Estimado yo:

317 42 11
                                    

Seúl, Corea del Sur. Año indefinido, acaso perdido.

Por la presente confirmo mi despedida a aquellos días, a aquel par de personas, Park y Byun, quienes están dejando un legado mejor de lo que hubieran creído. El primero de ellos no existe en físico ya, y el segundo es mi viejo yo.

Disculpa si hay un poco de temblor en mis palabras, incluso expresándolas de este modo. Recuerdo haber dado un discurso parecido en mayo y ni siquiera sosteniéndome del atril fui capaz de sentir que estaba en pie derrochando frases delante de una numerosa cantidad de personas vestidas de blanco, de ese pigmento opaco que no alcanzó a satisfacer mis deseos. Había querido que la reunión de esa tarde marchita, en lugar de parecer lo que era (una honra fúnebre al hombre que a todos nos maravilló) fuese un hasta luego, una despedida temporal por parte de unas estrellas que iluminasen su camino en lo que acaso hay más allá. Hubo trajes blancos en lugar de negros porque a ChanYeol le gustaba lo tradicional además de que era su color preferido, pero, aparte, tenían la intención de simular que todos éramos las estrellas que ahora les tocaba brillar para él.

Aunque hubiera sido tarde para algunos. Categoría en la cual, desafortunadamente, me incluyo.

Permíteme redirigirte a cada acción y actividad realizada aquel día, comenzando desde la ceremonia. Fue mi turno al cabo, debía pasar al frente. Me aclaré la garganta y di una fuerte inhalación, manteniendo el aire dentro y el pecho en alto puesto que es más sencillo de este modo retener las ganas de llorar. Observé el panorama, por un lado viendo a sus padres en el centro del vestíbulo y a su hermana en un extremo; por otro lado estaban esparcidas esas demás personas que no alcanzaron a denominarse amigos de ChanYeol pero que estaban presentes por más que batallé con su madre al negarme en esta presunción. Les miré las caras, directo a los ojos sin retención alguna, no como en otra época en la que me habría sumido en dolor y me hubiese negado a prestar atención en nadie. Ahora, estaba dando una última mirada circundante y, sin ningún discurso hecho previamente con falsedad, inicié con mis palabras.

Con mi apología de lamentos, arrepentimientos y amor.

Y un nombre protagónico: Park ChanYeol.

Entonces hablé y no me detuve. Él solía decir que las palabras me salían por doquier y que por lo mismo obtenía una media estupenda en clases, dada mi participación y actividad. ¿Tú crees que sea cierto? Parece ser que hasta en los escritos me embrollo demasiado. Una disculpa por ello.

Puede que me leas y releas en noviembre o en el mismo mayo en que lo vimos partir. Déjame añadir cuán cruel es el afán de la naturaleza y la continuidad de hacer renacer a un millón de flores, y marchitar a una sola en el mismo mes.

Dicen que debes soltar lo que traes dentro para poder respirar mejor. Probablemente tú pienses lo mismo ¿no es así? Déjame contarte algunos hechos entonces.

Me acuerdo cuán frágil era de cuerpo. Aun así, era un engreído que gustaba de presumir cuánto músculo tenía. Un engreído tan adorable. Ver a ChanYeol sonreír abruptamente hasta que le dolieran las mejillas de tanto hacerlo, mientras tosía con frecuencia entre charla y charla, te daba las fuerzas necesarias para tomar un gran suspiro, mirar al frente, un poco hacia arriba, y ser valiente al momento de entrar a la línea de la vida.

Park ChanYeol era, simple y sencillamente, la luz que me convirtió en una.

La gente no comprendía, amigo. Nunca lo hizo, ni yo, ni tú, hasta ahora.

Te explico. Su chispa era sutil en cuanto le conocí, ya que todo él radiaba, sin embargo lo hacía bajo cierta reserva y nerviosismo si todavía no entraba en confianza. Aunque el acercamiento entre ambos surgió en seguida. Él era un torpe y yo un malhumorado. Pero él era un torpe tan amable con una calidez inmediata bajo su sonrisa y sus brazos que hubiera logrado entrar en cualquier terreno por más austero que fuera, si se lo hubiera propuesto. O a veces, como fue en nuestro caso, sin habérselo propuesto.

Hyung, cuida bien de mí ; chanbaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora