Estaban mis ojos pegados distraídamente por la ventana contemplando algo aleatorio al otro lado de la calle mientras mis pensamientos viajaban y viajaban. Tan libres. Tan dolorosos.Mi corazón peso más que el universo entero cuando ella, quien estaba en el asiento delantero puso su mano sobre la mía, tal vez dándome su apoyo o buscando el mío. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mire al cielo porque estaba en una situación en la que no podía derramar ninguna, rodeada de personas, rodeada de una espesa soledad y culpabilidad que amenazada con tragarme todos los días desde aquel.
Tal vez ella no era consciente de lo que hacía, ni del mal minuto que estaba pasando en ese instante, pero en el momento en el que la calidez de su mano toco la mía y le dio un suave apretón, mi alma tuvo la claridad que había perdido hace tiempo, y no pude evitar soltar lágrimas de alivio porque me di cuenta que no estaba sola. Aunque la otra persona, quien había sido mi soporte durante años me había abandonado a mi suerte y me había lanzado a la fría noche cuando le confesé mis inseguridades y no pudo estar más molesta conmigo, porque me sentía sola cuando estaba con ella. Y me sentía culpable.
¿Por qué sentía que era mi culpa? ¿Por qué no podía comprender como me sentía? ¿Era mi culpa sentirme sola? ¿De verdad era mi culpa? ¿Hubiera sido mejor quedarme callada? ¿Por qué?
Una claridad asfixiante, cegadora que sentí cuando el fogaje de su mano me toco, y no podía ser más claro. Las respuestas levitaban a mí alrededor y no pude evitar sentirme tonta porque todo era tan obvio. No me sentía culpable. Estaba triste. Estaba tan malditamente triste que busque otra manera darle explicación a mis sentimientos y los confundí con culpabilidad. Me sentía tan inexplicablemente triste y tan aliviada; triste porque perdí a mi mejor amiga ya que ella no pudo comprenderme a pesar de lo mucho que yo me esforzaba para comprenderla a ella, a lo que me llevo a pensar que no era digna de su esfuerzo y no tuvo más remedio que enojarse conmigo. Y aliviada, porque sí era digna, y me había tardado tanto en darme cuenta de eso, estaba tan pérdida que me alivió darme cuenta que mi felicidad era dependiente de ella y ahora ya no lo era más. Ya no más.
Mi alma se desahogó a pesar de no soltar ningún sollozo, y estaba casi segura de que en ese momento mis ojos estarían brillando de tranquilidad. Me sentía tan tranquila. Tan, tan tranquila después de comprender. Notaba que por fin podía sonreír sinceramente, finalmente podía mirarla sin sentir una puñalada en el corazón y llenarme de tristeza. Por fin dejaba de ser sometida y me sentía tan aliviada. Tan feliz.
Alcé la mirada hacia ella, quien seguía sosteniendo mi mano, ahora dándonos apoyo mutuo. Ya no más una luz cegadora, porque ya no estaba rodeada de oscuridad.
Soltó mi mano, y jamás volví a sentirme sola.
ESTÁS LEYENDO
Los confines del universo y de mi mente.
PoesíaPensamientos turbios, radiantes, llenos de alegría, de tristeza, de rabia, de melancolía. Pensamientos sueltos que me atormentan como sueños aun cuando estoy despierta. Pensamientos del futuro, del pasado, del presente. Pensamientos que encajan a la...