Angie leyó la respuesta de Jacques, y exclamó que dulce eres. En ese momento, entró Debie, la hermana menor de Angie, que era pelirroja, media melena, ojos azules, nariz pequeña, labios gruesos, su piel era blanca con muchas pecas, pero ella iba todos los días a tomar sus rayos UVA. Debie, era el diminutivo de Deborah y era cuatro años menor que Angie, que tenía treinta.
El cuerpo de Debie era de escándalo, un pecho muy generoso, barriga totalmente plana, gracias a su afición a la Danza del Vientre, que la coronaba su perfecto ombligo, que lo tenía decorado por un piercing dorado. Además, tenía un culo muy duro y respingón por su adicción a la bicicleta estática del gimnasio de su novio italiano, Luca.
Además de ayudar a la buena tonificación de su trasero la bicicleta estática también le torneaba perfectamente sus largas piernas, que siempre las sostenían sus siempre inseparables tacones de aguja.
Debie, vestía siempre de manera provocativa, mini-tops cada vez más pequeños y minifalda, que le marcaba demasiado su culo, según la opinión de Luca, que siempre discutía con ella, por su hobbie de andar “calentando” a los demás chicos.
- Se llama antes de entrar – Le espetó con indiferencia Angie a Debie.
- No estaba cerrada, Angie o ¿estabas con algún chico? – Le respondió Debie, en un tono burlón.
-Pues… no, pero es igual, esta es mi habitación, y estoy con mi amiga Marie – Le replicó Angie, que estaba empezando a enfadarse.
- Púes dijo mamá, que bajaras a cenar, pero YA – Le dijo Debie, chasqueando sus dedos.
- Ya bajo ahora - Respondió Angie con desdén.
- E yo me voy a casa - Dijo Marie, tratando de calmar el ambiente.
A continuación, las tres chicas bajaron las escaleras, Angie y Marie fueron a la puerta principal para despedirse y Debie se dirigió al comedor para cenar. Unos minutos después, entró Angie y besó a su padre en la mejilla y a su madre acto seguido. El padre de Angie y Debie se llamaba Teodoro, pero le gustaba más que le llamasen Teo.
Teo era un hombre de unos cincuenta años, alto, pelo corto y canoso, ojos azules, perilla, delgado. Trabajaba como pintor e incluso ya había expuesto en alguna galería que otra con cierto éxito de público y crítica.
La madre de Debie y Angie se llamaba Elvira, pero le gustaba más que la llamasen Elvi. Elvi era una mujer madura de cincuenta y dos, bajita, media melena pelirroja, ojos azules, guapa y un poco gordita. Trabajaba como secretaria en un bufete de abogados muy prestigioso en el sector.
Angie se sentó al lado de su padre y éste le preguntó:
- ¿Cariño, que hiciste esta tarde? – Le dijo con cierta complicidad entre los dos.
- Pues, fui al cine con un nuevo amigo – Le respondió Angie a su padre.
- ¿Y cómo se llama ese “nuevo amigo”? - Le espetó secamente su madre, creando una tensión increíble en el ambiente.
- Se llama Jacques, y es buen chico – Le contestó Angie, en el mismo tono seco a su madre.
- ¿Y qué película habéis visto, cariño? – Le preguntó Teo a Angie, para relajar la tensión.
- Pues, una súper romántica, que se titula Perdona, si te llamo Amor. Por cierto, papá a ti te iba a gustar esa peli, seria una de las tuyas, jijiji.
- ¿Cuando salga en DVD, la vemos los dos, ok? – Le sugirió Teo a su hija mayor-- Síiii, papi – Le contestó ella, levantándose y dándole un tierno beso en una de sus mejillas.
- ¿Lo queremos conocer, verdad, “Amorcito”? – Le preguntó Elvi a Teo con cierto retintín.
- Aún es demasiado pronto, déjalos que se conozcan un poco más y ya lo presentará formalmente, “Cielo” – Le contestó Teo a Elvi y guiñándole un ojo a Angie.
- Pero eso, no es justo papá, con Luca no hicisteis así, yo os lo tuve cuando tuvimos nuestra primera cita – Le reclamó Debie a su padre.
- Hermanita, te corrijo, Jacques e yo no tuvimos una “cita” sino una “no-cita” – Le aclaró Angie a Debie.
- ¿En que se diferencia una “cita” y una “no-cita”, “Angelita”? – Le ironizó Debie a Angie.
- Pues… una “cita”, se hace con el novio, ya oficialmente y una “no-cita”, se hace con el pretendiente a ser un posible novio, ¿Entiendes, “Deborita”? Le contestó Angie a Debie.
A continuación, empezaron a cenar, tranquilamente y en silencio, hasta que recogieron sus platos, ya vacíos.