Llegaron a las tiendas de campaña justo cuando estaba anocheciendo y el polvo se estaba levantando. Peeta estaba sufriendo de tensión física y psíquica. No estaba seguro de quién había resultado más afectado en el viaje. Había sido largo y había hecho mucho calor. Su plan para hacer que ella dudara de su boda con el sultán había fracasado estrepitosamente, a lo que había que sumar que había sufrido de un estado de excitación casi permanente. Se sentía bajo una gran tensión sexual. En un momento dado, ella se había quedado dormida y él había sido incapaz de despertarla. Entonces aparcó el coche frente a las tiendas de campaña y, exasperado, la miró. Parecía que todo lo que hacía ella era dormir.
Claramente su ajetreado estilo de vida le estaba pasando factura. Esbozó una mueca y se dijo a sí mismo que si aquella mujer se convertía en reina de Zangrar sería un desastre. Tenía que evitarlo a toda costa.
—Alteza —dijo, empleando un tono de voz más duro a continuación—. Katniss. Ella abrió los ojos y él se perdió en su hermosa mirada. Pero apartó la vista y agarró el volante con fuerza.
—Hemos llegado. _—¿Hemos llegado? —dijo ella, estirándose y sentándose erguida—. ¡Oh, Dios mío... deberías haberme despertado! —Estabas cansada. Vamos a pasar aquí la noche.
—Pareces enfadado —Katniss se apartó el pelo de la cara y miró Por la ventanilla—. No me puedo creer que me haya vuelto ha quedar dormida.
—Obviamente has estado acostándote muy tarde durante demasiadas noches.
—Simplemente no dormía bien en casa.
—El calor en el desierto puede ser agotador.
—Deberías haberme despertado y dejado que condujera.
—No había ninguna necesidad —dijo él, que consciente de los accidentes de tráfico que había sufrido ella no pretendía dejarla conducir.
—Estoy tan aliviada de que no haya señal de mi tío —dijo Kantiss, mirando por encima de su hombro.
—¿De verdad crees que tu tío nos va a seguir? —Quizá no lo haga él mismo, pero mandará a sus hombres —la princesa lo miró a los ojos—. Si él puede evitar esta boda, lo hará.
Sufriendo un casi insoportable ataque de tensión sexual, Peeta deseó que William hubiera tenido más éxito en sus técnicas de persuasión.
—Nos quedaremos aquí esta noche. Es un abrevadero natural para camellos — dijo, deseando que ella cambiara de idea sobre su boda con el sultán ya que si no, se iba a volver loco.
—No sabía que los árboles crecían en el desierto —dijo ella, mirando por la ventanilla.
—Son palmeras datileras. Incluso en el desierto más árido hay agua. —¿Qué hay por aquí normalmente? —Tribus del desierto y turistas que quieren descubrir el «verdadero» Zangrar —contestó Peeta, abriendo la puerta del vehículo. Inmediatamente se les acercó un hombre que se puso de rodillas. Tenso, Peeta le habló con calma y observó cómo el hombre se levantaba y se retiraba. Kantiss salió del coche y se acercó a él, impresionada ante el comportamiento del hombre.
—¿Por qué ha hecho una reverencia? ¿Qué le has dicho? —Desafortunadamente ha adivinado que tú eres la princesa que se va a casar con el sultán. Le he dicho que no queremos que se sepa tu identidad.
—Peeta, tengo el aspecto de cualquier otro turista. ¿Cómo puede haber sabido quién soy? —La boda es un evento de importancia para los habitantes —de Zangrar. Todo el mundo sabe de tu existencia.
—Pero si él lo sabe... —Será discreto. No te preocupes por él —la tranquilizó Peeta, sacando la maleta de ella del coche—. Las comodidades aquí son básicas, pero podrás darte un baño en la piscina que hay detrás de los árboles. Simplemente ten cuidado con la fauna local. Kantiss asintió con la cabeza.
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Una Princesa Rebelde (Everlark)
RomanceÉl deseaba una esposa inocente... Peeta, sultán de Zangrar, estaba seguro de que su esposa sería una mujer obediente y amable... pero se encontró con una joven desafiante que llevaba fuego en los ojos. Desde luego, tampoco sería virgen, pues era u...