CAPÍTULO VIII: UN PASADO OLVIDADO ES UN NOMBRE OLVIDADO (2)

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Mei había llegado a su casa convencida de que la había seguido aquel hombre nórdico. Cuando entró a la mansión estaba todo apagado, oscuro y solitario y ni siquiera estaba Kata a la vista. Seguramente debía estar durmiendo para pararse mañana. En silencio subió las escaleras y entró en su habitación.
Encontró una pequeña nota en su mesita de noche en la cual Kata le pedía que en cuanto llegase al menos dejara un lazo en la chapa que indicará que indicará su presencia en la alcoba. Mei frunció un poco el ceño y luego sonrío. Siempre Kata cuidando de ella, ¡Cómo amaba mucho a su ama de llaves! colocó su lazo en la chapa como se lo solicitaron y camino hacia el baño, comenzó a quitarse la ropa, se planteó en tomar un pequeño baño antes de acostarse, desechó la idea, me sentía tan cansada y fatigada de aquel extraño encuentro con peleas por lo que mejor decidió ponerse el camisón y e ir directo a la cama. Ya mañana tomaría un gran baño y cambiaría las sábanas.
Se enjuagó la cara y tras mirarse al espejo no puedo reconocerse. Tenía una expresión llena de emociones que peleaban por salir para ser liberadas, estaba el miedo, conmoción, culpa y algo que no lograba identificar. Tenía la sensación de que no le gustaría que era, por lo que agito la cabeza eliminando aquella preocupación y su rostro volvió a ocupar aquella fría indiferencia de siempre. Si estuviera Suzuran allí seguramente llevaría a su mano a la cara y le diría esa expresión tan espeluznante "veo una nueva abertura, Mei Aihara. Una nueva y más profunda que antes. Sería interesante seguir analizándote con detalle". Al parecer todo el mundo comenzaba a encontrar interesante su vida personal que se empeñaban en tratar de psicoanalizarla en busca de material jugoso. ¡Alabado sea el chisme, sus seguidores aumentaban cada día!
Mei salió del baño y se dirigió a su cama. A su grande y vacía cama kingsize, tras destenderla se metió a las sábanas y se tapó colocándose en una posición fetal abrazo sus rodillas y cerró los ojos. Tardó en dormir, pero lo consiguió. Fue tan profundo que no recordó con quién y qué soñó.

A las siete de la mañana, en fines de semana, Mei ya estaba levantada, arreglada y merendando. Un hábito desde que recordaba. Tetsuya siempre había dicho que mientras más temprano estés levantado y trabajes demuestra que eres alguien productivo y exitoso. Con esto Mei se sometió ante aquel pensamiento ajeno.

Aún con esta filosofía que tenía años en su mente, ella se levantó hasta las nueve. Nadie fue a buscarla y eso la extraño un tanto. Se levanto y tomo un baño rápido, se arregló con el mismo estilo reservado y anticuado propio de una testigo de Jehová (como Matsuri y Hotaru decían aun cuando ella no tenía la mínima idea de a qué se referían). Bajo y se encamino al comedor encontrando a su abuelo en la mesa acompañado de Hanako Fujimoto. Ambos se mostraban algo conversadores y felices. Extraño.

Hanako se dio cuenta de su presencia y le sonrió tan cálidamente que Mei tuvo, efímeramente, el sentimiento de soledad y rencor a sus padres. Esa mujer siempre la había cuidado y querido como si fuera su abuela o madre. Siempre dispuesta a consentirla y educar con una flexible extensión de palabras y gestos amables.

-Mei-chan, cuánto tiempo sin verte. -dijo con ese tono cariñoso siempre lleno de amor y de melodioso terciopelo que siempre tuvo.

Desde el año pasado que no se veían. Para ser más exactos, desde diciembre. Hanako tuvo que hacer un viaje a Europa y Asia debido a su colección de invierno. Era una excelente diseñadora y en sus tiempos juveniles fue una gran modelo. Ahora, retirada, solo atendía su gran franquicia de ropa, pero ella solía llamarla "su pequeña tienda de ropa". Colaboraba con grandes casas de moda y agencias de modelaje para entrenar las nuevas generaciones que buscaban abrirse paso en el mundo del glamur. Una mujer demasiado ocupada y aun así conseguía tiempo para verla y hablar.

-Bastante. -respondió con una inclinación respetuosa. Tetsuya movió la cabeza para verla. -Buenos días.

-Es tarde. Siéntate, tenemos que hablar. -le dijo su abuelo.

EN BUSCA DE LA LIBERTAD  (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora