Las heridas no eran tan graves, simplemente unos cuantos puntos hubieran sido suficientes para enviarme de vuelta a mi celda; pero sin importar cómo lo intentara no lograba despertarme. Mi cabeza daba vueltas y vueltas, cayendo en un espiral descendente de sueños oscuros.
― No lo molestes más, no vale la pena. La próxima vez podría ser peor.
― Pero te ha golpeado peor que la última vez.
― Mentiroso, jaja. ¿Cómo podrías saberlo si no viniste la última vez?
― Yo enserio quería venir.
― Ya lo sé tonto.
Los dos niños sentados sobre las bolsas de basura sonrieron, y poco a poco se desvanecieron mientras en el fondo, en una casa medio en ruinas, una luz se encendió, dejando ver la silueta de un hombre grande que alzaba algo sobre su cabeza, dejándolo caer repetidas veces. A pesar de los gritos nadie salió a ver; todos sabían lo que ocurría, pero no se meterían en problemas innecesarios. Sólo los murmullos de lástima se oían de boca en boca. ¡Esa pequeña niña no tenía salvación!
La única opción que tenían dos huérfanos de madre era salir corriendo lo más rápido posible, pidiendo una y otra vez a los cielos o a cualquiera que quisiera escucharlos. Pasaron ciudad tras ciudad, buscando algo que no conocían, buscaron refugio dónde fuera y pelearon con los animales por una pequeña sobra con la que pudieran engañar a sus doloridos estómagos. Y al final estaban demasiado cansados para seguir corriendo.
No era que estuvieran buscando su propia muerte. No era que no conocieran el peligro. ¡Sólo eran dos niños sin padres que estaban en el lugar y momento equivocados! Y estaban demasiado cansados para darse cuenta.
― Debes venir conmigo. Si te quedas aquí te matarán o incluso algo peor.
¿Cómo podía ese chico pedirle que se fuera? Lo había perdido todo por segunda vez, y esta vez ya era lo suficientemente mayor para saberlo.
Se negó a soltar el cadáver de la niña; no importaba el frío o la lluvia que caía empapándolo hasta los huesos. Al final sólo pudo aferrarse hasta que un golpe lo dejó inconsciente y se lo llevaron en contra de su propia voluntad.
― ¡Maldito mocoso malagradecido! Hubiera dejado que te encontraran en el estúpido callejón. Te hubiera dejado ahí para que te comieran los perros.
Los golpes llegaban uno tras otro, la sangre ya salpicaba buena parte del patio del complejo, pero un niño rubio se empeñaba en levantarse sólo para ser derribado por un nuevo golpe, cada vez más fuerte. Un moreno los miraba desde un esquina, y casi se podía leer en sus ojos un pequeño "No te levantes" que iba dirigido al joven rubio.
Sin embargo, no iba a darse por vencido. Se levantó una última vez antes de que otro golpe llegara y no pudiera soportarlo más.
― Deberías dejar de molestarlo, sabes que no tiene mucha tolerancia.
Una chica sonriente lo saludó apenas abrió los ojos. Varias vendas habían sido colocadas apropiadamente sobre las múltiples heridas y hematomas del entrenamiento.
― Es un tonto-. Una suave risa salió de los labios de la chica mientras le pasaba un cuenco de caldo ligero.
― Es posible, pero sigue siendo tu superior.
― Kan Kan, ¿Quién dice que es mi superior? Algún día le enseñaré, lo golpearé tanto que no podrá recordar su nombre.
― No digas eso, se pondrá muy triste si te escucha. Después de todo él fue quien te trajo aquí.
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Los Recuerdos Duelen [BL]
Teen FictionDos chicos entraron a mi vida, demasiado parecidos para ser cierto, sobre todo porque yo vi morir a uno de ellos... "No puede ser, después de tanto tiempo, ambos terminaron en mis brazos; las posibilidades son muy pocas, hay un mundo entre nosotros...