Naruto x Ino (lemon)

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El sol se había puesto un par de horas atrás cuando Naruto por fin llegó a casa. Todas las luces estaban apagadas, pero él conocía de memoria el diseño de su hogar y sin encontrar ningún obstáculo se dirigió emocionado a la recámara principal.

Había pasado mucho tiempo fuera y solo había una cosa en su mente. Era el medio del verano y su esposa dormía plácidamente con tan solo una delgada sábana cubriéndola, su cuerpo delineado deliciosamente bajo la tela. Con rapidez el rubio se sacó el uniforme de jounin y se metió a la cama, acercándose a ella. Se apoyó en un codo y con la otra mano masajeó uno de los muy generosos pechos de Hinata. Ella suspiró algo en su sueño, pero no despertó hasta cuando el pellizco el pezón entre sus dedos.

Hinata entreabrió sus ojos lavanda y le dedicó una dulce sonrisa. Naruto se emocionó creyendo que esa noche iba a tener suerte. Pero su buen humor se esfumó cuando su esposa le sujetó la mano y la retiró de su seno.

—Estoy cansada, Naruto-kun — bostezó — quizás mañana.

Dicho eso la ahora señora de Uzumaki se volteó dándole la espalda. La semi erección que Naruto traía dentro de los boxers se terminó de ablandar. ¡Cansada! Él había estado tres semanas fuera en una misión de alto riesgo, de regreso a Konoha había viajado seis días a pie con mínimos recesos de descanso, atravesó un clima pésimo, ¿y ella era la que estaba cansada?

Sí, entendía que un par de meses atrás habían bienvenido a su segunda hija y que una recién nacida más el revoltoso de Boruto eran un trabajo de tiempo completo. También entendía que ella tuviese sus responsabilidades para con su clan y que esto consumía bastante de su tiempo. Pero en retorno, la rama secundaria le brindaba la ayuda de criadas que se encargaban de la limpieza del hogar, la comida y el cuidado de los niños cuando ella estaba ocupada. No es como sí su día a día fuese demasiado complicado. Odiaba hacer comparaciones, pero otras mujeres eran madres y también balanceaban eso con su profesión de Kunoichi y no las veías descuidando a sus maridos.

Se levantó de la cama sabiendo que el sueño no lo visitaría mientras siguiese rabioso. Nunca había estado completamente de los sentimientos de la Hyuuga. O sea, sí creía que ella lo había amado en algún punto. Pero sentía que ese sentimiento se había estancado en un enamoramiento de niños y no había evolucionado más. Eso explicaría porque el contacto sexual era casi inexistente. No iba a decir que Hinata no era devota a él, pero como esposa había descuidado demasiado sus obligaciones.

Tenían siete meses sin hacerlo. Siete. Era una tortura. A veces tenía la impresión de que solo habían tenido sexo la noche de su boda y las veces que concibieron a sus hijos. ¿Acaso ella no podía ver como estaba lastimando a su matrimonio? El sexo no lo era todo, pero una pareja saludable no se lo negaba nunca. Le parecía muy egoísta que Hinata no pudiese dedicarle veinte minutos (a quién engañaba, con lo reprimido que estaba no duraría ni diez).

No es como sí él no hubiese intentado, o como sí él fuese un mal esposo: la escuchaba, la ayudaba con los quehaceres los fines de semanas, la apoyaba con sus obligaciones para su clan, trabajaba para que ella y sus hijos tuviesen una buena vida… Él también estaba cansado, pero cansado de ese matrimonio. El cual quizás no había ni querido en primer lugar.

Parecían una pareja que llevaba décadas juntos por lo distante que se sentían. Cuando se casaron Naruto tenía la esperanza de que Hinata fuese de esas mujeres que son tímidas en público pero desenfrenadas en la cama, pero la noche de bodas resultó ser tan pávida como de costumbre. Su inocente actitud tuvo su encanto al principio. Todo hombre se llena de orgullo en ser el primero de alguna mujer, de enseñarle de los placeres a la vez que disfrutaba de ser el dominante. Pero como todo lo nuevo, fue perdiendo el brillo con el tiempo. Ni siquiera nunca habían tratado la posición de vaquera…

One shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora