeralda me penetraban la vista. Me alejé un poco, pero la seguí mirando sutilmente unos segundos.

Nos reunimos en frente al pizarrón, y luego de un rato decidimos salir del salón, afuera de aula estaba menos oscuro, pero seguía siendo difícil ver.

Cuando salimos, al fondo del pasillo, había una silueta, tenía algo en la mano y comenzó a caminar hacia nosotros.

Estábamos muy aterrados, venía a paso lento, por eso me animé a preguntarle...

-¿Quién eres?

Al no obtener respuesta pregunté otra cosa.

-¿Eres el responsable de todo esto?

La figura comenzó a correr hacia nosotros, nos asustamos y corrimos hacia el salón, al entrar, tranqué con la llave que estaba puesta en la puerta. Cuando cerré él ya estaba del otro lado. Nos miraba por una ventana chica que tenía la puerta, al verle los ojos sentía que estaba mirando a la muerte en persona, tenía una mascara y no supimos deducir quién era.

Después de unos segundos de miradas incomprensibles el hombre le dio un golpe al vidrio, rompiéndolo en pedazos. El extendió la mano intentando buscar la llave, por suerte yo la había quitado al cerrar.

Él hombre comenzó a reír.

-La intuición hace al hombre -nos dijo, pero sentí que me lo decía únicamente a mí.

Sin comprender mucho lo que había dicho me quedé callado.

El enigma retiró la mano y se fue, como la lluvia, viene, molesta, y se va.

Subiré un capitulo por semana, les deseo buena lectura.

Asesinato en el LiceoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora