El frío carcomía la ciudad. Con su gélido aliento iba tornando más pálidas las pieles ya lívidas de los pobres diablos que seguían viviendo allí. Y junto con la viveza y el color que en antaño adornaba sus sonrosados rostros, este señor oscuro hurtaba la felicidad y el amor que alguna vez sintieron.
Al igual que el sombrío cielo, sus caracteres y emociones se oscurecían. Sus hoscos rostros apenas ya sonreían, y sus duras palabras jugaban con sus mentes, perdiendo la razón al tratar de entender la compleja telaraña que enredaba a esa ciudad.
En las calles erosionadas por la temperatura, deambulaban varias jaurías de raquíticos y rabiosos perros. Muchos de ellos enfermos físicamente, pero al igual que la mordaz gente que allí habitaba, no dudaban en mostrar las cuchillas que tenían por dientes.
Junto con la oscuridad que obnubilaba sus torturadas presencias, muchos perdían la cordura. Algunos afirmaban escuchar voces que susurraban en el viento. Otros se sentían observados, perseguidos por la "maldad" y escuchaban pasos que se aproximaban hacia sus personas; pero en cuanto se volteaban nerviosos y con temor, se daban cuenta que no había ni una sola alma a la vista. Unos pocos aseguraban despertarse en la madrugada al sentir que alguien los estaba ahogando apretándoles la garganta o que les tiraban de los pies. Y a la luz del alba amanecían con rasguños y marcas por todo el cuerpo. Los que no tenían la madera para resistir escapaban con los huesos entumecidos del pavor. Y los pocos que no sabían dónde más ir, se quedaban marchitándose en el transcurso del letal tiempo.
Lucy no era la excepción. Al igual que los demás se sentía perseguida, acorralada.
En ocasiones se despertaba de forma abrupta, con la espalda sudada y las manos temblorosas. Sus nerviosos ojos vagaban por la habitación tratando de habituarse a la oscuridad, y cuando lo lograba, se percataba de movimientos alrededor de su cama. En una esquina escuchaba pasos, luego el sonido del roce de la ropa cuando hay algún desplazamiento y por último, sentía una respiración profunda y calmada detrás suyo que le helaba las orejas. Aterrorizada gritaba llamando a su madre, la cual ya molesta por el ruido, le prendía una luz y cerraba la puerta para que se durmiera y la dejara en paz.
Lucy se ocultaba bajo las sábanas y cantaba despacio para intentar tranquilizase y dejar de sentir esa amenazadora presencia. Se obligaba a cerrar los ojos y a no abrirlos a pesar de lo que oía. Con la piel de gallina se abrazaba las piernas, hecha un ovillo y rogaba a Dios que se durmiera de una vez por todas.
Ese infierno duró casi medio año.
A finales del crudo invierno de ese año, Lucy esperaba a su madre frente a la pequeña escuela a la que todo niño pequeño debía asistir una vez cumplía los cinco años. Este era su segundo año allá y el último para entrar al instituto.
Con el acogedor gorro de lana que le tapaba las orejas del irascible frío que amenazaba con quemárselas, los guantes que escondían sus pequeñas manos de la temperatura y la diminuta mochila a su espalda que apenas alcanzaba para traer sus múltiples dibujos y su colación; esperaba sentada sobre una vieja banca que rogaba una mantención hace años y que nadie le pretendía aplicar.
Lucy balanceaba las piernas mientras cantaba. Su madre se había atrasado probablemente porque su trabajo la retenía. Había transcurrido más de una hora y ya no había nadie en la escuela. Como ya se ha mencionado, en aquella ciudad a nadie le importaba el otro, por lo que ni siquiera a los adultos les interesaba que una niña pequeña se quedara sola por más de una hora inmersa en el desgarrador hielo que arrebujaba el aire. No era problema de ellos. Así pensaban todos.
La pequeña ya se había tomado todo la leche caliente que traía consigo, pero aun así tenía mucho frío. Estaba aburrida y ya había dibujado lo que solía dibujar a diario y no le atraía continuar.
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Desolados copos de nieve
Fantasy*He vuelto a escribir y esta historia fue la primera que escribí tras un largo tiempo de auto reflexión, quiero que ojalá la observen con cuidado y que puedan captar lo que quiero transmitirles con cada palabra estampada. He vuelto a escribir y esta...