Tipos de temor [Línea de fuego, parte III]

1.4K 99 32
                                    

Jared no sabía qué decir. Se quedó petrificado donde se encontraba mientras Caleb miraba a su alrededor en busca de alguna respuesta para el escenario con el que se habían encontrado. Su cara comenzaba a ponerse como un tomate y su mano izquierda se apretaba en un puño mientras la derecha buscaba su arma. Todos se encontraban ligeramente sensibles e irritables, aunque no sin razón.

El despacho estaba vacío, y eso era algo que la secretaria debía saber. Pero antes de que el rubio saliera hecho una completa furia a pedirle una explicación, Jared le detuvo poniéndole la mano en el hombro con un buen apretón para frenar su ira, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no estallar también y destruir todo a su paso.

—Por supuesto que lo sabe —dijo, levantando su mano lentamente y señalando hacia el extremo del enorme lugar. Algo había captado su atención—. Mira allí.

En la esquina, junto a una inmensa ventana acristalada del despacho había una puerta entornada con el pomo manchado de algún líquido oscuro. Ninguno tuvo que mirar dos veces para saber que habían caído en una trampa; incluso tuvieron miedo de moverse y que una bomba bajo sus pies los hiciera volar en pedazos.

—Quédate en esa puerta —le indicó Jared a su hermano, alzando el arma y moviéndose lentamente hacia el lugar que parecía llamarlos con una voz susurrante y diabólica. Caleb desenfundó su arma y enfrentó la puerta que ingenuamente habían atravesado hacía unos momentos. Pequeñas gotas de sudor perlaban su frente y sus ojos comenzaban a resecarse por no parpadear.

Jared no tocó el pomo, echó un vistazo por la pequeña brecha que había y entonces soltó un suspiro de disgusto.

—Maldita sea.

—¿Qué? —preguntó Caleb con impaciencia sin apartar los ojos de su objetivo. Si alguien atravesaba aquella puerta, fuera quien fuera, le volaría los sesos. Lo dejaría como un colador.

—Es Cole.

—¿Quién coño es Cole? —inquirió Caleb irritado.

—Uno de los nuestros, Caleb. Uno de los nuestros. Está muerto... muy muerto. Deberías ver esto.

El mayor se retiró de su posición y con un resoplido hizo lo que su hermano le pedía, sin estar del todo de acuerdo con el hecho de tener que bajar la guardia. Caminó rápidamente hacia donde se encontraba el más joven y luego apretó los labios cuando Jared empujó la puerta abierta de una patada. Esa puerta no parecía tener ninguna función en aquel sitio más que para asegurar algunas cosas de valor, pero David le había dado un muy buen uso aquel día.

Cole, uno de los hombres que trabajaban para los Followill, yacía en el suelo con la garganta abierta y los ojos fuera.

Sangriento. Y completamente innecesario.

—Se suponía que lo encontráramos.

—¿Pero qué me estás contando? Tomarse el tiempo de hacer tal brutalidad solo...

—Exacto, Caleb. Se tomaron el tiempo porque se supone que nosotros lo veríamos. —Jared no podía apartar los ojos de aquel genuino acto de perfidia y sadismo, y en el fondo se preguntaba si sería capaz de hacer algo así a la persona que más odiaba en el mundo. En definitiva, no. Ya le había pasado antes: había tenido la oportunidad de hacer cosas macabras con personas malas pero más bien le había costado asesinarlos de un tiro limpio. Ya no quería eso más.

—Tenemos que encontrar a papá y a Nate.

—Y tenemos que salir de aquí. Nos estaban esperando —murmuró Jared con aire taciturno.

Línea de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora